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Ecopsycología

Rizoma

Gilles Deleuze – Félix Guattari

Hemos escrito el Antiedipo entre dos. Como sea que
cada uno de nosotros era varios, eso redundaba ya en mucha
gente. Aquí nos hemos valido de todo cuanto podía acer-
carnos, lo más próximo y lo más lejano. Hemos distribui-
do hábiles seudónimos a fin de hacer el trabajo irrecono-
cible. ¿Por qué hemos conservado nuestros nombres? Por
costumbre, sólo por costumbre. Para volvernos irreconoci-
bles a nuestra vez. No para volvernos imperceptibles nos-
otros mismos, sino aquello que nos hace actuar, sentir o
pensar. Y, luego, porque es muy grato hablar como todo
el mundo; decir ha salido el sol, cuando la generalidad de
las personas sabe que es un modo de hablar. No llegar al
extremo en que ya no se dice yo, sino al extremo en el que
decir yo no tiene ya importancia alguna. Ya no somos nos-
otros mismos. Cada quien conocerá a los suyos. Hemos
sido ayudados, absorbidos, multiplicados.
Ya casi no hablamos de psicoanálisis; sin embargo, aun
hablamos, inclusive, demasiado. Nada más de eso. Nos fas-
tidiaba; sin embargo, éramos incapaces de cortar por lo
sano Los psicoanalistas y principalmente los psicoanali-
zados nos hastían demasiado. Era preciso que, por cuenta
nuestra, precipitáramos esta materia que nos frenaba—sin
forjarnos ilusiones acerca del alcance objetivo de tal ope-
ración—- era necesario que le comunicásemos una veloci-
dad artificial capaz de llevarla hasta la ruptura o hasta
nuestro desmoronamiento. Se acabó; no hablaremos mas del
psicoanálisis después de este libro. A nadie hará sufrir ya,
a ellos ni a nosotros. Es curioso como las objeciones que
a uno le hacen son retardalrices. Cuando usted intenta na-
dar en un arroyo, a sus pies les ponen grilletes: ¿ha pen-
sado en eso?, ¿qué hace con aquello?, ¿es usted muy cohe-
rente? ¿acaso no ve la contradicción? También dulzura,
de no responder nunca. Solamente hay algo todavía peor
que las objeciones y refutaciones de las objeciones, esto
es. la reflexión, el retorno a. . . Por ejemplo, en un libro,
el regreso a otro anterior: y, ¿qué hay de eso?, ¿ha com-
prendido bien a Freud?, y ¿su último libro, ha cambiado
usted? Analizar la situación ¡qué horror! Un libro no tiene
objeto ni sujeto, está elaborado de materias distintamente
formadas, de fechas y velocidades muy diferentes. A par-
tir del momento en que un libro es atribuido a un sujeto,
se descuida este trabajo de las materias y de la exteriori-
dad de sus relaciones. Se fabrica un Dios bueno para los
movimientos .geológicos. En un libro, a igual que en todas
las cosas, hay líneas de articulación o de segmentarie-
dad, planos, territorialidades; pero, también, lineas de fu-
ga, movimientos de desterritorialización y de destratifica-
ción. Las velocidades comparadas de circulación de flujo,
según estas líneas, llevan en sí fenómenos de retraso rela-
tivo, de viscosidad o, por el contrario, de precipitación y
ruptura (ciertamente el psicoanálisis ha sido nuestra traba;
era necesario cortar). Todo esto, líneas, velocidades me-
dibles, constituye una composición maquínica. Un libro es
una tal composición y, como tal, es inatribuible. Es una
multiplicidad aunque todavía no se sabe lo que el múltiple
implica cuando él deja de ser atribuido, o sea, cuando es
elevado al estado de substantivo. Una composición maquí-
nica es dirigida hacia los planos, los cuales forman, indu-
dablemente, una especie de organismo, o bien, una tota-
lidad significante, o bien una determinación atribuible a
un sujeto, pero no menos hacia un cuerpo sin órganos que
no cesa de deshacer el organismo, de hacer pasar y circu-
lar partículas asignificantes, intensidades puras; y de atri-
buirse los sujetos a los cuales no deja más que un nom-
bre, como traza de una intensidad. ¿Cuál es el cuerpo sin
órganos de un libro? Hay varios: según la naturaleza de w
las líneas consideradas; según su contenido o su densidad
propia; según su posibilidad de convergencia en un "pla-
no de consistencia" que asegure en la selección. Por aquí,
como por allá, las unidades de medida constituyen lo esen-
cial: cuantificar la escritura. No hay diferencia entre aque-
llo de lo cual un libro habla y del modo como está elabo-
rado. Un libro no tiene, pues, no más objeto. En calidad
de composición, él mismo está en conexión con otros cuer-
pos sin órganos. No se deberá preguntar nunca lo que un
libro quiere decir, significado o significante; tampoco
deberá tratarse de comprender nada en un libro. Única-
mente vale preguntar con qué funciona; en conexión de
qué hace pasar o no intensidades; en cuáles multiplicida-
des introduce y metamorfosea la suya; con qué cuerpos sin
órganos hace converger el suyo. Un libro no existe más
que por lo exterior y en el exterior. Así pues, siendo un
libro por sí mismo una pequeña máquina, cabe preguntar:
¿en qué relación, a su vez mensurable, se encuentra esta
máquina literaria con una máquina de guerra, una máqui-
na de amor, una máquina revolucionaria, etc., —y con una
máquina abstracta que las arrastre? Se nos ha reprochado
invocar con demasiada frecuencia a los literatos. Objeción
idiota, ya que, cuando se escribe, sólo hay una cuestión la
cual consiste en saber a qué otra máquina puede y debe
estar conectada la máquina literaria, para que le sea dable
funcionar. Kleist, y una loca máquina de guerra; Kafka, y
una inaudita máquina burocrática. .. (Y, suponiendo que
uno se tornara animal o vegetal por literatura, lo cual de
ninguna manera quiere decir literariamente, ¿no sería pri-
mero por la voz que uno se convierte en animal?) La lite-
ratura es una composición, nada tiene que ver con la ideo-
logía; no hay ni jamás hubo ideología.
Nosotros no hablamos de algo distinto: las multipli-
cidades, las líneas, planos, segmentariedades, líneas de
fuga e intensidades, las disposiciones maquinicas y sus
diferentes tipos, los cuerpos sin órganos y su construcción,
su selección, el plano de consistencia, las unidades de me-
dida en. cada uno de los casos. Los estratómetros, los
deleómetros, las unidades CsO de densidad, las unidades
CsO de convergencia no sólo forman una cuantificación
de la escritura, sino que la definen como en tanto que son
siempre la mesura de algo distinto. Escribir no tiene nada
que ver con significar, sino con medir, cartografiar, in-
clusive las comarcas venideras.
Un primer tiempo de libro es el libro-raíz. El árbol es
ya.la imagen del mundo; también, la raíz es la imagen del
árbol-mundo. Es el libro clásico, como bella interioridad
orgánica, significante y subjetiva (los planos del libro).
El libro imita al mundo, como el arte, a la naturaleza: por
procedimientos que le son propios, y que conducen a buen
término lo que la naturaleza no puede o no puede hacer ya.
La ley del libro es aquella de la reflexión; el Uno que se
torna dos. ¿Cómo la ley del libro podría estar en la natu-
raleza, dado que preside la propia división entre mundo
y libro: naturaleza y arte? Uno se convierte en dos:
siempre que nos encontramos de nuevo con esta fórmula
—así fuera estratégicamente anunciada por Mao, y asi
fuese comprendida "dialécticamente" al máximum—, nos
hallamos ante el más clásico y más reflexionado pensa-
miento, el más viejo y fatigado. La naturaleza no se con-
duce así: las propias raices son en ella pivotantes, con
una ramificación más numerosa lateral y circular, no dico-
tómica. El espíritu retarda sobre la naturaleza. Hasta el
libro, como realidad natural, es pivotante, con su eje, y
las hojas a su derredor. Pero, el libro, como realidad es-
piritual, el Árbol o la Raíz, en tanto que imagen, no deja
de desarrollar la ley del Uno que se convierte en dos,
luego, dos que se convierte en cuatro. . . La lógica binaria
es la realidad espiritual del árbol-raiz. Hasta una disci-
plina tan "avanzada" como la lingüistica conserva este ár-
bol-raiz en calidad de imagen de base, que la vincula a la
reflexión clásica (así Chomsky y el árbol syntagmático
da comienzo en un punto S, para proceder por dicotomía).
Eso es tanto como decir que este pensamiento jamás ha
comprendido la multiplicidad: requiere de una fuerte uni-
dad primordial supuesta para llegar a dos mediante un
método espiritual. Y del lado del objeto, según el método
natural, es indudable que se puede pasar directamente del
Uno al tres, cuatro o cinco, si bien a condición siempre de
disponer de una fuerte unidad primordial, esto es, la del
pivote que soporta las raíces secundarias. Esto casi no
mejora. Las relaciones biunívocas entre círculos sucesivos
tan sólo han podido remplazar la lógica binaria de la di-
cotomía. La multiplicidad no es mejor comprendida por la
raíz pivotante que por la dicotómica. Una opera en el objeto,
en tanto que la otra lo hace en el sujeto. La lógica binaria
y las relaciones biunivocas dominan aún el psicoanálisis
(el árbol del delirio en la interpretación freudiana de Schre-
ber), la lingüística y el estructuralismo, y hasta la infor-
mática.
El sistema raicilla, o raíz fasciculada, es la segunda
figura del libro, de la cual nuestra modernidad se vale
gustosamente. En esta ocasión, la raíz primordial ha abor-
tado, o bien se destruye hacia su extremidad; sobre ella
se va injertando una multiplicidad inmediata y cualquiera
de las raíces secundarias que experimentan un gran des-
arrollo. Esta vez, la realidad natural aparece en el aborto
de la principal raíz, pero su unidad no subsiste nada me-
nos como pasado o venidero, como posible. Y cabe pre-
guntarse si la realidad espiritual y pensada no compensa
este estado manifestando, a su vez, la exigencia de una
unidad secreta aún más comprensiva, o de una totalidad
más extensa. Sea el procedimiento de cut-up, de Bur-
roughs: el plegado de un texto sobre otro, constitutivo de
raices múltiples e, inclusive, adventicias (diríamos un
esqueje), implica una dimensión suplementaria a la de los
textos considerados. En esta dimensión suplementaria del
plegado es en donde la unidad prosigue su trabajo espi-
ritual. En este sentido, la obra más resueltamente parce-
laria puede ser también presentada como la Obra total o
el Gran Opus. Los métodos modernos, en su mayoría, va-
len perfectamente para hacer proliferar las series o para
favorecer el crecimiento de una multiplicidad en una
dirección, por ejemplo lineal, en tanto que una unidad de
totalización se afirma tanto más en otra dimensión, la de
un círculo o de un ciclo. Cada vez que una multiplicidad
se encuentra apresada en una estructura, su crecimiento
está compensado por una reducción de las leyes de com-
binación. Los abortadores de la unidad son aquí manifies-
tamente hacedores da ángeles, doctores angelici, ya que
afirman una unidad propiamente angélica y superior. Las
palabras de Joyce, justamente llamadas "de raíces múlti-
ples", no rompen de hecho la unidad lineal de la palabra
y hasta de la lengua, más que estableciendo una unidad
cíclica de la frase, del texto o del saber. Los aforismos
de Nietzsche sólo rompen la unidad lineal del saber remi-
tiendo a la unidad cíclica del eterno retorno, presente como
un no-sabido en el pensamiento, lo cual viene a significar
que el sistema fasciculado no rompe verdaderamente con
el dualismo, con la complementariedad de un sujeto y de
un objeto, de una realidad natural y de una realidad es-
piritual: la unidad nunca deja de ser contrariada e impe-
dida en el objeto, mientras que un nuevo tipo de unidad
triunfa en el sujeto. El mundo ha perdido su pivote, el
sujeto ya no puede dicotomizar, siquiera; pero, accede a
una unidad más alta, de ambivalencia o de sobredetermi-
nación, en una dimensión siempre suplementaria de la de
su objeto. El mundo se ha convertido en un caos; pero el
libro permanece como imagen del mundo, caosmos-raicilla
en lugar de cosmos raíz. Rara mistificación, ésta del libro,
tanto más total cuanto más fragmentada. El libro como a
imagen del mundo; de todos modos, ¡qué idea tan insulsa!
Verdaderamente no basta prorrumpir en ¡Viva lo múltiple!,
aun cuando esta exclamación sea difícil de lanzar. Ningu-
na habilidad tipográfica, lexical o inclusive sintáctica será
capaz de hacerlo entender. Lo múltiple hay que hacerlo,
no precisamente añadiendo siempre una dimensión supe-
rior, antes bien, por el contrario, lo más sencillamente
posible, a fuerza de sobriedad, al nivel de las dimensio-
nes de que se dispone, siemprpe n-1 (sólo así es como el
uno forma parte de lo múltiple, estando siempre subs-
traído). Substraer lo único de la multiplicidad a constituir;
escribir a n-1.
A este sistema se le podría llamar rizoma. Un rizoma
como tronco subterráneo se distingue totalmente de las
raices y raicillas. Los bulbos, los tubérculos son rizomas.
Las plantas de raíz o raicillas pueden ser rizomorfas por
cualquier otro concepto: la cuestión de saber si la botánica,
en su especificidad, no es por entero rizomórfica. Incluso
hay animales que lo son por lo que respecta a su forma de
manada; las ratas son rizomas. Las madrigueras lo son en
cuanto a todas sus funciones de habitat, de previsión, de
desplazamiento, de evasión y de ruptura. El rizoma en
sí posee muy diversas formas, desde su extensión super-
ficial ramificada en todos los sentidos, hasta sus concre-
ciones en bulbos y tubérculos. Cuando las ratas se deslizan
unas bajo las otras. En el rizoma se encuentra lo mejor
y lo peor: la patata y el grama, la mala hierba. Animal y
planta, la grama, es la digitaria. Estamos persuadidos que
a nadie podríamos convencer si dejáramos de enumerar
algunos caracteres aproximados del rizoma. 1º y 2º — Prin-
cipios de conexión y heterogeneidad: cualquier punto de
un rizoma puede ser conectado con otro cualquiera, y debe
serlo. No es igual con respecto al árbol o a la raíz que fijan
un punto, un orden. El árbol lingüístico al modo de Choms-
ky aún comienza en un punto S y procede por dicotomía. En
un rizoma, a la inversa, cada rasgo no remite necesaria-
mente a un rasgo lingüístico: eslabones semióticos de todas
naturalezas están ahí conectados a modos de codificación
muy distintos, eslabones biológicos, políticos, económicos,
etc., poniendo en juego no sólo regímenes de signos dife-
rentes, sino también, estatutos de estados de cosas. Las
disposiciones colectivas de enunciación funcionan, en efec-
to, directamente en las disposiciones maquínicas, y no es
posible establecer una ruptura radical entre los regímenes
de signos y sus objetos. En la lingüística, aun cuando se
pretende ceñirse a lo explícito y nada suponer de la lengua,
se permanece en el interior de las esferas de un discurso
que implica todavía modos de disposición y tipos de poder
social particulares. La gramaticalidad de Chomsky, el sím-
bolo categorial S que domina todas las frases, es primero
un marcador de poder antes que un marcador sintáctico:
Formarás frases gramaticalmente correctas; dividirás cada
enunciado en sintagma nominal y .sintagma verbal (primera
dicotomía. . .). No habrá reproche para tales modelos lin-
güísticos de ser excesivamente abstractos, antes bien, a la
inversa, de no serlo bastante, de no alcanzar a la máquina
abstracta que efectúa la conexión de una lengua con con-
tenidos semánticos y pragmáticos de los enunciados, con
las disposiciones colectivas de enunciación, con toda una
micropolítica del campo social. Un rizoma no dejaría de
conectar eslabones semióticos, organizaciones de poder, co-
yunturas remitiendo a las artes, a las ciencias, a las luchas
sociales. Un eslabón semiótico es como un tubérculo que
aglomera muy diversos actos, lingüísticos, pero igualmen-
te perceptivos, mímicos, gestuales, cogitativos: no existe
lengua en sí; tampoco, universalidad del lenguaje. Con-
curren diversos dialectos, patúa y argot, en abundancia,
lenguas especiales. No existe el locutor-auditor ideal,
así como no se cuenta con una comunidad lingüística ho-
mogénea. De acuerdo con una fórmula de Weinreich, "la
lengua es una realidad esencialmente heterogénea". a) No
hay una lengua-madre, sino toma del poder de una lengua
dominante en una multiplicidad política. La lengua logra
su estabilidad en torno a una parroquia, un obispado, una
capital. Hace bulbo. Evoluciona por troncos y flujos sub-
terráneos, a lo largo de valles fluviales, o líneas de ferro-
carril, se desplaza por medio de manchas de aceite. (2) En
la lengua siempre se pueden realizar descomposiciones es-
tructurales internas: esto no es esencialmente distinto de
una investigación de raíces. Siempre hay algo de cariz
genealógico en el árbol, no se trata de un método popular.
Al contrario, un método de tipo rizoma sólo puede anali-
zar el lenguaje descentrándolo sobre otras dimensiones y
demás registros. Una lengua jamás se encierra en si misma,
como no sea en una función de impotencia.
3º—Principio de multiplicidad: únicamente si lo mul-
tiplica es positivamente tratado como substantivo, multi-
plicidad, es cuando deja de tener relación alguna con el
Uno como sujeto o como objeto, como realidad natural o
espiritual, como imagen y mundo. Las multiplicidades son
rizomáticas, y denuncian las seudomultiplicidades arbores-
centes. No hay unidad que sirva de pivote en el objeto,
así como tampoco que se divida en el sujeto. Ni una uni-
dad siquiera, aun queriendo, para abortar en el objeto y
para "retornar" en el sujeto. Una multiplicidad no tiene
sujeto ni objeto, sino tan sólo determinaciones, grandezas,
dimensiones que no pueden crecer sin que ella cambie de
naturaleza (las leyes de combinación crecen, pues, me-
diante la multiplicidad). Los hilos de la marioneta, en tanto
que rizoma o multiplicidad, no remiten a la voluntad, que
se supone es única, de un artista o de un pensador, antes
bien a la multiplicidad de las fibras nerviosas que, a su vez,
forman otra marioneta, siguiendo otras dimensiones conec-
tadas a las primeras: "Los hilos o los troncos que mueven
a las marionetas -—llamémosles la trama. Podríamos objetar
que su multiplicidad resida en la persona del actor que la
proyecta en el texto. Sea; pero sus fibras nerviosas forman,
a su vez, una trama. Y ellas se sumergen a través de la
masa gris, la retícula, hasta lo indiferenciado. . . El juego
se acerca a la pura actividad de los tejedores, aquella que
es atribuida por los mitos a las parcas y a los nornes. (3)
Una composición es, precisamente, este crecimiento de las
dimensiones en una multiplicidad que cambia inevitable-
mente de naturaleza a medida que aumenta sus conexio-
nes. En un rizoma no hay puntos o posiciones, como se
les encuentra en una estructura, un árbol, una raíz. No
hay más que líneas. Cuando Glenn Gouid acelera la eje-
cución de un trozo musical no es que actúe únicamente en
calidad de virtuoso, sino que transforma los puntos en lí-
neas, haciendo proliferar el conjunto. Es que el número
ha dejado de ser un concepto universal que mide elementos
según su lugar en una dimensión cualquiera, para conver-
tirse en una multiplicidad variable siguiendo las dimensio-
nes consideradas (primacía del dominio sobre un com-
plejo de números vinculado a este dominio). Unidades de
medida no tenemos; únicamente, multiplicidades o varie-
dades de medida. La noción de unidad nunca aparece, has-
ta que se produce en una multiplicidad una toma de poder
por el significante, o un proceso correspondiente de sub-
jetivación: asi la unidad-pivote que funda un conjunto de
relaciones biunívocas entre elementos objetivos o puntos
objetivos, o bien el Uno que se divide siguiendo la ley de
una lógica binaria de la diferenciación en el sujeto. La
unidad siempre actúa en el seno de una dimensión vacía,
suplementaria a aquella que pertenece al sistema conside-
rado (encodificar). Pero, precisamente, un rizoma o mul-
tiplicidad no deja nunca encifrar, no dispone jamás de
dimensión suplementaria al número de sus líneas, es decir,
a la multiplicidad de números destinados a esas líneas. To-
das las multiplicidades son planas en tanto que ellas llenan,
ocupan todas sus dimensiones: asi pues, se hablará de un
plano de consistencia de las multiplicidades, aunque este
"plano" sea de dimensiones crecientes conforme el número
de conexiones que se establecen en él. Las multiplicidades
se definen por lo externo: por la línea abstracta, línea de
fuga o de desterritorialización conforme la cual transfor-
man su naturaleza al conectarse con otras. El plano de
consistencia (retícula) es la parte exterior de todas las mul-
tiplicidades. La línea de fuga señala, a un tiempo, la rea-
lidad de un número de dimensiones limitadas, que la mul-
tiplicidad llena efectivamente; la imposibilidad de toda
dimensión suplementaria, sin que la multiplicidad se trans-
forme siguiendo esta línea; la posibilidad y la necesidad
de allanar todas estas multiplicidades en un mismo plano
de consistencia o de exterioridad, cualesquiera que sean sus
dimensiones. Lo ideal de un libro sería exponer todo sobre
tal plano de exterioridad, sobre una sola página, sobre una
misma zona: acontecimientos vividos, determinaciones his-
tóricas, conceptos reflexionados, individuos, grupos y for-
maciones sociales. Kleist inventó una escritura de este tipo,
un encadenamiento destrozado de afectos, con velocida-
des variables, precipitaciones y transformaciones, siempre
en conexión con lo externo. Anillos abiertos. También sus
textos se oponen por todos conceptos al libro clásico y
romántico constituido por la interioridad de una substancia
o de un sujeto. El libro-máquina de guerra contra el libro-
aparato de Estado. Las multiplicidades planas de n di-
mensiones son asignificantes y asubjetivas. Ellas son de-
signadas por artículos indefinidos, o más pronto partitivos
{del grama, del rizoma. . .).
No habremos de preguntarnos, sobre todo, lo qué una
multiplicidad significa ni a quién se atribuye, sino que, tra-
tándose de una multiplicidad cualquiera, pongamos, por
ejemplo, FASCISMO —horrible multiplicidad—, defini-
da por sus líneas o dimensiones —expuestas, precisamen-
te, en el plano de consistencia—, nos podemos preguntar
según que dimensión significa esto o aquello, según que
linea se atribuye a un individuo, a un grupo o a una for-
mación social. Pues existe un fascismo individual, uno de
grupo y otro de formación social. Y, precisamente, tales
distinciones no son pertinentes, sino secundarias y deriva-
das con respecto al estudio directo de multiplicidad. (4) Es
necesario golpear fuerte con el martillo, aplanar para con-
vertirnos en forjadores del inconsciente.
4º—Principio de ruptura asignificante: contra los cor-
tes demasiado significantes, cortes que separan las estruc-
turas, o que atraviesan una. Un rizoma puede ser roto,
quebrado en cualquier parte, vuelve a brotar siguiendo tal
o cual de sus lineas y aun otras líneas. No se termina nun-
ca con las hormigas, ya que éstas forman un rizoma animal
en el cual la mayor parte puede ser destruida sin que deje
de reconstruirse. Todo rizoma comprende líneas de seg-
mentariedad, según las cuales es estratificado, territoriali-
zado, organizado, significado, atribuido, etc.; pero tam-
bién líneas de desterritorialización por las que huye sin
cesar. Hay ruptura en el rizoma cada vez que lineas seg-
mentarias exploten en una línea de fuga, si bien ésta for-
ma parte del rizoma. Estas líneas no dejan de remitirse las
unas a las otras. Es por esta razón que nunca se puede dar
un dualismo o una dicotomía, aun bajo la forma rudi-
mentaria de lo bueno y lo malo. Se produce una ruptura,
se traza una linea de fuga, no obstante, siempre se corre
el riesgo de volver a encontrar en ella organizaciones que
reestratifican el conjunto, formaciones que devuelven el po-
der a un significante, atribuciones que reconstituyen un su-
jeto —todo lo que uno quiera, desde los resurgimientos edí-
picos hasta las concreciones fascistas. Hemos sido concep-
tuados de fascistas; jamás lo seremos suficiente, hasta tal
extremo somos conscientes, nosotros al menos, que el fas-
cimo no es aquel de otros únicamente. Los grupos y los
individuos contienen microfascismos que no piden sino cris-
talizarse. Sí, el grama es también rizoma. Lo bueno y lo
malo no pueden ser más que el producto de una selección
activa y temporal a empezar de nuevo.
¿Acaso los movimientos de desterritorialización, así co-
mo los procesos de reterritorialización no podrían ser rela-
tivos, perdurablemente empalmados, asidos los unos de los
otros? La orquídea se desterritorializa formando una ima-
gen, una reproducción exacta de la avispa; pero, la avispa
se reterritorializa en esta imagen; no obstante, se desterri-
torializa, volviéndose una pieza en el aparato de repro-
ducción de la orquídea; sin embargo, ella reterritorializa
la orquídea transportándole el polen. La avispa y la or-
quídea, en tanto que heterogéneas, establecen rizoma. Se
podría decir que la orquídea imita a la avispa, de la cual
ella reproduce la imagen de una manera significante (mi-
mesis, mimetismo, treta, etc.). Sin embargo, esto solo no
es verdad más que a nivel de estratos —paralelismo entre
dos estratos tales que una organización vegetal sobre el
uno imita una organización animal sobre el otro. A un tiem
po, se trata de algo completamente distinto: nada absolu
tamente de imitación, sino captura del código, plusvalía del
código, aumento de valencia, verdadero devenir, devenir-
avispa de la orquídea, devenir-orquídea de la avispa, cada
uno de estos devenires asegurando la desterritorialización
de uno de los términos y la reterritorialización del otro, los
dos devenires encadenándose y relevándose según una
circulación de intensidades que impulsa a la desterritoriali-
zación siempre más y más lejos. No hay imitación ni pa-
recido. sino explosión de dos series heterogéneas en la
linea de fuga compuesta por un rizoma común, el cual no
puede ser ya atribuido ni sometido, sea lo que fuere de
significante. Rémy Chauvin dice claramente: "Evolución
apáratela de dos seres que en absoluto tienen nada que
ver el uno con el otro". (5) Con más generalidad puede ser
que los esquemas de evolución sean llevados de más en
más a abandonar el viejo modelo del árbol y de la descen-
dencia. En ciertas condiciones, un virus puede conectarse
a células germinales y él mismo transmitirse como gene-
celular de una especie complexa: aún más: podría huir,
pasar a las células de otra especie cualquiera no sin llevar-
se "informaciones genéricas" provenientes del primer hués-
ped (de esta suerte son las investigaciones actuales de
Penveniste y Todaro acerca de un virus del tipo C, en su
doble conexión con el ADN del babuino y el ADN de cier-
tas especies de gatos domésticos). Los esquemas de evo-
lución ya no se harían únicamente según modelos de
descendencia arborescente, yendo del menos diferenciado
al más diferenciado, sino, según un rizoma, actuando de
inmediato en lo heterogéneo y saltando de una linea ya di-
ferenciada a otra. (6) Allí aun, evolución apáratela del ba-
buino y del gato, donde uno no es, evidentemente, el modelo
del otro, así como el otro tampoco es la copia del uno (un
deyenir-babuino en el gato no significaría que el gato 'ha-
ga ' el babuino). Por nuestra parte, hacemos rizoma con
nuestro virus, o más bien son nuestros virus los que nos
hacen hacer rizoma con otros animales. En opinión de Ja-
cob, las transferencias de material genético por virus u
otros procedimientos, las fusiones de células descendientes
de especies diferentes, tienen resultados análogos a los
"amores abominables estimados en la Antigüedad y en la
Edad Media". (7) Comunicaciones transversales entre líneas
diferenciadas enmarañan los árboles genealógicos. Buscar
siempre lo molecular o hasta la partícula submolecular con
la cual nos enlazamos. Evolucionamos y nos morimos más
de gripes polimorfas y rizomáticas que de nuestras enfer-
medades hereditarias o de enfermedades que tienen en sí
su propia descendencia. El rizoma es una antigenealogía.
Lo mismo acontece con el libro y el mundo: el libro no es
imagen del mundo, de acuerdo con una arraigada creencia.
Hace rizoma con el mundo; hay evolución aparalela del libro
y del mundo; el libro asegura la desterritorialización del
mundo, pero el mundo opera una reterritorialización del li-
bro que, a su vez, se desterritorializa en sí mismo en el mun-
do (de ser capaz de ello y si puede). La mimética es un muy
mal concepto, que depende de una lógica binaria, para fenó-
menos de muy distinta naturaleza. El cocodrilo no repro-
duce un tronco de árbol, al igual que el camaleón no re-
produce los colores de su alrededor. La Pantera rosa no
imita nada, no reproduce nada, pinta el mundo de su co-
lor, rosa sobre rosa, es su devenir-mundo, para hacerse
ella misma imperceptible, asignificante, labrar su ruptura,
su línea de fuga, llevar hasta el final su "evolución apa-
ralela . Sabiduría de las plantas: incluso cuando ellas son
araices, siempre hay un exterior donde hacen rizoma con
aguna cosa —con el viento, con un animal, con el hombre
(y también un aspecto por el cual los mismos animales
construyen rizoma, y los hombres, etc.). "La embriaguez
como irrupción triunfal de la planta en nosotros". Y siem-
pre seguir el rizoma por ruptura, extender, prolongar, rele-
var la línea de fuga, variarla, hasta producir la línea más
abstracta y tortuosa con n dimensiones, con las direccio-
nes rotas. Conjugar los flujos desterritorializados. Seguir
a las plantas: empezaremos por fijar los límites de una
primera línea según los círculos de convergencia alrede-
dor de singularidades sucesivas; y después veremos si, en
el interior de esta línea, nuevos círculos de convergencia
se establecen con nuevos puntos situados fuera de los lí-
mites y en otras direcciones. Escribir, construir rizoma,
aumentar su territorio por desterritorialización, extender
la línea de fuga hasta .el punto en donde ella cubra todo
el plano de consistencia en un máquina abstracta. "Prime-
ro ve a tu primera planta, y allí observa atentamente como
se derrama el agua a chorros a partir de ese punto. La llu-
via ha debido transportar los granos lejos. Sigue los re-
gueros que el agua ha cavado, así conocerás la dirección
de la desembocadura. Busca, entonces, la planta, que, en
esta dirección, se encuentra más alejada de la tuya. Todas
las que crezcan entre estas dos son para tí. Más tarde,
cuando estas últimas siembren a su vez sus granos, tú po-
drás, siguiendo el curso de las aguas a partir de cada una
de esas plantas, ampliar su territorio". (8) La música no
ha dejado de introducir sus líneas de fuga, como otras
tantas "multiplicidades de transformación", incluso invir-
tiendo sus propios códigos los cuales la estructuren o la
arborifiquen; es por esta razón por la que la forma musi-
cal, hasta en sus rupturas y proliferaciones, es compa-
rable a la mala hierba, un rizoma. (9)
5º y 6º —Principio de cartografía y de calcomanía; un
rizoma no responde a ningún modelo estructural o gene-
rativo. Es tan ajeno a toda idea de eje genético, como a la
de estructura profunda. Un eje genético es como una uni-
dad pivotal objetiva sobre la que se organizan estudios
sucesivos; una estructura profunda es más bien como una
serie de base descomponible en constituyentes inmediatos,
mientras que la unidad de producto pasa a otra dimensión,
transformacional y subjetiva. Así no se sale del modelo
representativo del árbol o de la raíz-pivotal o fasciculada
(por ejemplo el "árbol" chomskiano, asociado a la serie
de base, y representando el proceso de su generación desde
una lógica binaria). Variación sobre el más viejo pensa-
miento. Del eje genético o de la estructura profunda, deci-
mos que son antes que nada principios de calco, reprodu-
cibles hasta el infinito. Toda la lógica del árbol es una
lógica del calco y de la reproducción. Tanto en la lingüis-
tica como en el psicoanálisis tiene por objeto un incons-
ciente el mismo representativo, cristalizado en complejos
codificados, repartido sobre un eje genético o distribuido
sobre una estructura sintagmática. Esta tiene como fin la
descripción de un estado de hecho, la reestabilización de
relaciones intersubjetivas o la exploración de un inconscien-
te presente, agazapado en los rincones oscuros de la me-
moria y del lenguaje. Consiste en calcar algo que se da
completamente hecho a partir de una estructura que sobre-
codifica o de un eje que soporta. El árbol articula y je-
rarquiza calcos, los calcos son como las hojas del árbol.
Otra cosa es el rizoma, mapa y no calco. Hacer el mapa
y no el calco. La orquídea no reproduce el calco de la avis-
pa; hace mapa con la avispa en el seno de un rizoma. Si el
mapa se opone al calco es porque está enteramente diri-
gido hacia una experimentación derivada de la realidad.
El mapa no reproduce un inconsciente cerrado sobre si
mismo, lo construye. Contribuye a la conexión de los cam-
pos y a levantar el bloqueo de los cuerpos sin órganos a
su máxima apertura sobre un plano de consistencia. For-
ma parte del rizoma. El mapa es abierto, es conectable en
todas sus dimensiones, desmontable, reversible, suceptible
de recibir constantemente modificaciones. Puede ser roto,
invertido, adaptarse a montañas de cualquier naturaleza,
ser comenzada su realización por un individuo, grupo, for-
mación social. Se le puede dibujar en un muro, concebirlo
como una obra de arte, construirlo como una acción polí-
tica o como una meditación. Puede ser uno de los caracte-
res más importantes del rizoma, tener siempre múltiples
entradas; en este sentido, la madriguera es un rizoma ani-
mal y permite una neta distinción entre la línea de fuga
como túnel de desplazamiento y los estratos de reserva o
de habitación (cf. el ratón almizclero). Un mapa tiene entra-
das múltiples, contrariamente al calco que vuelve siempre a
"lo mismo". Un mapa es cuestión de ejecución, mientras
que el calco remite siempre a una presunta "competencia".
Al contrario del psicoanálisis, de la competencia psico-
analítica que proyecta cada deseo y enunciado sobre
un eje genético o sobre una estructura sobre codifican-
te, y que prolonga hasta el infinito los calcos monóto-
nos de los estadios sobre este eje o los constituyentes en
esta estructura, el esquizo-análisis rechaza toda idea de
fatalidad calcada, cualquiera que sea el nombre que se
le dé, divino, anagógico, histórico, económico, estructural,
hereditario o sintagmático. (Se ve claramente como Mé-
lanie Klein no comprende nada del problema de cartogra-
fía de uno de sus pequeños pacientes, el niño Richard, y
se contenta con trazar calcos confeccionados —Edipo, el
buen padre y el malo, la mala y la buena madre, mientras
que el niño trata con desesperación de proseguir una rea-
lización que el psicoanálisis desconoce absolutamente.) (10)
Las impulsiones y objetos parciales no son ni estadios sobre
el eje genético, ni posiciones en una estructura profunda;
son opciones políticas para problemas, entradas y salidas,
callejones sin salida que el niño vive políticamente, es de-
cir, con toda la fuerza de su deseo.
Sin embargo, ¿no estaremos restaurando un simple dua-
lismo, oponiendo los mapas al calco, como un lado bueno
y uno malo? ¿No es lo propio de un mapa que pueda ser
calcado?; ¿no es lo propio de un rizoma cruzar raíces?;
¿confundirse a veces con ellas?; ¿acaso un mapa no impli-
ca fenómenos de redundancia que son como sus propios
calcos?; ¿no tienen una multiplicidad sus estratos donde
se arraigan unificaciones y totalizaciones, masificaciones,
mecanismos miméticos, tomas de poder significantes, atri-
buciones subjetivas? Incluso las líneas de fuga ¿no van a
reproducir, gracias a su divergencia eventual, las forma-
ciones que tenían por función deshacer o cambiar? Pero lo
contrario también es verdad, es una cuestión de método:
Siempre hay que llevar el calco sobre el mapa. Y esta ope-
ración no es en absoluto simétrica de la precedente. Ya
que, con todo rigor, no es exacto que un calco reproduz-
ca el mapa. Es más bien como una foto, una radio que
empezaría por elegir o aislar lo que tiene intención de re-
producir, con la ayuda de medios artificiales, con la ayu-
da de colorantes u otros procedimientos de impresión. Es
siempre el imitador quien crea su modelo y lo atrae. El
calco ha traducido ya el mapa en imagen, ya ha transfor-
mado el rizoma en raices y raicillas. Ha organizado, esta-
bilizado, neutralizado las multiplicidades, según ejes de sig-
nificancia y de subjetivación que son sus propios ejes. Ha
generado, estructuralizado el rizoma, y el calco sólo se re-
produce ya a si mismo cuando cree reproducir otra cosa.
Por esto es por lo que es tan nocivo. Inyecta redundancias
y las propaga. Lo que el calco reproduce del mapa o del
rizoma son solamente los atolladeros, los bloqueos, los gér-
menes de pivote o los puntos de estructuración. Mirad e]
psicoanálisis y la lingüística: el uno no ha sacado nunca
del inconsciente más que calcos o fotos; la otra, calcos o
fotos del lenguaje, con todas las traiciones que eso supone
(no es de extrañar que el psicoanálisis haya unido su suer-
te a la de la lingüistica). Obsérvese lo que pasaba ya con
el pequeño Hans, en puro psicoanálisis infantil: no se ha
cesado de ROMPERLE SU RIZOMA, de BORRARLE
SU MAPA, de ponérselo al derecho, de bloquearle toda
salida, hasta que desee su propia vergüenza y su culpa-
bilidad, hasta que se enraice en él la vergüenza y la cul-
pabilidad, FOBIA (se le cierra el rizoma del inmueble,
después el de la calle, se le enraiza en la cama de los pa-
dres, se le raicilla sobre su propio cuerpo, se le bloquea
sobre el profesor Freud). Freud considera explícitamente
la cartografía del pequeño Hans, pero siempre y solamen-
te para plegarla sobre una foto de familia. Y ved lo que
-hace Melanie Klein con las cartas geo-políticas del pe-
queño Richard: saca fotos, hace calcos; adóptese la pose o
se siga el eje. estadio genético o destino estructural, el ri-
zoma propio se romperá. Nada impedirá vivir y hablar con
la condición de cerrar toda salida. Cuando un rizoma es
interceptado, arborificado, se acabó, nada sucede ya con
el deseo; porque es siempre por rizoma como el deseo se
mueve y produce. Cada vez que el deseo recorre un árbol
tienen lugar recaídas internas que le hacen fracasar y le
conducen a la muerte; pero el rizoma opera sobre el deseo
por impulsos exteriores y productivos.
Es por este rizoma por lo que resulta tan importante
ensayar la otra operación inversa, pero no simétrica. Aco-
plar los calcos sobre el mapa, llevar las raíces o los árbo-
les a un rizoma. Estudiar el inconsciente, en el caso del
pequeño Hans, sería mostrar cómo éste intenta constituir
un rizoma con la casa familiar, pero también con la línea
de fuga del inmueble, de la calle, etc.; mostrar al niño
cómo están cortadas esas líneas, haciéndose enraizar en
la familia, fotografiar bajo el padre, calcar sobre el lecho
materno; después, cómo la intervención del profesor Freud
asegura una toma de poder del significante como una sub-
jetivación de los afectos; cómo el niño ya no puede huir
más que bajo la forma de un devenir-animal aprehendido
como vergonzoso y culpable (el devenir-caballo del pe-
queño Hans, verdadera opción política). Pero siempre
habría que re-situar los callejones sin salida sobre el mapa
y, de este modo, abrirlos sobre las posibles lineas de fuga.
Lo mismo sucedería para un mapa de grupo: mostrar en
qué punto del rizoma se forman los fenómenos de masi-
ficación, de burocracia, de liderazgo, de fascistización,
etc., qué líneas subsisten a pesar de todo que, aun subte-
rráneas. continúan haciendo oscuramente rizoma. El mé-
todo Deligny: hacer el mapa de los gestos y los movimien-
tos de un niño autista, combinar varios mapas para el
mismo niño, para varios niños. . .(11) Si es verdad que
el mapa o el rizoma tienen esencialmente entradas múlti-
ples, se considerará incluso que se puede entrar en él por
el camino de los calcos o la vía de los árboles-raíces, te-
niendo en cuenta las precauciones necesarias (también ahí
se renunciará a un dualismo maniqueo). Por ejemplo, nos
veremos a menudo obligados a caer en atolladeros, a pasar
por poderes significantes y afectaciones subjetivas, a apo-
yarnos sobre formaciones edípicas, paranoicas o aún peo-
res, asi como sobre territorialidades endurecidas que hacen
posibles otras operaciones transformacionales. Puede, in-
cluso, que el psicoanálisis sirva, muy a pesar suyo, de
punto de apoyo. En otros casos, al contrario, nos apoya-
remos directamente sobre una línea de fuga que permita
hacer estallar los estratos, romper las raíces y efectuar las
nuevas conexiones. Hay pues composiciones muy diferen-
tes, mapas-calcos, rizomas-raíces con coeficientes de des-
territorialización variables. Existen estructuras de árbol o
de raíces en los rizomas, pero, inversamente, una rama de
árbol o una división de maíz pueden ponerse a brotar en ri-
zoma. El punto de referencia no depende aquí de análisis
teóricos que impliquen universales, sino de una pragmática
que componga las multiplicidades o los conjuntos de in-
tensidades. En el corazón de un árbol, en el hueco de una
raíz, o en la axila de una rama, un nuevo rizoma puede
formarse. O bien es un elemento microscópico del árbol-
raiz, una raicilla, la que comienza la producción del rizoma.
La contabilidad y la burocracia proceden por calcos: sin
embargo, pueden ponerse a brotar, a lanzar tallos de ri-
zoma, como en una novela de Kafka. Un trazo intensivo
se pone a trabajar por su cuenta, una percepción alucina-
toria, una sinestesia, una mutación perversa, un juego de
imágenes se liberan, y la hegemonía del significante se en-
cuentra puesta en cuestión. Las semióticas gestuales, mí-
micas, lúdicas, etc., recobran su libertad en el niño y se
separan del "calco", es decir, de la competencia dominante
de la lengua del educador • un acontecimiento microscópi-
co trastorna el equilibrio del poder local. Así, los árboles
generativos, construidos' sobre el modelo sintagmático de
Chomsky, podrían abrirse en todos los sentidos, hacer ri-
zoma a su vez. (12) Ser rizomorfo es producir tallos y fila-
mentos que tienen el aspecto de raíces, o mejor aún se
conectan con éstos, penetrando en el tronco, libres para
servir a nuevos usos extraños. Estamos cansados del árbol.
No debemos creer ya en los árboles, en las raices ni en las
raicillas, hemos sufrido demasiado por ello. Toda la cul-
tura arborescente se basa en ellos, desde la biología hasta
la lingüistica. Al contrario, nada es bello, nada es amoroso,
nada es político excepto los tallos subterráneos y las rai-
ces aéreas, lo adventicio y el rizoma. Amsterdam, ciudad
nada enraizada, ciudad rizoma con sus canales-tallos,
donde la utilidad se conecta con la mayor locura en su
relación con una máquina de guerra comercial.
El árbol o la raíz inspiran una triste imagen del pen-
samiento que no cesa de imitar lo múltiple a partir de una
unidad superior, centro o segmento. En efecto, si se consi-
dera el conjunto ramas-raíces, el tronco desempeña el
papel de segmento opuesto para uno de los subconjuntos
recorridos de abajo arriba: un tal segmento será un "dipolo
de unión" a diferencia de los "dipolo unidades" que for-
man los rayos que emanan de un solo centro. (13) Los mis-
mos lazos pueden proliferar como en el sistema raicilla,
pero no se sale nunca del Uno-Dos, y de las multiplicida-
des únicamente fingidas. Las regeneraciones, las repro-
ducciones, los retornos, las hidras y las medusas tampoco
nos hacen salir de ahí. Los sistemas arborescentes son
sistemas jerárquicos que comprenden centros de signifi-
cancia y de subjetivación, autómatas centrales como me-
morias organizadas. Esto es así porque los modelos co-
rrespondientes son tales que un elemento no recibe sus
informaciones más que de una unidad superior y una
afectación subjetiva de vínculos preestablecidos. Esto puede
observarse en los problemas actuales de informática y má-
quinas electrónicas, que todavía conservan el más viejo
pensamiento en la medida en que confieren el poder a una
memoria o a un órgano central. En un bello artículo que
denuncia "la imaginería de arborescencias de mando" (sis-
temas centrados o estructuras jerárquicas) Pierre Rosens-
tiehí y Jean Petitot señalan: "Admitir la primacía de las
estructuras jerárquicas implica privilegiar las estructuras
arborescentes. (...) La forma arborescente admite una
explicación topológica. (...). En un sistema jerárquico,
un individuo sólo admite a un vecino activo, su superior
jerárquico. (...) Los canales de trasmisión están prees-
tablecidos: la arborescencia preexiste al individuo que se
integra en ella en un lugar preciso" (significancia y sub-
jetivación). Los autores señalan, a propósito de esto, que.
incluso cuando se cree alcanzar una multiplicidad, puede
ocurrir que esta multiplicidad sea falsa —lo que nosotros
llamamos tipo raicilla— porque su presentación o su enun-
ciado de apariencia no jerárquica, de hecho, no admiten
más que una solución totalmente jerárquica: así, el famo-
so teorema de la amistad, "si en una sociedad dos indivi-
duos cualesquiera tienen exactamente un amigo común,
entonces existe un individuo amigo de todos los otros"
(como dicen Rosentiehí y Petitot, ¿quién es el amigo co-
mún?, "¿el amigo universal de esta sociedad de parejas,
maestro, confesor, médico?; tantas ideas que están extra-
ñamente alejadas de los axiomas de partida", ¿el amigo del
género humano?, ¿o bien el p/ii/o-sofo tal como aparece
en el pensamiento clásico, incluso si es la unidad abortada
que no vale más que por su propia ausencia o su subjeti-
vidad, diciendo yo no sé nada, yo no soy nada?). Los
autores hablan a este respecto de teoremas de dictadura.
Tal es el principio de los árboles-raices o la salida, la so-
lución de las raicillas, la estructura del Poder. (14)
A estos sistemas centrados, los autores oponen siste-
mas acentrados, redes de autómatas finitos donde la comu-
nicación se hace de un vecino a cualquier otro, donde los
tallos o canales no preexisten, donde todos los individuos
son intercambiables, se definen únicamente por un estado
en tal momento, de tal manera que las operaciones locales
se coordinen y que el resultado final global se sincronice
independientemente de una instancia central. Una trans-
ducción de estados intensivos reemplaza a la topología, y
el "el grato que regula la circulación de información es de
alguna manera lo contrario del grafo jerárquico. . . El grato
no tiene ninguna razón de ser un árbol" (nosotros llamá-
bamos mapa a tal grato). Problema de la máquina de gue-
rra o del Firing-Squad: ¿es necesario un general para
que n individuos lleguen al mismo tiempo al estado fuego?
la solución sin General se encuentra mediante una multi-
plicidad acentrada que comprenda un número finito de
estados y señales de velocidad correspondiente desde el
punto de vista de un rizoma de guerra o de una lógica
de la guerrilla. Se demuestra incluso que tal multiplicidad,
composición o sociedad maquinicas, rechaza como "intru-
so asocial" a todo autómata centralizador, unificador. (15)
N, a partir de aquí es siempre n-1. Rosenstiehí y Petitot
insisten sobre esto, es decir sobre que la oposición centra-
do-acentrado vale menos por las cosas que representa que
por los modos de cálculo que aplica a las cosas. Unos ár-
boles pueden corresponder al rizoma o, inversamente, bro-
tar en rizoma. Y generalmente es verdad que una misma
cosa admite los dos modos de cálculo o los dos tipos de
regulación, aunque no sin cambiar singularmente de estado
en uno u otro caso. Tomemos, una vez más, como ejemplo,
al psicoanálisis: no solamente en su teoría, sino también
en su práctica de cálculo y tratamiento, somete al incons-
ciente a estructuras arborescentes, a grafos jerárquicos, a
memorias recapituladoras, a órganos centrales, falos, ar-
bol-falo. El psicoanálisis no puede a este respecto cambiar
de método: sobre una concepción dictatorial del incons-
ciente, funda su propio poder dictatorial, el poder: de los
psicoanalistas sobre los psicoanalizados. y de las socieda-
des de psicoanálisis sobre los psicoanalistas. El margen
de maniobra del psicoanálisis está así muy limitado, biem-
pre hay un general, un jete, tanto en el psicoanálisis como
en su objeto (general Freud). Por el contrario, tratando
el inconsciente como un sistema acentrado es decir, como
una red maquínica de autómatas finitos (rizoma), el es-
quizo-análisis accede a un estado completamente distinto
del inconsciente. Las mismas observaciones sirven para la
lingüística; Rosenstiehí y Petitot consideran acertadamen-
te la posibilidad de una "organización acentrada de una
sociedad de palabras". Tanto para los enunciados como
para los deseos, la cuestión nunca estriba en reducir el in-
consciente, en interpretarlo o en hacerlo significar según
un árbol La cuestión es producir el inconsciente y, con el,
nuevos enunciados, otros deseos: el rizoma es esta produc-
ción del inconsciente mismo.
Es curioso como el árbol ha dominado la realidad oc-
cidental y todo el pensamiento occidental, de la botánica
a la biología, la anatomía, pero también la gnoseologia la
teología, la ontología, toda la filosofía...: el fundamento-
raíz. Grund, roots y fundations. Occidente tiene una re-
lación privilegiada con el bosque y con la tala; os campos
conquistados al bosque se pueblan de cereales, objeto
de una cultura de razas de tipo arborescente; la cría,
a su vez, desplegada en barbecho, selecciona las razas
que forman toda una arborescencia animal. Oriente pre-
senta otro rostro: la relación con la estepa y el jardín (en
otros, casos, el desierto y el oasis), más bien que con el
bosque y el campo; una cultura de tubérculos -que procede
por fragmentación de los propios individuos; una separa-
ción, una puesta entre paréntesis de la cría confinada en
espacios cerrados o rechazada a la estepa de los nómadas.
Occidente, agricultura de un linaje elegido con muchos in-
dividuos variables; Oriente, horticultura de un pequeño
número de individuos remitiendo a una gran gama de "clo-
nes". ¿No hay en Oriente, sobre todo en Oceania, como
un modelo rizomático que se opone por todos conceptos al
modelo occidental del árbol? Haudricourt ve en ello inclu-
so una razón de la oposición entre las morales y las filoso-
fías de la trascendencia, caras a Occidente y las de la in-
manencia en Oriente: el Dios que siembra y siega por
oposición al Dios que pica y destierra (la picadura contra
la siembra). (16) Trascendencia, enfermedad propiamente
europea. Y no es la misma música; la tierra no tiene allí la
misma música. Y no es, en absoluto, la misma sexualidad:
las semillas, aunque reúnan los dos sexos, someten la sexua-
lidad al modelo de la reproducción; el rizoma, por el con-
trario, es una liberación de la sexualidad no solamente con
relación a la producción, sino también con relación a la ge-
nitalidad. Entre nosotros el árbol se ha plantado en los
cuerpos, ha endurecido y estratificado hasta los sexos.
Habría que dejar un lugar aparte para América. Na-
turalmente no está exenta del dominio de los árboles y de
una búsqueda de las raíces. Esto se ve hasta en la litera-
tura, en la búsqueda de una identidad nacional e incluso
de una ascendencia o genealogía europeas (Kérouac parte
en busca de sus antepasados). Por lo demás, todo lo que
ha pasado de importante, todo lo importante que sucede
procede por rizoma americano: beatnik, underground, sub-
terráneos, bandas y gangs, presiones laterales sucesivas
en conexión inmediata con un exterior. Diferencia del libro
americano con el libro europeo, incluso cuando el america-
no corre tras los árboles. Diferencia en la propia concep-
ción del libro. Y en América, las direcciones no son las
mismas: es en el Este donde se hace la búsqueda arbores-
cente y la vuelta al viejo mundo. Pero, el Oeste es rizo-
mático con sus Indios sin ascendencia, con su limite siem-
pre huidizo, sus fronteras móviles y desplazadas. Todo
un "mapa" americano al Oeste donde hasta los árboles
hacen rizoma. América ha invertido las direcciones: ha
puesto su oriente al oeste, como si la tierra se hubiera vuel-
to redonda precisamente en América; su Oeste es la franja
misma del Este. (17) (No es la India, como creía Haudri-
ccurt, la que hace de intermediaria entre Occidente y
Oriente, es América la que hace de pivote y de mecanismo
de inversión). La cantante americana Patti Smith canta la
biblia del dentista americano: no busquéis la raíz, sequid
el canal. . .
¿No habría, también, dos burocracias e, incluso, tres
(y aún más)? La burocracia occidental: su origen agrario, .
catastral, las raices y los campos, los árboles y su papel de
fronteras, el gran censo de Guillermo el Conquistador, la
feudalidad, la política de los reyes de Francia, asentar el
Estado sobre la propiedad, negociar las tierras mediante
la guerra, los procesos y los matrimonios. ¿Sucede lo mis-
mo en Occidente? Es demasiado fácil, sin duda, presentar
un Oriente de rizoma y de inmanencia; pero el Estado no
actúa según un esquema de arborescencia correspondiente
a clases preestablecidas, arborificadas y enraizadas; es una
burocracia de canales, por ejemplo, el famoso poder hi-
dráulico de "propiedad débil" donde el Estado engendra
clases canalizantes y canalizadas (cf. lo que nunca ha sido
refutado en las tesis de Wittfogel). El déspota actúa allí
como rio y no como una fuente que aún sería un punto,
punto-árbol o raíz; antes se desposa con las aguas que se
sienta bajo el árbol; y el propio árbol de Buda se convierte
en rizoma; el rio de Mao y el árbol de Louis. América, ¿no
ha procedido también aquí como intermediaria? Porque ella
actúa a la vez mediante exterminios, liquidaciones internas
(no sólo los indios, sino también los granjeros, etc.) y por
oleadas sucesivas de inmigraciones externas. El flujo del
capital produce allí un inmenso canal, una cuantificación
de poder, con los "quanta" inmediatos donde cada uno
goza a su manera en el paso del flujo-dinero (de ahí el
mito-realidad del pobre que se convierte en millonario para
volver a convertirse en pobre): todo se reúne así en Amé-
rica, a la vez árbol y canal, raíz y rizoma. No hay capita-
lismo universal y en sí, el capitalismo está en el crecimiento
de toda clase de formaciones, es siempre por naturale-
za neo-capitalismo, inventa para lo peor su cara oriental
y su cara occidental y su modificación de las dos.
Al mismo tiempo, vamos por un mal camino con todas
estas distribuciones geográficas. Un atolladero, tanto me-
jor. Si se trata de mostrar que los rizomas tienen también
su propio despotismo, su propia jerarquía, más duros aún,
muy bien porque no hay dualismo, nada de dualismo on-
tológico aquí y allá, nada de dualismo axiológico de lo bue-
no y de lo malo, nada de mezclas o síntesis americanas.
Hay, en los rizomas, nudos de arborescencia e impulsos
rizomáticos en las raíces. Aún más, hay formaciones des-
póticas de inmanencia y canalización, propias de los rizo-
mas. Hay deformaciones anárquicas en el sistema trascen-
dente de los árboles, raíces aéreas y tallos subterráneos.
Lo que cuenta es que el árbol-raíz y el rizoma-canal no se
oponen como dos modelos: el uno actúa como modelo y
calco trascendentes, aunque engendre sus propias fugas;
el otro actúa como proceso inmanente que invierte el mode-
lo y bosqueja un mapa, aunque constituya sus propias je-
rarquías, aunque suscite un canal despótico. No se trata
de tal o cual lugar sobre la tierra, ni de tal o cual momento
en la historia y aún menos de tal o cual categoría en el es-
píritu. Se trata del modelo que no cesa de erigirse y de
desmoronarse, y del proceso que no cesa de alargarse,
romperse y recomenzar. Otro o nuevo idealismo, no.
Problema de la escritura: se necesitan absolutamen-
te expresiones inexactas para designar algo exactamente.
Y en absoluto porque habría que pasar por ellas, en
absoluto porque sólo se podría proceder por aproxima-
ciones: la inexactitud no es de ningún modo una aproxi-
mación sino que, al contrario, es el paso exacto de lo que
se hace. No invocamos un dualismo más que para rechazar
otro. No nos servimos de un dualismo de modelos más que
para llegar a un proceso que rechazaría todo modelo. Al
lector corresponde tener Itrorrectores cerebrales que desha-
gan los dualismos que nosotros no hemos querido hacer,
por los que nosotros pasamos. Al lector corresponde llegar
a la fórmula mágica que todos buscamos. PLURALISMO
=MONISMO. pasando por todos los dualismos que son
el enemigo, pero enemigo completamente necesario, el mue-
ble que no cesamos de desplazar.
Resumamos los caracteres principales de un rizoma: a
diferencia de los árboles o de sus raíces, el rizoma conecta
un punto cualquiera con otro punto cualquiera, y cada uno
de sus trazos no remite necesariamente a trazos de la mis-
ma naturaleza, pone en juego regímenes de signos muy
diferentes e incluso estados de no-signos. El rizoma no se
deja reducir ni a lo Uno ni a lo múltiple. No es el Uno que
se convierte en dos, ni tampoco que se convertiría directa-
mente en tres. cuatro o cinco, etc. No es un múltiple que
deriva del Uno, ni al que se añadiría el Uno (n+1). No
se compone de unidades sino de dimensiones. Constituye
multiplicidades lineales de n dimensiones, sin sujeto ni ob-
jeto, que pueden disponerse en un plano de consistencia
del que siempre se sustrae el Uno (n—1). Tal multiplici-
dad no varía sus dimensiones sin cambiar su misma natu-
raleza y metamorfosearse. Por oposición a una estructura
que se define por un conjunto de puntos y posiciones, rela-
ciones binarias entre los puntos y relaciones biunívocas
entre las posiciones, el rizoma sólo está compuesto de lí-
neas: líneas de segmentariedad, de estratificación como
dimensiones, pero también línea de fuga o de desterritoria-
lizacion como dimensión máxima según la cual, siguiéndola,
la multiplicidad se metamorfosea cambiando de naturaleza
No deben confundirse tales líneas o lincamientos con las
lineas de tipo arborescente que sólo son lazos entre puntos
y posiciones. Por oposición al árbol, el rizoma no es obje-
to de reproducción: ni reproducción externa como el ár-
bol-imagen, ni reproducción interna como la estructura-ár-
bol. el rizoma es una antigenealogía. El rizoma procede
por variación, expansión, conquista, captura, picadura Por
oposición al grafismo, al dibujo o a la foto, por oposición
a los calcos, el rizoma se remite a un mapa que debe pro-
ducirse, construirse, siempre desmontable, conectable, in-
vertible, modificable. con entradas y salidas múltiples, con
sus líneas de fuga. Son los calcos los que hay que llevar
sobre los mapas y no a la inversa. Contra los sistemas cen-
trados (incluso policentrados). de comunicación jerárquica
y vínculos preestablecidos, el rizoma es un sistema acen-
trado. no jerárquico y no significante, sin General, sin
memoria organizadora o autómata central, definido única-
mente por una circulación de estados. De lo que se trata
en el rizoma es de una relación con la sexualidad, pero
también con el animal, con el vegetal, con las cosas de la
naturaleza y del artificio, completamente diferente de la
relación arborescente: todas las clases de "devenires".
Llamamos planicie a toda multiplicidad conectable con
otras por tallos subterráneos superficiales para formar y
extender un rizoma. Nosotros escribimos este libro como
un rizoma. Lo hemos compuesto de planicies. Le hemos
dado una forma circular, pero por pura broma. Cada ma-
ñana nos levantábamos y cada uno de nosotros se pregun-
taba qué planicies iba a tomar, escribiendo cinco líneas
por aquí, diez por allá. Hemos tenido experiencias aluci-
nadoras, hemos visto a las líneas, como pequeñas hormi-
gas, dejar una planicie para alcanzar otra: hemos hecho
círculos de convergencia. Cada planicie puede ser leída
posiblemente no importa en' qué lugar y puesta en relación
con no importa cuál otra. Para lo múltiple se necesita un
método que lo haga efectivamente; ninguna astucia tipo-
gráfica, ninguna habilidad de léxico, mezcla o creación de
palabras, ninguna audacia sintáctica pueden reemplazarlo.
Estas, en efecto, no son casi siempre más que procedi-
mientos miméticos destinados a diseminar o dislocar una
unidad mantenida en otra dimensión por un libro-imagen.
Tecnonarcisismo. Las creaciones tipográficas, de léxico o
sintácticas sólo son necesarias si cesan de pertenecer a la
forma de expresión de una unidad oculta para convertirse
ellas mismas en una de las dimensiones de la multiplicidad
considerada; nosotros conocemos escasos logros en este
género. (18) Por nuestra cuenta, nosotros no hemos sabido
hacerlo. Sólo hemos empleado palabras que, a su vez fun-
cionaban para nosotros como planicies. RIZOMATICO
ESQUIZOANALISIS ESTRATO-ANALISIS PRAG-
MÁTICA MICRO-POLÍTICA. Estas palabras son con-
ceptos, pero los conceptos son líneas, es decir, sistemas de
números vinculados a tal o cual dimensión de las multipli-
cidades (estratos, cadenas moleculares, líneas de fuga o
de ruptura, círculos de convergencia, etc.). En ningún ca-
so aspiramos al título de una ciencia. No sabemos más de
cientificidad que de ideología, sino sólo de composiciones.
No hay más que composiciones maquínicas de deseo, así
como composiciones colectivas de enunciación. Nada de
significancia y nada de subjetivación: escribir a n (toda
enunciación individualizada permanece prisionera de los
significados dominantes, todo deseo significante remite a
sujetos dominados). Una composición en su multiplicidad
trabaja a la vez forzosamente sobre flujos semióticos, flu-
jos materiales y flujos sociales (independientes de la re-
cuperación que puede hacerse en un corpus teórico o cien-
tífico). Ya no se está ante una tripartición entre un campo
de realidad, el mundo, una campo de representación, el
libro, y un campo de subjetividad, el autor. Si no que una
composición pone en conexión determinadas multiplicida-
des tomadas en cada uño de estos órdenes, aunque un libro
no tenga su continuación en el libro siguiente, ni su objeto
en el mundo ni su sujeto en uno o varios autores. Breve-
mente, nos parece que la escritura nunca se hará bastan-
te en nombre de un exterior. El exterior no tiene imagen,
ni significación, ni subjetividad. El libro, composición con
el exterior, contra el libro-imagen del mundo. Un libro-
rizoma, ya no dicótomo, pivotante o fasciculado. No hacer
nunca raíz, ni plantarla, aunque sea difícil no recaer en
esos viejos procedimientos. "De hecho, todas las cosas que
se me ocurren, no se me ocurren desde su raíz, sino sólo
desde algún punto situado en su mitad. Que intente enton-
ces alguien agarrarlas, que alguien intente coger una hier-
ba y retenerla junto a si, cuando esta hierba sólo crece
desde la mitad del tallo para arriba". (19) ¿Por qué esto es
tan difícil? Se trata ya de una cuestión de semiótica per-
ceptiva. No es fácil percibir las cosas por el medio y no
de arriba abajo o inversamente de izquierda a derecha o
inversamente, inténtese, y se verá como todo cambia.
Se escribe la historia, pero siempre se la ha escrito des-
de el punto de vista de los sedentarios y en nombre de un
aparato unitario de Estado, lo menos posible incluso cuan-
do se habla de nómadas. RIZOMATICA=(*) NOMADO-
LOGIA. Sin embargo, también hay raros y grandes lo-
gros, por ejemplo, a propósito de las cruzadas de niños:
el libro de Marcel Schwob que multiplica los relatos como
otras tantas planicies de dimensiones variables. El libro de
Andrzejewski, Las puertas del Paraíso, compuesto de una
sola frase ininterrumpida, flujo de niños, flujo de marcha
con pataleo, estiramiento, precipitación, flujo semiótico
de todas las confesiones de niños que vienen a declararse
al viejo monje situado a la cabeza del cortejo, flujo de deseo
y sexualidad, cada uno partió por amor y más o menos lle-
vado directamente por el negro deseo postumo y pederás-
tico del conde de Vendóme, con círculos de convergen-
cia —lo importante no es que los flujos hagan "Uno o
múltiplo", no estamos ya allí: hay una composición colec-
tiva de enunciación, una composición maquínica de deseo,
la una en la otra y enlazadas sobre un prodigioso exte-
rior que hace multiplicidad de todos modos. Y, después,
más recientemente, el libro de Armand Farrachi sobre la
IV? cruzada. La dislocation, en el que las frases se distan-
cian y se dispersan, o bien se atrepellan y coexisten, y las
letras, la tipografía se pone a bailar a medida que la cru-
zada delira. (20) He aquí modelos de escritura nómada y
rizomática La escritura se desposa con una máquina de
querrá y las lineas de fuga, abandona los planos, las seg-
mentariedades, la sedentariedad, el aparato de Estado. Pe-
ro ¿por qué aún se necesita un modelo? ¿No es el libro to-
davía una ••imagen" de las cruzadas? ¿No hay todavía
una unidad mantenida como unidad piyotanteenel caso
de Schwob, como unidad abortada en el caso de Fa^achi,
como unidad del Conde mortuorio en el caso mas bello de
las Puertas del Paraíso? ¿Es necesario un nomadismo mas
profundo que el de las cruzadas, el de los verdaderos nó-
madas o bien el nomadismo de los que ni siquiera se me-
nean v aue ya no imitan nada? Solamente componen. ¿L.O-
mo encontrará el libro un exterior suficiente con el que
pueda componer en lo heterogéneo, más bien que un mundo
a reproducir? Cultural, el libro es forzosamente un calco:
calco de sí mismo, calco del libro precedente del mismo
autor calco de otros libros cualesquiera que sean las
diferencias, calco interminable de conceptos y palabras em-
pleadas. calcado del mundo presente, pasado o por ve-
nir (21) Pero el libro anticultural todavía puede ser atra-
vesado por una cultura demasiado pesada- sin embargo.
hará de ella un uso activo de olvido y no de memoria, de
subdesarrollo y no de progreso a desarrollar, de noma-
dismo y no de sedentarismo, de mapa y no de calco RIZO-
MÁTICO=(*) ANÁLISIS POP, aunque el pueblo tiene
alqo más que hacer que leerlo, aunque los cuadernos de cultura
universitaria o de pseudocientificidad siguen sien-
do demasiado penosos o pesados. Porque, sabedlo, la ciencia
estaría completamente loca si se la dejara hacer, mirad
las matemáticas, no son una ciencia sino prodigioso argot,
y nomádico. Incluso y, sobre todo, en el dominio teórico.
no importa qué fundamento precario y pragmático vale
más que el calcado de conceptos, con sus cortes y progre-
sos que no cambian nada. La imperceptible ruptura, antes
que el corte significante. Jamás la historia ha comprendido
el nomadismo, jamás el libro comprendió lo exterior. Es-
cribir para los que no saben leer: las gentes ríen burlona-
mente "sois los peores universitarios, ¿no os dais cuenta
de las palabras que utilizáis y de vuestro chantaje al sa-
ber?", nosotros no respondemos, no tenemos la misma con-
cepción del libro, nunca nos hemos citado nosotros mismos,
nunca hemos entonado el canto de la vanguardia estilo
Bouillant Achille o Tel Quel. Entonces, NO NOS MO-
LESTES. Edith Piaf. Qué placer si la gente dice: nos
decepcionan, se han vuelto locos. Y si dicen: no se renue-
van, tanto mejor también. Estamos en otra parte. ¿Qué
es lo que hacen los nómadas? Ellos han inventado la má-
quina de guerra contra el aparato de Estado, totalmente
diferente al aparato de Estado. Rizoma de una máquina
de guerra contra el árbol-Estado. La arborescencia es jus-
tamente el poder de Estado. En el curso de una larga his-
toria el Estado ha sido el modelo del libro y del pensamien-
to: el logos, el filósofo-rey, la trascendencia de la idea, la
interioiidad del concepto, la república de los espíritus, el
tribunal de la razón, los funcionarios del pensamiento, el
hombre legislador y sujeto. Pretensión del Estado de ser
la imagen interiorizada de un orden del mundo, y de en-
raizar al hombre. Pero la relación de una máquina de gue-
rra con lo exterior no es otro "modelo", es una composi-
ción que hace- que el pensamiento mismo se vuelva nómada
y el libro una pieza para todas las máquinas móviles, un
tallo para un rizoma (Kleist y Kafka contra Goethe).
La mayoría de los libros que citamos son libros que
amamos (a aveces, por razones secretas o perversas). Po-
co importa que unos sean muy conocidos, otros poco cono-
cidos y otros olvidados. Sólo quisiéramos citar con amor.
No pretendemos constituir una Suma o reconstituir una
Memoria, sino más bien proceder por olvido y sustracción,
hacer asi un rizoma, hacer máquinas sobre todo desmon-
tables, formar medios que dejen un momento sobrevivir
ora esto, ora aquello: cuadernos desmenuzables en las so-
pas. Mejor aún. un libro funcional, pragmático: escoged
lo que queráis. El libro ha dejado de ser un microcosmos,
a la manera clásica o a la manera europea. El libro no es
una imagen del mundo y menos aún un significante. No
es una bella totalidad orgánica, no es tampoco una unidad
de sentido. Cuando se le pregunta a Michel Foucault qué
es para él un libro, responde: es una caja de herramientas.
Proust, que pasa, sin embargo, por altamente significante,
decía que su libro era como las gafas: ved si os convienen,
si percibís gracias a ellas lo que de otro modo no hubierais
pedido percibir; si no, dejad mi libro, buscad otros que os
irían mejor. Encontrad trozos de libros, los que os sirven
o los que os van. Nosotros no leemos ni escribimos ya a
la antigua usanza. No hay muerte del libro, sino otra ma-
nera de leer. En un libro no hay nada qué comprender,
pero si mucho de qué aprovecharse. Nada a interpretar
ni a significar, pero mucho a experimentar. El libro de-
be formar máquina con alguna cosa, debe ser una pe-
queña herramienta en un exterior. No representación del
mundo, ni mundo como estructura significante. El libro
no es árbol-raíz; es pieza de un rizoma, planicie de un
rizoma para el lector al que conviene. Las combinaciones,
las permutaciones, las utilizaciones no son nunca interio-
res al libro, sino que dependen de las conexiones con tal
o cual exterior. Sí, tomad de él lo que queráis. Nosotros
no pretendemos hacer escuela; las sectas, las capillas, las
iglesias, las vanguardias y las retaguardias son aún árbo-
les que tanto en su elevación como en sus caídas ridiculas
aplastan todo lo que sucede de importancia.
Escribir a n, n-1, escribir por slogans: Haced rizoma
y no raíz, ¡no plantéis jamás! ¡No sembréis, picad! ¡No
seáis uno ni múltiple, sed multiplicidades! ¡Haced la linea
y jamás el punto! ¡La velocidad transforma el punto en lí-
nea! (22) ¡Sed rápidos, incluso sin cambiar de lugar! Linea
de suerte, línea de cadera, "La logique du vivant", Gallimard, pp. 312-
333 (trad. castellana: "La lógica de lo viviente", Barcelona, Laia).

(8) Carlos Castañeda, "L'herbe du diable et la petite fumée" tr
fr. le Soleil noir, p. 160.
(9) Fierre Boulez, "Par volonté et par hasard", Seuil, p. 14: "Us-
ted la planta en un cierto terreno, y de golpe se pone a proliferar
como la mala hierba...". Y "passim", sobre la proliferación musical,
p. 89: "una música que flota donde la propia escritura aporta para
el instrumentista una imposibilidad de conservar una coincidencia
con un tiempo pulsado".
(10) Cf. Mélanie Klein, "Psychanalyse d'un enfant", tr. fr. Tchou
(el papel de los mapas de guerra en las actividades de Richard).
(11) "Cahiers de 1'Immuable I, Légendes de Fernand Deligny"
("Recherches", n. 8, abril, 1975).
(12) Cf. Dieter Wunderlich, "Pragmatique, situation d'énontiation
et Deixis", en "Langages", n. 26, junio 1972, pp. 50 ss. (Las tentativas
de Mac Cawley, de Sadock y de Wunderlich para introducir "pro-
piedades pragmáticas" en los árboles chomskianos.)
(13) Cf. Julien Pacotte, "Le réseau arborescent, schéme primor-
dial de la pensée", Hermann, 1936. Este libro analiza y desarrolla
diversos esquemas de la forma de arborescencia, que no es presen-
tada como un simple formalismo, sino como "el fundamento real del
pensamiento formal". Lleva al extremo el pensamiento clásico. Re-
coge todas las formas del Uno-Dos, teoría del dipolo. El conjunto
tronco-raíces-ramas da lugar al siguiente esquema:

Más recientemente, Michel Serres analiza las variedades y secuen-
cias de árboles en los más diferentes dominios científicos: cómo el
árbol se forma a partir de una "red" ("La traducción", Minuit, pp.
27 ss.; "Feux et signaux de brume", Grasset, pp. 35 ss.).
(14) Fierre Rodenstiehl y Jean Petitot, "Automate asocial et sys-
temes acentrés", en "Communications", n. 22, 1974. Sobre el teore-
ma de la amistad, cf. H. S. Wilf, "The Friendship Theorem in Combi-
natorial Mathematics", Weish Academic Press; y sobre un teorema del
mismo tipo, llamado de indecisión colectiva, cf. K. J. Arrow, "Choix
collectif et préférences individuelles", tr. fr. Calmann-Lévy.
(15) "Ibíd". El carácter principal del sistema acentrado es que las
iniciativas locales se coordinan independientemente de una instancia
central, haciéndose el cálculo en el conjunto de la red (multiplicidad).
"Por esto es por lo que el único lugar donde puede constituirse un
fichero de las personas es en las propias personas, únicas capaces
de llevar su descripción y de mantenerla al día: la sociedad es el
único fichero posible de las personas. Una sociedad acentrada natu-
ral rechaza como intruso asocial al autómata centralizador" (p. 62).
Sobre "el teorema del Firing Squad", pp. 51-57. Sucede incluso que
los generales, en su sueño de apropiarse de las técnicas formales de
guerrilla recurran a "multiplicidades" "de módulos síncronos", "a
base de células ligeras numerosas, pero independientes" que no incluyen
teóricamente más que un mínimum de poder.central y "en-
lace jerárquico": así Guy Brossollet, "Essai sur la non-bataille ,
Berlín, 1975.
(16) Sobre la agricultura occidental de los cereales y la horticul-
tura oriental de los tubérculos, sobre la oposición sembrar-picar, so-
bre las diferencias con relación a la cría de animales, cf. Haudri-
court, "Domestication des animaux, culture des plantes et traitement
d'áutrui" ("L'Homme", 1962) y "L'origine des clones et des clans"
("L'Homme", enero, 1964). El maíz y el arroz no son objeciones: son
cereales "adoptados tardíamente por cultivadores de tubérculos" y
tratados de manera análoga; es probable que el arroz "apareciera
como una mala hierba de las zanjas de regadío".
(17) Cf. Leslie Friedler, "Le retour du Peau-rouge", tr. fr Seuil
Se encuentra en este libro un muy bello análisis de la geografía de
su papel mitológico y literario en América y de la inversión de' las
direcciones. Al este, la búsqueda de un código propiamente ameri-
cano y también de una recodificación con Europa (Henry James
Eliot, Pound, etc.); la sobrecodificación esclavista al sur, con su pro-
pia ruma y la de las plantaciones en la guerra de Secesión (Faulk-
ner, Caldweil...); la decodificación capitalista procedente del norte
(Dos Passos, Dreiser); el papel del oeste, por otra parte, como línea
de fuga, donde se conjugan el viaje, la alucinación, la locura el in-
dio, la experimentación perceptiva y mental, el movimiento de las
fronteras, el rizoma (Ken Kesey y su "Máquina de niebla"; la gene-
ración beatnik, etc.). Cada gran autor americano hace una cartogra-
fía, incluso por su estilo; contrariamente a lo que sucede entre nos-
otros hace un mapa que se conecta directamente con los movimientos
sociales reales que atraviesan América. Por ejemplo, la localización de
las direcciones geográficas en toda la obra de Fitzgerald
(18) Así Joelle de la Casiniere, "Absolument nécessaire", Minuit,
que es un libro verdaderamente nómada. En la misma dirección,
cf. las investigaciones del Montfaucon Research Center.
(19) Kafka, "Diarios", tr. castellana Lumen, p. 12.
(*) Ver pág. 66 del libro en francés.

(20) Marcel Schwob, "La cruzada de los niños", 1896 (tr. caste-
llana, Tusquets, Barcelona); Jerzy Andrzejewski, "Las puertas del
Daraíso" 1959 (tr. castellana, México, Joaquín Mortiz), tr. fr. Galli-
mard- Armand Farrachi, "La dislocation", 1974, Stock. A proposito
del libro de Schwob Paúl Alphandéry decía que la literatura, en
ciertos casos, podía renovar la historia e imponerle "verdaderas di-
recciones de investigación" ("La chrétienté et 1'idee de croisade', t.
II, Albin Michel, p. 116).
(21) Cf la humorada de Foucault: ¿qué sucede cuando uno ya no
(se) repite? "En ese momento ellos repiten, repiten el lenguaje mis-
mo" en ("Nietzsche", cahiers de Royaumont, Minuit, p. 196).
(*) Ver pág. 69 del libro en francés.
(22) Cf. Paúl Virilio, "Véhiculaire", en "Nómades et Vagabonds",
10/18, p. 44: sobre el surgimiento de la linearidad y el trastorno de
la percepción por la velocidad.
(*) Ligne de chance, ligne de haneche (en el original)."

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