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Ecopsycología

Crónica de un mundo aparte

Por: Nanu y Jaz
Se decía que Almagro era un mundo aparte, que estaba rodeado por un muro de sentimientos recubierto por espejos que no dejaban que los demás supieran de la existencia de este barrio. No crean que esto era para hacer algún mal, sino que estaba hecho con el fin de proteger a los vecinos de Almagro. Esto es lo que me contó un tío lejano de mi primo que era el mejor amigo de Federico Martínez.
Federico vivía en Quintino Bocayuva y Venezuela y desde allí solía ver las radiantes estrellas plateadas sobre el cielo color azul turbio y obviamente acompañado por una luna extravagantemente gris. Federico era un bohemio soñador expectante de nuevas emociones que no dejaba de escribir cuanta cosa le pareciera extraña y singular de los lugares que frecuentaba.
Todos los lunes ansiaba que sean las cuatro de la tarde para dirigirse derecho por Rivadavia hasta doblar por Medrano, comprarse un helado de mantecol y chocolate con almendras, caminar apenas dos cuadras y así llegar a Ángel Pelufo, un silencioso y encantado pasaje donde según él ocurrían las cosas más maravillosas de Almagro. Desde la cosa más simple como que cada otoño las hojas de los árboles dejaran un colchón sobre la vereda, particularmente en la de Doña Antonia quien en vez de barrerlas pareciera que las estuviera acariciando con las deterioradas cerdas de su escoba, hasta el mágico atardecer donde las casas se teñían de color púrpura y los pájaros parecían volar en bandada hacia el centro del resplandoroso sol o las lluvias de primavera donde el cielo se tornaba más celeste que de costumbre y sus nubes en vez de agresivas gotas roseaban de dulzura las flores del pasaje.
Los martes era el día en que caminaba por el barrio recolectando sueños de la gente que pasaba a su alrededor. Casi siempre era sueños alegres, esperanzados pero cuando eran tristes él se encargaba de escribirle alguna solución y dejárselo en el bolsillo de aquel triste soñador. No hace falta decir que Fede era una persona especial.
Y ni hablar de los miércoles cuando iba hasta Gascón entre Lezica y Bartolomé Mitre, al puente donde esperaba que sean las seis menos cinco a que pasara el tren y pidiera sus deseos.
Por último jueves y viernes se encargaba de pasar a su cuaderno desde su libreta todas las cosas que había recolectado durante la semana agregándole alguna que otra que pasara en esos días. Este cuaderno decía exactamente lo mismo que la libreta más algún poema que él escribía basado en el hecho escrito en la página anterior. Al igual que Federico este cuaderno era especial, llevaba consigo una esencia mágica e indescriptible.
Sábado y domingo se dedicaba a pasar un rato con sus amigos, aunque esto lo sentía más una obligación que un placer. Le hacía más compañía leer, releer, escribir y fantasear con su cuaderno que reírse de cómo Mariano y Gastón se burlaban del color de la camisa de Fernando. Fernando Núñez sí era su verdadero amigo o por lo menos lo entendía más que el resto.
Un 28 de Marzo Gastón y Mariano se cansaron de burlar a Fernando y decidieron secuestrar la libreta de Federico que por cierto, vale la pena aclarar, llevaba siempre encima. Lo ridiculizaron frente a toda la placita Almagro leyendo toda y cada una de las páginas escritas con tanta dedicación.
Federico estaba enfurecido y al recuperarla se juró nunca más escribir nada en ella y por supuesto no dirigirle la palabra a ese par de traidores. Se sentía ultrajado, vacío y lleno de ira no podía entender cómo habían sido capaces de semejante atrocidad. ¡ERA ALGO TAN PRIVADO! Y tan horrible la manera en que lo ofendieron que simplemente decidió abandonar esa loca manía de plasmar sentimientos en ese papel.
Sentía ganas de abandonar ese barrio que ya no lo representaba, ya no podía apreciar esas pequeñas cosas que lo hacían sentir Federico Martínez, ese Federico Martínez que encontraba en un atardecer tan maravillosas cosas y relataba en un pedazo de papel tantas emociones juntas.
Fue hasta Av. La Plata y Rivadavia desesperado por encontrar alguna salida, quería huir, escapar de aquel infierno que lo estaba persiguiendo. Tiró con toda su furia y odio aquella libreta que en algún tiempo fue tan especial y vio como chocaba contra ese muro, para él algo desconocido, todos esos sentimientos encuadernados que volvían a sus pies. Lo volvió a intentar una y otra vez obteniendo en todas el mismo resultado, hasta que una grieta aparece en el horizonte y se vio reflejado con la libreta en la mano en un gran espejo. Notó que las palabras de este cuadernillo eran atraídas por aquel espejo y se veía como reparaba la grieta y a la vez curaba la herida que Mariano y Gastón habían causado en Federico. Así todo podía ser como antes.
Federico volvió atónito y agotado a su casa no entendía muy bien que era lo que había pasado, solo sabía que la magia había estado allí y comprendía también que los pájaros yendo al centro del sol y las casa púrpuras no fueron una simple ilusión sino que era parte de aquel barrio tan especial hecho por este muro de sensaciones.
Cuando se recuperó fue a la plaza donde siempre se reunían y vio que Mariano y Gastón no estaban, le preguntó por ellos a Fernando y este le contestó:-“ por suerte esos dos, que tanto nos molestaban, se mudaron ya no van a estar más acá”.
Yo creo que lo ocurrido no es una casualidad, porque las casualidades no existen, en lo que sí creo que es Federico Martínez aquella persona tan especial hoy es más que eso. Federico fue una demostración del poder que tiene el muro de proteger a todas esas personas que saben apreciar la belleza de Almagro.

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