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Ecopsycología

Renacer

Se acerca el comienzo de la Primavera, llega anunciando el equilibrio de fuerzas entre lo masculino y femenino en todo lo que vive y que vibra; y es cuando se celebra la armonía que existe en el “pasaje” de estaciones –tanto las de calendario, como las vitales propias y colectivas- en el tránsito de la noche al día y al formar parte del ciclo en este multiverso como en un ritual extendido.

Esta estación invita a salir de la introspección en que nos sumimos en invierno y darnos la posibilidad de florecer y despertar al intuitivo instinto primitivo y salvaje que forma parte de la afanosa búsqueda por renovarse a sí mismo… de ser humanos. Despertar a la consciencia de la vida, como un  momentum de salto energético en que -junto- la tierra toda florece y renace lo dormido.Hablo de  la llegada de un flujo de energía que permite ver con nuevos ojos el mundo que nos rodea y atraviesa; como también la oportunidad de acercarse a  beber en nuevas fuentes y de ser creativos para lanzarnos al mundo, apasionados y determinados, con la fuerza de quien está renaciendo. Los Abuelos, nuestros antepasados representaban los momentos de Equinoccios y Solsticios pues sabían que era lo mínimo que se debía hacer para alabar, sintonizar la intención con el Gran Espíritu y tener en cuenta a la Madre Tierra y sus ciclos, reconocer la importancia de este devenir para la vida de todos los seres que habitan esta espacio nave, nuestra casa llamada Tierra, Gea, Gaia… la casa grande y en ella nuestros propios ciclos.Por eso está bueno celebrar, darnos a la vida y embarazarse junto con la Tierra de esperanza como nuestro corazón lo disponga en tanto sea con unción y respeto a todo lo creado y a todas las creaturas que nos rodean. Está bueno, también,  poder juntarse y comunitariamente dar cuenta de la celebración a la nueva luz que propicia un nuevo despertar y la oportunidad de vivenciar una nueva armonía en movimiento. El despertar del invierno que llevó a cada uno a recogerse en sí mismo, con esta nueva energía nos  invoca y convoca para lanzarnos a la experiencia y devenir comunitario, con los dones de cada uno… florecer en el Gran Jardín. Creo un buen momento, para sanar las heridas unos a otros con caricias, miradas y una escucha atenta que desde el corazón aliente a reconocer en cada uno de nosotros toda la creación que pugna por darse a luz. Ser parte de ella, ser ella misma en cada salto. Es mi deseo que en este nuevo Equinoccio que se aproxima, cada uno encuentre su lugar en este Círculo Sagrado de la Vida y pueda danzar desde lo cotidiano lo sagrado que en todos vibra y junto a otros reconocerse.Los abrazo en y desde mi corazón.¡Mitakuye Oyasin!

wamani kunturi lokni

Manifiesto Nómade

Por wamani kunturi lokni 

Desde hace tiempos inmemorables la humanidad transita una cierta continuidad de Kairos y no siempre se da cuenta de ello, muchas veces se toma la necesaria manía que  lo que se vive es terminal. Por eso muchas veces es llamado desde el centro del cerebro reptiloide el mandril aporreante de ideas, que respondiendo, pone “orden y cordura”. Permítanme decirles que esto estimula mi andar rebelando estados, revelando senderos que permiten mi respirar, este escrito trata de eso

…trata de reconocernos sujetos en posibilidades de realizarse y realizar a semejantes.

Reconocernos sujetos productores tanto como producidos, en estos tiempos de fragmentación y de  movidas varias se me hace materia urgente el hacer, re-hacer espacios donde se pueda dar el pasaje de ser un simple espectador al de “héroe de la novela” ¡¡de nuestra vida!!

Para andar por este paseo es interesante tenernos en cuenta, participando en donde sea posible con el decir, la presencia, en sentir, pidiendo la palabra, escuchando y permitirse escucharse en tanto haciendo espacio y reconociendo otros tantos que en plena interacción permiten combinar colores y formas entramando lo distinto en agenciamientos sensoriales propiciatorios a nuevas formas de entender esto que nos sucede que nos toma y llamamos realidad.

 

En este intento de ser productor, construirse, construir-haciendo en dimensiones compartidas más allá de fronteras e idiomas dejaremos esa costumbre de linealidades polares. Mas despacito, como quien sigue el relato-susurro de Tata Inti y se deja llevar por el cantar de Mama Killari, trenzando redes permitirnos reacomodar el andar en espiral.

Dejarnos fluir Nómades. Ser Nómades entre tornados y granizos, entre praderas y montañas, entre ciudades y soledades azoicas.

Como para que de esta manera de “ser Nómade”, saber donde dejar sacar raíces, esperar y agitar las hojas y dejarnos volar por el aire, descubriendo que la luz llega con el amanecer, que el cielo, la tierra, el mar tienen colores olernos en los aromas.

También aprender a seguir el camino del peregrino y extranjero agradeciendo esta suerte de voluntad de poder mirar lo de arriba, lo de abajo y también los costados de todas las cosas y sus mundos y dimensiones…, incluidas los andares de otros, las flores los techos y las mariposas en continuo cambio.

Ser Nómade permite reconocer miedos y prepararnos para la noche oscura del alma marcada por relojes. También saber llorar si las aguas se desbordan de los mares del alma y permitirnos llorar con mares prestados

–pues son las mismas aguas que nos bañan y nos acarician los pies. 

Ayy!! Suerte de Nómade esta la de dejarme hamacar por la copa de los árboles, y acariciado del aire enamorarme de las estrellas que en espejados otros mis ojos brillan.

Enamorado del aire ando, paseado por la Luz de La Luna toda regorda de Sol, así, dejo sentar en mi falda a estos hijos contando historias de Jaguares que hablan y se dejan tomar en silenciosos estados de éxtasis donde las plantas y sus flores arrullan ensueños.

 

Pero también ser un Nómade es dejar que el Arco Iris sople en mi frente su polvo de estrellas, para de esta manera reconocer sonidos llamando a otro orden posible.

 

He sabido que un Nómade puede llegar a salir a pescar, lo he visto con mis ojos. He visto como tejen redes con la vista, con las manos, con caricias desde antes de todo nacimiento…, hasta el más allá.

He tocado esas redes, me han acariciado y enredado descubro sangre en movimiento y descubro que estas redes no atrapan pero. Ante todo liberan.

No ahogan en cubículos deportados de toda relación.

Y descubro que tod@s somos Nómades mas no siempre deseamos asumir esa condición, es por eso que algunos intentan en otras tierras cortadas por mapas y fronteras dejar raíces y en esta dimensión  estratifican deseos y voluntades en un mismo lugar, ven las cosas desde ese mismo lugar con un mismo punto de vista.

Querid@s:

Confieso haber devenido Nómade con dolores de parto asistiendo a mi propio nacimiento, transmutando dolor en Nombres Nuevos para todas las cosas nuevas, reaprendiendo a llamarlas por su verdadero nombre.

 

Pero visto desde afuera, simple humano como el de todos los días. Manto del peregrino.

Camino por las calles, por la vida, por el tiempo que me toca vivir…, andando enredando y deviniendo red sensible e invisible, sin dejar huella que sabuesos expertos no llegan a rastrear.

Sí, esquivo y solícito, ando por las calles y los pasillos.

Sabiendo que lo que a otro le pase, me toca; pero sin culpar si alguien no lo denota.

Permitiendo que el decir de otr@s soles vagabundos ejerza efectos de multiverso y se multiplique  dejando

rolar-me asistiendo a multiplicidad de nacimientos.

En tanto a la hora del encuentro, ser Nómade implica tener límpida silueta translúcida de rayos de luz con una ética peculiar, única e irrepetible; paseando la estética en políticas que representen el decir-hacer implicado sin dejar de palpitar su efecto vibrante de “Santuarios” de “Zonas Liberadas” de la mediocridad y el espanto.

 

Saben una cosa, hay muchos Nómades andando por ahí. He escuchado: ¡ojalá se los pudieran descifrar!, dicen. Y yo, con todo respeto, no sé si, estos Nómades, desean ser vistos; ya que en el trabajo cotidiano, en el despertar a cada respiro, en la muerte cotidiana se permiten acercarse al expreso sin horario y sin andén que los llevan a ser cómplices de miradas, de palabras firuleteadas en sonidos ante el silencio que sabio permite ser rizoma fecundo.

 

De algo podemos estar asistiendo, Los Nómades de estos días están dispuestos a dar su vida, tal como se la pidan -pues nada les pertenece-  y sin decir mu, pues no tienen nada que perder…, sí todo por ganar.

Junio en Parque Avellaneda

Actividades de los Fines de Semana

 

Viernes 2

23 hs. Recordando... Memorias de los Pueblos Originarios. Encuentro mensual que se realiza alrededor de la Kalasaya (voz aymará), Waka (voz quechua) o Kura (voz mapuche), piedra inicial que demarca un sitio ceremonial, para compartir saberes y vivencias de nuestros pueblos originarios. (En las Canchas Peuser). 

Domingo 11

16:30 hs.  Ciclo de cine y charla debate sobre pueblos aborígenes. Se proyectará “Coca Mama” (...veremos el significado de esta planta milenaria para los pueblos aborígenes, la lucha para que se conozca su valor sagrado, curativo y alimenticio. La hoja de coca no es cocaína). (En la Sala de Proyecciones). 

Domingo 18

15 hs. Ciclo Argentina y El Mundo. Con la presencia del Conjunto Folklórico “Pobjeda” (del Centro Cultural Croata de Socorros Mutuos dirigido artísticamente por María Laura Pavicic), el “Ballet Acrosalsa Argentina” (a cargo de Jorge Scholten), el dúo de tango “La Encordada” (integrado por Facundo Sayos y Matías Gómez Zequeira), el cantante de folklore boliviano “Rigoberto Zárate” y el Grupo de Danzas Folklóricas Atipac Ynalen. (En el Playón). 

Martes 20

22.30 hs. Inti Raymi – Machak Mara – Wiñoy Tripantu. Los pueblos aborígenes celebran su nuevo año. Reunidos alrededor de cuatro fogatas, compartiendo música, saberes, comida y meditando en respeto esperamos al Tata Inti para iniciar hermanados y con la fuerza del sol un nuevo ciclo. (En las Canchas Peuser). 

15 hs. Todos para Todos. Una tarde de encuentro compartiendo api, mate cocido, tojori, tortas fritas y buñuelos. Con la participación de los actores culturales del parque: Wayna Marka, Mallku Katari, Chasqui Wayra, Abya Yala Sawa, Ballet Cumbres Andinas,  Grupo de Teatro Callejero MTP y Tercer Cordón  (San Justo); Grupo Atipac Ynalen, Danzas Circulares, Grupo de Teatro Callejero Caracú (con “Che Gringa” de Florencio Sánchez) y los Artesanos que muestran y demuestran (con el taller de muñequería por Mabel). (En el Playón).

 Sábados 14.30 hs. (En su nuevo espacio).Taller de danzas folklóricas Atipac Ynalen:El rancho abre sus puertas para compartir un momento de música, danzas folklóricas y una  ronda fraterna de mate. La cita es en la Escuela Cornelio Saavedra, Lacarra 535. Coordinado por él Prof. Aníbal Castro Ruiz. Domingos 15 hs. Taller de música andina:Te esperamos para que junto con nosotros conozcas y aprendas la música del altiplano. Coordinado por Huayra Aru. En Tierra Verde, Lacarra al 1100.                         CELEBRACIÓN DEL INTI RAYMI El intiraymi o la “fiesta del sol” crea un espacio de unión para celebrar al Tata Inti (Padre Sol) meditando, conversando, desarrollando la conciencia sobre las costumbres y los ritmos ancestrales, que existen desde antes de la conquista y son desconocidas por gran parte de esta población. Este encuentro que pertenece a los pueblos originarios se realiza todos los años en Parque Avellaneda por estar en un lugar donde asisten habitualmente grupos de distintas comunidades y por considerar a éste como un lugar de encuentro entre culturas, un lugar con memoria viva, un lugar donde la naturaleza se respeta, un Parque verde, agreste y solidario. El Martes 20 de  Junio a partir de las 22. 30 hs. se celebra el Año Nuevo Aborigen: Inti Raymi (en voz quechua), Machak Mara (en voz aymará) o Wiñoy Tripantu (en voz mapuche). Un nuevo período de tiempo, el año 5514, que se recibirá con música, charlas y comida esperando la salida del sol. (En las Canchas Peuser). 

Carta abierta a los soles vagabundos

17 seconds of compassion
17 seconds of peace
17 seconds to remember love is the energy behind which all is created
17 seconds to forget all you hurt and pain
17 seconds of faith
17 seconds to trust you again
17 seconds of radiance
17 seconds to send a prayer up
17 seconds is all you rally need.

Adore. The Smashing Pumpkins


La urgencia en esta emergencia me hace vibrar y cantar un singular presente y de una manera especial (que es como me sale), ya que por el solo hecho de haber conocido (ya lo dije) en este juego inmenso tu mismísimo universo
que se manifiesta
en las pequeñas andadas por él
en la conjunción de los planetas
en torno al viejo sol de la palabra,
de los andares por La Pachamama,
de eternidades que cuentan y se cuelan con el brillo de tu aura
enhebradas con el fino y exquisito hilo de oro de la vida,
-digo-, no puedo dejar de pensar en ese estar que es tu presencia, tu ausencia, el sentir latir tu corazón a cuello de voz y que me llama a decir y cantar
por haber conocido ese universo,
en un día de tus días
con los decires.
Los no dichos,
los acogotados,
los maltratados y benditos decires...
De tu antena
captando el silencio dominando la montaña
que circula y nos toma por los pies
paseándonos por la creación, en no ordinaria realidad
y,
sigo diciendo
por haber conocido un día de tus días...

No podría dejar de pasar por alto este sublime, sagrado momento en que Uno se da a Luz; ya que de eso se trata; ¡no más! momento sin tiempo, siempre presente, siempre silencio, siempre esperando el ¡Fiat!
Comprometido con ese presente

Aún aprovechando la tecnología ¿por qué no? para poder de alguna u otra manera acariciar tu corazón si puede ser, si tu graciosa Eidós lo permite, ¿por qué no?

Nacer...
Aun a la distancia.
Todavía,
...estés donde estés
como estés,
cómo creas que estés,
que tus pulmones se tornen mil cielos
que tus campos se bañen de Sol
regados con exquisito rocío
y seas flor en primavera;
ya que, lento el tiempo se deshace al paso
¡Hasta que nos volvamos a ver, Siempre!
Y seas Luz.
Ya que a eso, para eso somos, estamos y andamos.

Te cuento: sincrónicamente me dan un CD de Los Smashing Pumpkins y algo me llamó, me atrapó y se metió en mi corazón; hablo de la poesía de la contratapa (que copio al comienzo de ésta, que pretende ser lo que es y que será lo que vaya a saber qué en tus manos, frente a tus ojos).
Y con esto me pregunto qué necesitarás, ya que los vientos traen anuncio (la noche los disfraza y confunde) que estás pasando por un momento no se de qué.
Pero aún así me basta saber que estas atravesando por un sendero que te reclama y requiere de tu atención especial y quisiera que sepas que desde donde estoy de alguna manera te acompaño solidario y solícito, abrazándote en mi corazón.
Si esto, que estás pasando es un in-con-veniente en vos espero que se torne conveniente en esa noche oscura del alma ¡Y se haga la luz y el Kaos se reordene!, y que esa llama caliente animando tu andar y marque un Norte a seguir para no perderse a donde quieras ir.

Por lo demás, el acto político-estético-ético permite amar y dejarse amar.
Mientras…

Sale el sol
oscuro afuera.
Amazon@s solares despiertan;
en danza configuran signos
transfiguración
desnud@s penetran en lo cotidiano del diario andar.

Aunque todavía es de noche en la noche de los días
sale el sol.

Revestid@s de luz, amor y poder
l@s guerrer@s despiertan
y su despertar transmuta realidades.

¡Mitakuye Oyasin!

Crónica de un mundo aparte

Por: Nanu y Jaz
Se decía que Almagro era un mundo aparte, que estaba rodeado por un muro de sentimientos recubierto por espejos que no dejaban que los demás supieran de la existencia de este barrio. No crean que esto era para hacer algún mal, sino que estaba hecho con el fin de proteger a los vecinos de Almagro. Esto es lo que me contó un tío lejano de mi primo que era el mejor amigo de Federico Martínez.
Federico vivía en Quintino Bocayuva y Venezuela y desde allí solía ver las radiantes estrellas plateadas sobre el cielo color azul turbio y obviamente acompañado por una luna extravagantemente gris. Federico era un bohemio soñador expectante de nuevas emociones que no dejaba de escribir cuanta cosa le pareciera extraña y singular de los lugares que frecuentaba.
Todos los lunes ansiaba que sean las cuatro de la tarde para dirigirse derecho por Rivadavia hasta doblar por Medrano, comprarse un helado de mantecol y chocolate con almendras, caminar apenas dos cuadras y así llegar a Ángel Pelufo, un silencioso y encantado pasaje donde según él ocurrían las cosas más maravillosas de Almagro. Desde la cosa más simple como que cada otoño las hojas de los árboles dejaran un colchón sobre la vereda, particularmente en la de Doña Antonia quien en vez de barrerlas pareciera que las estuviera acariciando con las deterioradas cerdas de su escoba, hasta el mágico atardecer donde las casas se teñían de color púrpura y los pájaros parecían volar en bandada hacia el centro del resplandoroso sol o las lluvias de primavera donde el cielo se tornaba más celeste que de costumbre y sus nubes en vez de agresivas gotas roseaban de dulzura las flores del pasaje.
Los martes era el día en que caminaba por el barrio recolectando sueños de la gente que pasaba a su alrededor. Casi siempre era sueños alegres, esperanzados pero cuando eran tristes él se encargaba de escribirle alguna solución y dejárselo en el bolsillo de aquel triste soñador. No hace falta decir que Fede era una persona especial.
Y ni hablar de los miércoles cuando iba hasta Gascón entre Lezica y Bartolomé Mitre, al puente donde esperaba que sean las seis menos cinco a que pasara el tren y pidiera sus deseos.
Por último jueves y viernes se encargaba de pasar a su cuaderno desde su libreta todas las cosas que había recolectado durante la semana agregándole alguna que otra que pasara en esos días. Este cuaderno decía exactamente lo mismo que la libreta más algún poema que él escribía basado en el hecho escrito en la página anterior. Al igual que Federico este cuaderno era especial, llevaba consigo una esencia mágica e indescriptible.
Sábado y domingo se dedicaba a pasar un rato con sus amigos, aunque esto lo sentía más una obligación que un placer. Le hacía más compañía leer, releer, escribir y fantasear con su cuaderno que reírse de cómo Mariano y Gastón se burlaban del color de la camisa de Fernando. Fernando Núñez sí era su verdadero amigo o por lo menos lo entendía más que el resto.
Un 28 de Marzo Gastón y Mariano se cansaron de burlar a Fernando y decidieron secuestrar la libreta de Federico que por cierto, vale la pena aclarar, llevaba siempre encima. Lo ridiculizaron frente a toda la placita Almagro leyendo toda y cada una de las páginas escritas con tanta dedicación.
Federico estaba enfurecido y al recuperarla se juró nunca más escribir nada en ella y por supuesto no dirigirle la palabra a ese par de traidores. Se sentía ultrajado, vacío y lleno de ira no podía entender cómo habían sido capaces de semejante atrocidad. ¡ERA ALGO TAN PRIVADO! Y tan horrible la manera en que lo ofendieron que simplemente decidió abandonar esa loca manía de plasmar sentimientos en ese papel.
Sentía ganas de abandonar ese barrio que ya no lo representaba, ya no podía apreciar esas pequeñas cosas que lo hacían sentir Federico Martínez, ese Federico Martínez que encontraba en un atardecer tan maravillosas cosas y relataba en un pedazo de papel tantas emociones juntas.
Fue hasta Av. La Plata y Rivadavia desesperado por encontrar alguna salida, quería huir, escapar de aquel infierno que lo estaba persiguiendo. Tiró con toda su furia y odio aquella libreta que en algún tiempo fue tan especial y vio como chocaba contra ese muro, para él algo desconocido, todos esos sentimientos encuadernados que volvían a sus pies. Lo volvió a intentar una y otra vez obteniendo en todas el mismo resultado, hasta que una grieta aparece en el horizonte y se vio reflejado con la libreta en la mano en un gran espejo. Notó que las palabras de este cuadernillo eran atraídas por aquel espejo y se veía como reparaba la grieta y a la vez curaba la herida que Mariano y Gastón habían causado en Federico. Así todo podía ser como antes.
Federico volvió atónito y agotado a su casa no entendía muy bien que era lo que había pasado, solo sabía que la magia había estado allí y comprendía también que los pájaros yendo al centro del sol y las casa púrpuras no fueron una simple ilusión sino que era parte de aquel barrio tan especial hecho por este muro de sensaciones.
Cuando se recuperó fue a la plaza donde siempre se reunían y vio que Mariano y Gastón no estaban, le preguntó por ellos a Fernando y este le contestó:-“ por suerte esos dos, que tanto nos molestaban, se mudaron ya no van a estar más acá”.
Yo creo que lo ocurrido no es una casualidad, porque las casualidades no existen, en lo que sí creo que es Federico Martínez aquella persona tan especial hoy es más que eso. Federico fue una demostración del poder que tiene el muro de proteger a todas esas personas que saben apreciar la belleza de Almagro.

Las puertas de la percepción

Aldous Huxley
Si las puertas de la percepción quedaran depuradas, todo se habría de mostrar al hombre tal cual es: infinito.
William Blake
Fue en 1886 cuando el farmacólogo alemán Ludwig Lewin publicó el primer estudio sistemático del cacto, al que se dio después el nombre, del propio investigador Anhalonium Lewini, nuevo para la ciencia. Para la religión primitiva y los indios de México y del Sudoeste de los Estados Unidos, era un amigo de tiempo inmemorial. Era, en realidad, mucho más que un amigo. Según uno de los primeros visitantes españoles del Nuevo Mundo, esos indios "comen una raíz que llaman Peyotl y a la que veneran como a una deidad".
La razón de que la veneraran como a una deidad quedó de manifiesto cuando psicólogos tan eminentes como Jaensch, Havelock Ellis y Weir Mitchell iniciaron sus experimentos con la mezcalina, el principio activo del peyotI. Cierto es que se detuvieron mucho antes de llegar a la idolatría, pero todos ellos coincidieron en asignar a la mezcalina un puesto entre las drogas más distinguidas. Administrada en dosis adecuadas, cambiaba la cualidad de la conciencia más profundamente -siendo al mismo tiempo menos tóxica- que cualquier otra sustancia del repertorio de la farmacología.
La investigación sobre la mezcalina ha continuado de modo intermitente desde los días de Lewin y Havelock Ellis. Los químicos no se han limitado a aislar el alcaloide; han aprendido también a sintetizarlo, en forma que las existencias no dependan ya de las dispersas e intermitentes entregas de un cacto del desierto. Los alienistas se han dosificado a sí mismos con mezcalina, movidos por la esperanza de llegar así a una comprensión mejor, una comprensión directa, de los procesos mentales de sus pacientes. Aunque trabajando por desgracia con muy pocos sujetos y en una muy limitada variedad de circunstancias, los psicólogos han observado y catalogado algunos de los más notables efectos de la droga. Neurólogos y fisiólogos han averiguado algo acerca de cómo actúa sobre el sistema nervioso central. Y un filósofo profesional por la menos ha tomado mezcalina para ver qué luz arroja sobre ciertos viejos enigmas no resueltos, como el lugar de la inteligencia en la naturaleza y la relación entre el cerebro y la conciencia.
Las cosas quedaron así hasta que, hace dos o tres años, se observó un hecho nuevo y tal vez muy significativo. En realidad, era un hecho que había estado a la vista de todos desde hacía varias décadas; sin embargo, fuera como fuere, nadie lo advirtió hasta que un joven psiquiatra inglés, que actualmente trabaja en el Canadá, se fijó en la estrecha semejanza que existe, en composición química, entre la mezcalina y la adrenalina. Ulteriores investigaciones revelaron que el ácido lisérgico, un alucinógeno muy poderoso que se obtiene del cornezuelo del centeno, tiene con ambas una relación bioquímica estructural.
Luego vino el descubrimiento de que el adrenocromo, que es un producto de la descomposición de la adrenalina, puede producir muchos de los síntomas observados en la intoxicación con mezcalina. Pero el adrenocromo se produce probablemente de modo espontáneo en el cuerpo humano. En otros términos, cada uno de nosotros es capaz de producir una sustancia química de la que se sabe que, aun administrada en dosis diminutas, causa profundos cambios en la conciencia. Algunos de estos cambios son análogos a los que se manifiestan en la plaga más característica del siglo XX, la esquizofrenia. ¿Es que el desorden mental tiene por causa un desorden químico? ¿Y el desorden químico se debe a su vez angustias psicológicas que afectan a las suprarrenales? Sería imprudente y prematuro afirmarlo. Lo más que podemos decir es que se ha llegada a algo parecido a un caso prima facie. El indicio está siendo tratando sistemáticamente y los sabuesos bioquímicos, psiquiatras, psicólogos- siguen la pista. Por una serie de circunstancias, yo me vi de lleno en esta pista en la primavera de 1953. uno de los sabuesos había venido por asuntos suyos a California. A pesar de los setenta años de investigación sobre la mezcalina, el material psicológico a su disposición era todavía absurdamente insuficiente y el hombre deseaba mucho aumentarlo. Yo estaba allí y dispuesto -deseándolo muy de veras- a actuar de conejillo de Indias. Es así como en una luminosa mañana de mayo ingerí cuatro décimas de gramo de mezcalina a esperar los resultados.
Vivimos juntos y actuamos y reaccionamos los unos sobre los otros, pero siempre, en todas las circunstancias, estarnos solos. Los mártires entran en el circo tomados de la mano, pero son crucificados aisladamente. Abrazados, los amantes tratan desesperadamente de fusionar sus aislados éxtasis en una sola autotrascendencia, pero es en vano. Por su misma naturaleza, cada espíritu con una encarnación está condenado a padecer y gozar en la soledad. Las sensaciones, los sentimientos, las intuiciones, imaginaciones y fantasías son siempre cosas privadas y, salvo por medio de símbolos y de segunda mano, incomunicables. Podemos formar un fondo común de información sobre experiencias, pero no de las experiencias mismas. De la familia de la nación, cada grupo humano es una sociedad de universos islas.
La mayoría de los universos islas tienen las suficientes semejanzas entre sí para permitir la comprensión por inferencia y hasta la empatía o "dentro del sentimiento". Así, recordando nuestras propias aflicciones y humillaciones, podemos condolemos de otros en análogas circunstancias,' podemos ponemos -siempre, desde luego, un poco al estilo Pickwick- en su lugar. Pero, en ciertos casos, la comunicación entre universos es incompleta o hasta inexistente. La inteligencia es su propio lugar y los lugares habitados por los insanos y los excepcionalmente dotados son tan diferentes de aquellos en que viven los hombres y mujeres corrientes, que hay poco o ningún terreno común de memoria que pueda servir de base para la comprensión o la comunidad de sentimientos. Se pronuncian palabras, pero son las palabras que no ilustran. Las cosas y acontecimientos a que los símbolos hacen referencia pertenecen a campos de experiencia que se excluyen mutuamente.
Vemos a nosotros mismos como los demás nos ven es un don en extremo conveniente. Apenas es menos importante la capacidad de ver a los demás como ellos mismos se ven. Pero ¿qué pasa si los demás pertenecen a una especie distinta y habitan en un universo radicalmente extraño? Por ejemplo, ¿cómo puede el cuerdo llegar a saber lo que realmente se siente cuando se está loco? O, amenos que también se haya nacido visionario, médium o genio musical, ¿cómo podemos visitar los mundos en los que Blake, Swedenborg o Johann Sebastián Bach se sentían en su casa? Y ¿cómo puede un hombre que se halla en los límites extremos de la ectomorfia y cerebrotonía ponerse en el lugar de otro situado en los límites de la endomorfia o viscerectonía o, salvo en ciertas zonas muy circunscriptas, compartir los sentimientos de quien se encuentra- en los límites de la mesomorfia o somatotonía? Supongo que estas preguntas carecen de sentido para el behaviourista sin paliativos, atento únicamente a los comportamientos. Pero, para quienes teóricamente creen lo que en la práctica saben que es verdad -concretamente, que hay un interior para la experiencia, lo mismo que un exterior, los problemas planteados son problemas reales, tanto más graves cuanto que algunos son completamente insolubles y otros solubles tan sólo en circunstancias excepcionales y por métodos que no están al alcance de cualquiera. Así, parece Virtualmente indudable que nunca sabré que se siente cuando se es un Sir John Falstaff o un Joe Louis. En cambio, siempre me a parecido que, por ejemplo, mediante la hipnosis o la autohipnosis, por medio de una meditación sistemática o también tomando la droga adecuada, es posible cambiar mi modo ordinario de conciencia hasta el punto de quedar en condiciones de saber, desde dentro, de qué hablan el visionario, el médium y hasta el místico.
Por lo que había leído sobre las experiencias con la mezcalina, estaba convencido por adelantado de que la droga me haría entrar, al menos por unas cuantas horas, en la clase de mundo interior descrito por Blake y A. E. Pero no sucedió lo que yo había esperado. Yo había esperado quedar tendido con los ojos cerrados, en contemplación de visiones de geometrías multicolores, de animadas arquitecturas llenas de gemas y fabulosamente bellas, de paisajes con figuras heroicas, de dramas simbólicos, perpetuamente trémulos en los lindes de la revelación final. Pero no había tenido en cuenta, era manifiesto, las idiosincrasias de mi formación mental, los hechos de mi temperamento, mi preparación y mis hábitos.'
Soy y, en cuanto puedo recordar, he sido siempre poco imaginativo. Las palabras, aunque sean las preñadas palabras de los poetas, no evocan imágenes en mí. No tengo visiones en los lindes del sueño. Cuando recuerdo algo, la memoria no se me presenta como un objeto o un acontecimiento que estoy volviendo a ver. Por un esfuerzo de la voluntad puedo evocar una imagen no muy clara de lo que sucedió ayer por la tarde, del aspecto que tenía Lungamo, de como era Bayswater Road cuando los únicos ómnibus eran verdes y pequeños y avanzaban, tirados por unos viejos caballos, a tres millas y media por hora.
Pero estas imágenes tenían poca sustancia y carecen en absoluto de vida autónoma propia. Guardan con los objetos reales y percibidos la misma relación que los espectros de Homero guardaban con los hombres de carne y hueso que iban a visitarlo a las sombras. Sólo cuando tengo mucha fiebre adquieren mis imágenes mentales una vida independiente. A quienes posean una imaginación más viva mi mundo interior tiene que parecerles necesariamente gris, limitado y poco interesante. Este era el mundo -poca cosa, pero cosa mía- que esperaba ver transformado en algo completamente diferente de sí mismo.
El cambio que efectivamente se produjo en él no fue en modo alguno revolucionario. Media hora después de tomada la droga advertí una lenta danza de luces doradas. Poco después hubo suntuosas superficies rojas que se hinchaban y expandían desde vibrantes nódulos de energía, unos nódulos vibrantes, con una vida ordenada, continuamente cambiante. En otro momento, cuando cerré los ojos, se me reveló un complejo de estructuras grises, dentro del que surgían esferas azuladas que iban adquiriendo intensa solidez y, una vez completamente surgidas, ascendían sin ruido hasta perderse de vista. Pero en ningún momento hubo rostros o formas de hombres o animales. No vi paisajes, ni espacios enormes, ni aparición y metamorfosis mágicas de edificios, ni nada que se pareciera ni remotamente a un drama o una parábola. El otro mundo al que la mezcalina me daba entrada no era el mundo de las visiones; existía allí mismo, en lo que podía ver con los ojos abiertos. El gran cambio se producía en el campo objetivo. Lo casi sucedido mi universo subjetivo carecía de importancia.
Tomé la píldora a las once. Hora y media después estaba sentado en mi estudio, con la mirada fija en un florerito de cristal. Este florero contenía únicamente tres flores: una rosa Bella de Portugal completamente abierta, de un rosado de concha, pero mostrando en la base de cada pétalo un matiz más cálido y crema; y, pálida púrpura en el extremo de su tallo roto, la audaz floración heráldica de un iris. Fortuito y provisional, el ramillete infringía todas las normas del buen gusto tradicional. Aquella misma mañana, a la hora del desayuno, me había llamado la atención la viva disonancia de los colores. Pero no se trataba ya de esto. No contemplaba ahora unas flores dispuestas del modo desusado. Estaba contemplando lo que Adán había contemplado a la mañana de su creación: el milagro, momento por momento, de la existencia desnuda.
-¿Es agradable?- preguntó alguien.
Durante esta parte del experimento se registraban todas las conversaciones en un dictáfono y esto me ha permitido refrescar mi memoria.
-Ni agradable ni desagradable -contesté. Simplemente, es Istigkeit... ¿no era esta la palabra que agradaba a Meister Eckhart? "Ser-encia".
El ser de la filosofía platónica, salvo que Platón parece haber cometido el error y absurdo error de separamos del devenir e identificarlo con la abstracción matemática de la Idea. El pobre hombre no hubiera podido ver nunca un ramillete de flores brillando con su propia luz interior y punto menos que estremeciéndose bajo la presión del significado que estaba cargado; nunca hubiera podido percibir que lo que la rosa, el iris y el clavel significaban tan intensamente era nada más, y nada menos, que lo que eran, una transitoriedad que era sin embargo vida eterna, un perpetuo perecimiento que era al mismo tiempo puro Ser, un puñado de particularidades insignificantes y únicas en las que cabía ver, por una indecible y sin embargo evidente paradoja, la divina fuente de toda existencia.
Continué en contemplación de las flores y, en su luz viva, creí advertir el equivalente cualitativo de la respiración, pero de una respiración sin retomo al punto de partida, sin reflujos recurrentes, con sólo un reiterado discurrir de una belleza a una belleza mayor, de un hondo significado a otro todavía más hondo. Me vinieron a las mientes palabras como Gracia y Transfiguración y esto era, desde luego, lo que las flores, entre otras cosas, sostenían. Mi vista pasó de la rosa al clavel y de esta plúmea incandescencia a las suaves volutas de amatista sentimental que era el iris. La Visión Beatífica, Sat Chit Anada, SerConocimiento-Bienaventuranza... Por primera vez comprendí, no al nivel de las palabras, no por indicaciones incoadas o a lo lejos, sino precisa y completamente, a qué hacían referencia estas prodigiosas sílabas. Y luego recordé un pasaje que había leído en uno de los ensayos de Suzuki: "¿Qué es el Dharma-Cuerpo del Buda?" (El Dharma-Cuerpo 1 del Buda es otro modo de decir Inteligencia, Identidad, el Vacío, la Divinidad.) quien formula la pregunta es un fervoroso y perplejo novicio en un monasterio Zen. Y con la rápida incoherencia de uno de los Hermanos Marx, el Maestro contesta: "El seto al fondo del jardín." El novicio, en la incertidumbre, indaga: "Y el que puede comprender esta verdad ¿qué es, puede decírmelo?" Groucho le da un golpecito en el hombro con el báculo y contesta: "Un león de dorado pelaje."
Cuando lo leí, no fue para mí más que desatino con algo dentro, vagamente presentido.
Ahora, todo era claro como el día, evidente como Euclides. Desde luego, el Dharma-Cuerpo del Buda era el seto al fondo del jardín. Al mismo tiempo y de modo no menos evidente, era estas flores y cualquier 'otra cosa en que Yo -o, mejor dicho. el bienaventurado No-Yo, liberado por un momento de mi asfixiante abrazo- quisiera fijar mi vista. Los libros, por ejemplo, que cubrían las paredes de mi estudio. Como las flores, brillaban, cuando los miraba, con colores más vivos, con un significado más profundo. Había allí libros rojos como rubíes, libros esmeralda, libros encuadernados en blanco jade; libros de ágata, de aguamarina, de amarillo topacio; libros de lapislázuli de color tan intenso, tan intrínsecamente significativos, que parecían estar a punto de abandonar los anaqueles para lanzarse más insistentemente a mi atención.
-¿Qué me dice de las relaciones espaciales? indagó el investigador, mientras yo miraba a los libros.
Era difícil la contestación. Verdad era que la perspectiva parecía rara y que se hubiera dicho que las paredes de la habitación no se encontraban ya en ángulos rectos. Pero esto no era lo importante. Lo verdaderamente importante era que las relaciones espaciales habían dejado de importar mucho y que mi mente estaba percibiendo el mundo en términos que no eran los de las categorías espaciales. En tiempos ordinarios, el ojo se dedica a problemas como ¿Dónde?, ¿A qué distancia? ¿Cuál es la situación respecto a tal o cual cosa? En la experiencia de la mezcalina, las preguntas implícitas a las que el ojo responde son de otro orden.
El lugar y la distancia dejan de tener mucho interés. La mente obtiene su percepción en función de intensidad de existencia, de profundidad de significado, de relaciones dentro de un sistema. Veía los libros, pero no estaba interesado en las posiciones que ocupaban en el espacio. Lo que advertía, lo que se grababa en mi mente, era que todos ellos brillaban con una luz viva y que la gloria era en algunos de ellos más manifiesta que en otros. En relación con esto la posición y las tres dimensiones quedaban al margen. Ello no significaba, desde luego, la abolición de la categoría del espacio. Cuando me levanté y caminé pude hacerlo con absoluta normalidad, sin equivocarme en cuanto al paradero de los objetos. El espacio seguía allí. Pero había perdido su predominio. La mente se interesaba primordialmente no en las medidas y las colocaciones, sino en el ser y el significado.
Y junto a la indiferencia por el espacio, había una indiferencia igualmente completa por el tiempo.
-Se diría que hay tiempo de sobra. -Era todo lo que contestaba cuando el investigador me pedía que le dijera lo que yo sentía acerca del tiempo.
Había mucho tiempo, pero no importaba saber exactamente cuanto. Hubiera podido, desde luego, recurrir a mi reloj, pero mi reloj, yo lo sabía, estaba en otro universo. Mi experiencia real había sido, y era todavía, la de una duración indefinida o, alternativamente, de un perpetuo presente formado por un apocalipsis en continuo cambio.
El investigador hizo que mi atención pasara de los libros a los muebles. Había en el centro de la habitación una mesita de máquina de escribir; más allá, desde mi punto de vista, había una silla de mimbre y, más allá todavía, una mesa. Los tres muebles formaban un complicado dibujo de horizontales, verticales y diagonales, un dibujo que resultaba más interesante por el hecho mismo de que no era interpretado en función de relaciones espaciales. Mesita, silla y mesa se unían en una composición que parecía lago de Braque o Juan Gris, una naturaleza muerta que, según se advertía se relacionaba con el mundo objetivo, pero expresándolo sin profundidad, sin ningún afán de realismo Fotográfico. Yo miraba mis muebles, no como el utilitario que ha de sentarse en sillas y escribir o trabajar en mesas, no como el operador cinematográfico o el observador científico, sino como el puro-esteta que solo se interesaba en las formas y en sus relaciones con el campo de visión o el espacio del cuadrado. Pero, mientras miraba, esta vista puramente estética de cubista fue reemplazada por lo que solo puede describir con la visión sacramental de la realidad. Estaba de regreso donde había estado al mirar las flores, de regreso en el mundo donde todo brillaba con la Luz interior y que era infinito en su significado. Las patas de la silla, por ejemplo, ¡Qué maravillosamente tubulares eran, que sobrenaturalmente pulidas!. Pasé varios minutos -¿o fueron siglos?-, no en mera contemplación de estas patas de bambú, sino realmente siendo ellas o, mejor dicho, siendo yo mismo en ellas o, todavía con más precisión -pues "yo" no intervenía en el asunto, como tampoco en cierto modo, "ellas"-, siendo mi Nomismo en él No-Misma que era la silla.
Al reflexionar sobre mi experiencia, me sentí de acuerdo con el eminente Filósofo de Cambridge Dr. C . D. Broad en que "haríamos bien en considerar que hasta ahora el tipo de teoría que Bergson presentó en relación de 14 memoria y la percepción de los sentidos". Según estas ideas la función del cerebro, el sistema nervioso y los órganos sensoriales es principalmente eliminativa, no productiva. Cada persona, en cada momento, es capaz de recordar cuanto le ha sucedido y de percibir cuanto está sucediendo en cualquier parte del universo. La función del cerebro y del sistema nervioso es protegernos, impedir que quedemos abrumados y confundidos, por esta masa de conocimiento en gran parte inútiles y sin importancia, dejando fuera la mayor parte de lo que de otro modo percibiríamos o recordaríamos en cualquier momento y admitiendo únicamente la muy reducida y especial selección que tiene probabilidades de sernos prácticamente útil. Conforme a esta teoría, cada uno de nosotros es potencialmente Inteligencia Libre. Pero, en la medida que somos animales, lo que nos importa es sobrevivir a toda costa. Para que la supervivencia biológica sea posible, la Inteligencia Libre tiene que ser regulada mediante la válvula reducidora del cerebro y del sistema nervioso.
Lo que sale por el otro extremo del conducto es un insignificante hilillo de esa clase de conciencia que nos ayudará a seguir con vida en la superficie de este planeta determinado. Para formular y expresar el contenido de este reducido conocimiento, el hombre ha inventado incesantemente elaborado esos sistemas de símbolos y Filosofía implícitas que denominamos lenguajes. Cada individuo se convierte, enseguida en el beneficiario y la víctima de la tradición lingüística en la que ha nacido: el beneficiario en cuanto al lenguaje procura acceso a las acumuladas constancias de la experiencia ajena y la víctima en cuanto a que la confirma en la creencia de que ese reducido conocimiento es el único conocimiento y en cuanto deja hechizado su sentido de la realidad en forma que cada cual se inclina demasiado a tomar sus conceptos por datos y sus palabras por cosas reales. Lo que, en el lenguaje de la religión, se llama "este mundo" es el universo del conocimiento reducido, expresado y, por decirlo así, petrificado por el lenguaje. Los diversos "otros mundo" con los que los seres humanos entran de modo errátil en contacto, son otros tantos elementos de la totalidad del conocimiento pertenecientes a la Inteligencia Libre. La mayoría de las personas solo llegan a conocer, la mayor parte del tiempo, lo que pasa por la válvula reductora y está consagrado como genuinamente real por el lenguaje del lugar.

Sin embargo, ciertas personas parecen nacidas con una especie de válvula adicional que permite trampear a la reductora. Hay otras personas que adquieren transitoriamente el mismo poder, sea espontáneamente, sea como resultado de deliberados "ejercicios espirituales" de la hipnosis o de las drogas. Gracias a estas válvulas auxiliares permanentes o transitorias, discurre, no, desde luego, la percepción de "cuanto está sucediendo en todas las partes del universo" pues la válvula auxiliar no suprime a la reductora que sigue excluyendo el contenido total de la Inteligencia Libre, sino algo más -y sobre todo algo diferente del material Utilitario-; cuidadosamente seleccionado, que nuestras estrechadas inteligencias individuales consideran como un cuadro completo, o por lo menos suficiente, de la realidad.
El cerebro cuenta con una serie de sistemas de enzimas que sirven para coordinar sus operaciones. Algunas de estas enzimas regulan el suministro de glucosa a las células cerebrales. La mezcalina impide la producción de estas enzimas determinadas y disminuye así la cantidad de glucosa o disposición de un órgano que tiene una constante necesidad de azúcar. ¿Que sucede cuando la mezcalina reduce la normal ración de azúcar en el cerebro?. Son muy pocos lo casos que han sido observados y esto impide que se pueda dar una contestación concluyente.
Pues lo que sucede a la mayoría de los pocos que han tomado mezcalina bajo fiscalización como sigue:
1. La capacidad de recordar y de "pensar bien" queda poco a nada disminuida. Cuando escucho las grabaciones de mi conversación bajo la influencia de la droga no advierto que haya sido más estúpido que en el tiempo ordinario.
2. Las impresiones visuales se intensifican mucho y el ojo recobra parte de esa inocencia perceptiva de la infancia, cuando el sentido no está inmediata y automáticamente subordinado al concepto. El interés por el espacio disminuye y el interés por el tiempo casi se reduce a cero.
3. Y aunque el intelecto no padece y aunque la percepción mejora muchísimo, la voluntad experimenta un cambio profundo y no paranormal. Quien toma mezcalina no ve razón alguna para hacer nada determinado y juzga carentes de todo interés la mayoría de las causas por las que en tiempos ordinarios estaría dispuesto a actuar y sufrir. No puede molestarse por ellas, por la sencilla razón de que tiene cosas mejores en que pensar.
4. Estas cosas mejores pueden ser experimentadas -como yo las experimenté- "ahí afuera" o "aquí adentro", o en ambos mundos, el interior y el exterior, simultánea o sucesivamente. Que son cosas mejores resulta evidente para todo tomador de mescalma que acuda a la droga con un hígado sano y un ánimo sereno.
Estos efectos de la mezcalina son de la clase de los que cabría esperar que siguieran a la administración de una droga capaz de menoscabar la eficiencia de la válvula reducidora del cerebro. Cuando el cerebro se queda sin azúcar, el desnutrido ego se siente débil, se resiste a emprender los necesarios quehaceres y pierde todo su interés en las relaciones espaciales y temporales que tanto significan para un organismo deseoso de ir tirando en este mundo. Cuando la Inteligencia Libre se cuela por la válvula que ya no es hermética, comienzan a suceder toda clase de cosas biológicamente inútiles. En algunos casos, se puede tener percepciones extrasensoriales. Otras personas descubren un mundo de belleza visionaria. A otras más se les revelan la gloria, el infinito valor y la plenitud de sentido de la existencia desnuda, del acontecimiento tal cual, al margen del concepto. En la fase final de la desaparición del ego -y no puedo decir si la ha alcanzado alguna vez algún tomador de mezcalina-, hay un "oscuro conocimiento" de que Todo está en todo, de que Todo es realmente cada cosa. Yo supongo que esto es lo más que una inteligencia finita puede acercarse a "percibir cuanto esté sucediendo en todas las partes del universo".
En relación con esto, ¡qué significativo es el enorme mejoramiento que tiene bajo la influencia de la mezcalina la percepción del color! Para ciertos animales, es biológicamente muy importante la capacidad de distinguir ciertos matices. Pero, más allá de los límites de su espectro utilitario, la mayoría de los seres son completamente ciegos para los colores. Las abejas, por ejemplo, pasan la mayor parte de su tiempo "desflorando a las lozanas vírgenes de la primavera", pero, como von Frisch lo ha mostrado, sólo pueden reconocer unos cuantos colores. El muy desarrollado sentido del color que tiene el hombre es un lujo biológico, precioso para él como ser intelectual y espiritual, pero innecesario para su supervivencia como animal. A juzgar por los adjetivos que Homero pone en sus labios, los héroes de la Guerra de Troya apenas superaban a las abejas en la capacidad para distinguir los colores. En este aspecto por lo menos, el avance de la humanidad ha sido prodigioso.
La mezcalina procura a todos los colores un mayor poder y hace que el perceptor advierta innumerables finos matices para los que en tiempo ordinario es completamente ciego. Se diría que, para la Inteligencia Libre, son primarios los llamados caracteres secundarios de las cosas. Al contrario de Locke, entiende de modo manifiesto que los colores son más importantes y dignos de atención que las masas, posiciones y dimensiones. Como los que toman mezcalina, muchos místicos perciben colores de un brillo sobrenatural, no solamente con la vista interior, sino hasta en el mundo objetivo que los rodea. Testimonios análogos formulan los psíquicos y los impresionables. Hay ciertos médiums para quienes la breve relación del tomador de mezcalina es, durante largos períodos, una experiencia cotidiana y hasta horaria.
Ahora podemos poner fin a esta larga pero indispensable excursión por los campos de la teoría y volver a los hechos milagrosos: cuatro patas de una silla de mimbre en el centro de una habitación. Como los narcisos de Wordsworth, estas cuatro patas procuran toda clase de riqueza: el don, superior a todo precio, de un nuevo conocimiento directo de la verdadera Naturaleza de las Cosas, junto a un más modesto tesoro de comprensión, especialmente en el campo de las artes.
Una rosa, si es una rosa, es una rosa. Pero estas patas de silla era San Miguel y todos los ángeles. Cuatro o cinco horas después del suceso, cuando se estaban desvaneciendo los efectos de una escasez cerebral de azúcar, fui llevado a una pequeña vuelta por la cuidad y esto incluía, hacia el anochecer, una vista a lo que modestamente se llama Mayor Droguería del Mundo. Al fondo de la M. D. del M., entre juguetes, tarjetas postales e historietas, había de modo sorprendente una ringlera de libros de arte. Tomé el volumen que hallé más a mano. Era sobre Van Gogh y el cuadro en el que el libro se abrió era La Silla, ese asombroso retrato de una Ding an Sich, que el pintor loco vio, pon una especie, de terror de adoración, y trató de trasladar a la tela. Pero fue un empeño para el que hasta el poder del genio fue una insuficiencia vital. La silla que Van Gogh había visto era evidentemente la misma en esencia que yo había visto. Pero incomparablemente más real que la silla de la percepción ordinaria, la silla de su cuadro no pasaba de ser un símbolo desusadamente expresivo del hecho. El hecho había sido Identidad manifestada; esto, en cambio, era únicamente un emblema. Emblemas así son las fuentes del verdadero conocimiento acerca de la Naturaleza de las Cosas y este verdadero conocimiento puede preparar a la inteligencia que lo acepta para intuiciones inmediatas por propia cuenta. Pero esto es todo. Por expresivos que sean, los símbolos no pueden ser las cosas que representan.
Sería interesante a este respecto hacer un estudio de las obras de arte que tuvieron a su disposición los grandes conocedores de Identidad. ¿Qué clase de cuadros contempló Eckhart? ¿Qué esculturas y pinturas representaron un papel en la experiencia religiosa de San Juan de la Cruz, de Alcuino, de Hui-Neng, de William Law? Son preguntas a las que no puedo contestar, pero mucho me sospecho que la mayoría de los grandes conocedores de Identidad dedicaron muy poca atención al arte, negándose algunos a tener nada que ver con él y contentándose otros con lo que un ojo crítico consideraría obras de segunda clase y hasta de décima. (Para una persona cuya inteligencia transfigurada y transfigurante puede ver el Todo en cada esto, el que una pintura, inclusive religiosa, sea de primera o de décima clase tiene que ser asunto que lo deje en la más soberana indiferencia.) Yo supongo que el Arte es únicamente para principiantes o, en otro caso, para quienes van con resolución hasta el fin, para quienes han decidido contestarse con el ersatz de Identidad, con símbolos y no con lo que significan, con la minuta elegantemente presentada en lugar de la comida real. Devolví el Van Gogh a su sitio y tomé el volumen que estaba su lado. Era un libro sobre Botticelli. Lo hojeé. El Nacimiento de Venus, que nunca fue uno de mis favoritos... Venus y Marte, ese hechizo tan apasionadamente denunciado por el pobre Ruskin en la culminación de su prolongada tragedia sexual. La maravillosa-mente rica e intrincada Calumnia de Apeles. Y luego un cuadro algo menos conocido y no muy bueno: Judit. Mi atención se sintió atraída y miré con fascinación, no a la pálida, y neurótica heroína o a su asistenta, no a la hirsuta cabeza de la víctima o al primaveral paisaje del fondo, sino a la purpúrea seda del corpiño y de las largas faldas, agitadas por el viento, de la figura principal.
Aquellos pliegues eran algo que yo había visto antes. Lo había visto esta misma mañana, entre las flores y los muebles, cuando bajé la vista por casualidad y miré luego apasionadamente por opción mis propias. piernas entrecruzadas. ¡Qué laberinto de complejidad infinitamente significativa eran aquellos pliegues de talones! Y ¡qué rica, qué profunda y misteriosamente suntuosa era la contextura de la franela gris! Y todo esto se hallaba de nuevo aquí, en el cuadro de Botticelli.
Los seres humanos civilizados llevan ropas y, por tanto, no puede haber retratos ni reseñas mitológicas o históricas sin representaciones de plegados tejidos. Pero, si puede explicar los orígenes, la mera sastrería nunca será explicación suficiente para el lozano desarrollo del ropaje como tema de primer orden en todas las artes plásticas. Es evidente que los artistas siempre han tenido afición al ropaje por el ropaje o, mejor dicho, al ropaje por ellos mismos. Cuando se pintan o tallan ropajes, se pintan o tallan formas que, a todos los efectos prácticos, son no representativas, es decir, esa clase de formas no condicionadas a las que los artistas, incluidos los fieles a la tradición más naturalista, se dedican muy a gusto. En la Virgen o el Apóstol medios, el elemento estrictamente humano, plenamente representativo, supone aproximadamente el diez por ciento del total. Todo lo demás consiste en variaciones multicolores del inagotable tema de la lana o el lino arrugados. Y estos no representativos nueve decimos de una Virgen o un Apóstol pueden tener cualitativamente tanta importancia como cuantitativamente.
Es muy frecuente que establezcan la tónica de todas las obras de arte, que fijen la clave en la que el tema va a interpretarse, que expresen el animo, el temperamento y la actitud frente a la vid a del artista. Se manifiesta una serenidad estoica en las suaves superficies y amplios pliegues sin torturas de Piero. Desgarrado entre el hecho y el deseo, entre el cinismo y el idealismo, Bernini modera la casi caricaturesca verosimilitud de sus rostro con enormes abstracciones de vestuario, que son la encarnación, en piedra o bronce, de los eternos tópicos de la retórica: el heroísmo, la santidad, la sublimidad, a los que la humanidad perpetuamente aspira, en su mayoría en vano. Y aquí están los inquietantes mantos y túnicas viscerales del Greco y los duros, retorcidos y como llameantes pliegues en los que Cosimo Tura envuelve sus figuras: en el primero, la espiritualidad tradicional se quiebra y transforma en una indescriptible ansia fisiológica; en el segundo se agita y contorsiona un angustioso sentido de la extrañeza y hostilidad esenciales del mundo. 0 consideremos a Watteau: sus hombres y mujeres tocan laúdes, se preparan para bailes y pantomimas, se embarcan, pisando aterciopelados céspedes, bajo nobles árboles, para la Citera con que sueñan todos los amantes. La enorme melancolía de estos personajes y la atormentada sensibilidad, en carne viva, de su creador hallan expresión, no en las acciones que registran, no en los ademanes y los rostros que se retratan, sino en el relieve y la contextura de las faldas de tafetán, de las capas y los jubones de satén.
No hay aquí ni una sola pulgada de superficie lisa, ni un momento de paz o confianza; todo es un sedoso yermo de innúmeros pliegues y arrugas diminutos, con una incesante modulación -incertidumbre interior expresada con la perfecta seguridad de un mano de maestro- de tono sobre tono, de un indeterminado color sobre otro. En la vida, el hombre propone y Dios dispone. En las artes plásticas, la proposición corresponde al asunto que va a ser tratado y quien dispone es en última instancia el temperamento del artista, aproximadamente -por lo menos, en retratos, historia y género-, el reportaje tallado o pintado. Entre ellas, estas dos cosas pueden decidir que una rete galante llene los ojos de lágrimas, que una crucifixión parezca tan serena que resulte casi alegre, que unos estigmas sean casi intolerablemente sexuales, que el parecido de un prodigio de necedad femenina -estoy pensando ahora en la incomparable Mme. Moitessier de Ingres- exprese la más austera e inflexible intelectualidad.
Pero esto no es todo. Los ropajes como lo he descubierto ahora, son mucho más que recursos para la introducción de formas no representativas en la pintura y esculturas naturalistas. El artista está congénitamente equipado para ver todo el tiempo lo que los demás vemos únicamente bajo la influencia de la mezcalina. La percepción del artista no está limitada a lo que es biológica o socialmente útil. Llega hasta su conciencia, a través de la válvula reducidora de cerebro y del ego, algo de conocimiento perteneciente a la Inteligencia Libre. Es un conocimiento del significado intrínseco de lo existente. Para el artista y para el que toma mezcalina, los ropajes son jeroglíficos vivos que representan, de un modo peculiarmente expresivo, el insondable misterio del puro ser. Más inclusive que la carne, aunque menos tal vez que aquellas flores totalmente sobrenaturales, los pliegues de mis pantalones grises de franela estaban cargados de "ser-encia". No puedo decir a qué debían esta privilegiada condición. ¿Se debe acaso a que las formas del ropaje plegado son tan extrañas y dramáticas que atraen al ojo y, de este modo, imponen a la atención el hecho milagroso de la pura existencia? ¿Quién sabe? La razón de la experiencia importa menos que la experiencia misma--- Al fijarme en la falda de Judit, allí, en la Droguería Mayor del Mundo, comprendí que Botticelli, y no solamente Botticelli, sino también muchos otros habían contemplado los ropajes con los mismos ojos transfigurados y transfigurantes que yo había tenido aquella mañana. Habían visto la Istigkeit, la Totalidad a Infinitud de la ropa pegada, y habían hecho todo lo posible para expresar esto en pintura o piedra.
Necesariamente, desde luego, sin lograrlo. Porque la gloria y la maravilla de la pura existencia pertenecen a otro orden, más allá del poder de expresión que tiene el arte más alto. Pero yo pude ver claramente en las faldas de Judit lo que hubiera podido hacer con mis viejos pantalones grises si hubiese sido un pintor de genio. No gran cosa, Dios lo sabe, en comparación con la realidad, pero lo bastante para deleitar a generación tras generación de espectadores, lo bastante para hacerles comprender, un poco por lo menos del verdadero significado de lo que, en nuestra patética imbecilidad, llamamos "meras cosas" y desdeñamos en favor de la televisión.
"Es así como deberíamos ver", decía una y otra vez, mientras miraba mis pantalones, los enjoyados libros de los anaqueles o las patas de mi silla infinitamente más que Vangoghiense. "Así es como deberíamos ver; así son realmente las cosas. "Y, sin embargo, había reparos. Porque si se viera siempre así, nunca se querría hacer otra cosa. Bastaría con mirar, con ser el divino No-mismo de la flor, del libro, de la silla, del pantalón. Esto sería suficiente. Pero en este caso, ¿que sería de los demás? ¿Qué de las relaciones humanas? En la grabación de las conversaciones de aquella mañana, hallo constantemente repetida esta pregunta: "¿Qué hay acerca de las relaciones humanas?" ¿Cómo se podrían conciliar esta bienaventuranza sin tiempo de ver como se debería ver con los deberes temporales de hacer lo que se debería sentir? "Deberíamos ser capaces de ver estos pantalones como infinitamente importantes", dije. Deberíamos... Pero, en la práctica, esto parecía imposible. Esta participación en la gloria manifiesta de las cosas no dejaba sitio, por decirlo así, a lo ordinario, a los asuntos necesarios de la existencia humana, y, ante todo, a los asuntos relacionados con las personas. Porque las personas son ellas mismas y, en un aspecto por lo menos, yo era ahora un Nomismo, que simultáneamente percibía y era el Nomismo de las cosas que me rodeaban. Para este Nomismo recién nacido, el comportamiento, la apariencia y la misma idea de sí mismo habían dejado momentáneamente de existir y, en cuanto a los otros sí mismos, sus antes semejantes, no parecían realmente desagradables -el desagrado no era una de las categorías en función de las que estaba pensando-, sino enormemente ajenos.
Obligado por el investigador a analizar y decir lo que estaba haciendo -¡cómo ansiaba estar a solas con la Eternidad en una flor, con la Infinitud en las cuatro patas de una silla y con lo Absoluto en los pliegues de unos pantalones de franela! , advertí que estaba eludiendo deliberadamente las miradas de quienes estaban conmigo en la habitación, tratando deliberadamente de no darme cuenta de sus presencias. Una de aquellas personas era mi mujer y otra un hombre al que respetaba y tenía mucha simpatía, pero ambos pertenecían al mundo del que, por el momento, la mezcalina me había liberado, al mundo de los sí mismos, del tiempo, de los juicios morales y las consideraciones utilitarias; al mundo y era este aspecto de la vida humana el que quería ante todo olvidar- de la afirmación de sí mismo, de la presunción, de las palabras excesivamente valoradas y de las naciones adoradas idolátricamente.
En esta frase de la experiencia se me entregó una reproducción en gran tamaño del conocido autorretrato de Cézanne: la cabeza y los hombros de un hombre con sombrero de paja, de mejillas coloradas y labios muy rojos, con unas pobladas patillas negras y unos Ojos oscuros de pocos amigos. Es una pintura magnifica, pero yo no la veía ahora como pintura. Porque la cabeza adquirió muy pronto una tercera dimensión y surgió a la vida como un duendecillo que se asomara a la ventana en la página que yo tenía delante. Me eché a reír y, cuando me preguntaron por qué me reía, dije una y otra vez: "¡Que pretensiones! pero ¿quién se cree que es?" La pregunta no estaba dirigida a Cézanne en particular, sino a la especie humana en general. ¿Quiénes se creían que eran?
-Es como Amold Bennet en los Dolomíticos dije, recordando de pronto una escena, felizmente inmortalizada en una fotografía del propio A. B., cuatro o cinco años antes de su muerte, haciendo pinitos por un camino invernal en Cortina d'Ampezzo. A su alrededor había nieve virgen; al fondo, rojos despeñaderos. Y allí estaba el bueno e infeliz de A. B. exagerando conscientemente el papel de su personaje favorito en la novela, él mismo, la Tarjeta en persona. Allí iba, haciendo pinitos, lentamente, disfrutando del brillo del sol de los Alpes, con los pulgares en las sobaqueras de su chaleco amarillo, que se combaba un poco hacia abajo, con la graciosa curva de un mirador Regencia en Brighton; y con la cabeza algo echada hacia atrás, como dirigiendo alguna tartamudeada aserción, cual un howitzer, a la azul cúpula del cielo. Me he olvidado de lo que efectivamente dijo, pero toda su expresión y todo su ademán estaban gritando:
"Valgo tanto como estas estúpidas montañas." Y en ciertos modos, desde luego, valía infinitamente más, pero no, como él lo sabía muy bien, en el modo que su personaje favorito en la novela quería imaginarse.
Con éxito -signifique esto lo que significare- o sin él, todos exageramos el papel de nuestro personaje favorito en la novela. Y el hecho, el hecho casi infinitamente improbable de ser realmente un Cézanne no supone diferencia alguna. Porque el consumado pintor, con su pequeño conducto a la Inteligencia Libre, que le permitía eludir la válvula del cerebro y el filtro del ego, era también, con la misma autenticidad, este patilludo duende con ojos de pocos amigos.
En busca de alivio volví a los pliegues de mis pantalones. "Estas son las cosas que deberíamos mirar. Cosas sin pretensiones, satisfechas de ser meramente ellas mismas, contentas de su identidad, no dedicadas a representar un papel, no empeñadas a representar un papel, no empeñadas locamente en andar solas, aisladas del Dharma-Cuerpo, en luciferino desafío a la gracia de Dios."
-Lo que más se acercaría a esto sería un Vermeer -declaré.
Sí, un Vermeer. Porque este misterioso artista estaba triplemente dotado: con la visión que percibe el Dharma-Cuerpo como el seto al fondo del jardín, con el talento de expresar esta visión en toda la capacidad humana y con la prudencia de atenerse en sus pinturas a los aspectos mas manejables de la realidad, porque, aunque representó a seres humanos, Vermeer fue siempre un pintor de naturaleza muerta. Cézanne, que dijo a las mujeres que le servían de modelos que hicieran todo lo posible para parecer manzanas, trató de pintar sus retratos con el mismo espíritu. Pero sus mujeres parecidas a carnuesas están más próximas a las Ideas de Platón que al Dharma-Cuerpo en el seno. Son Eternidad e Infinitud vistas, no en arena o flor, sino en las abstracciones de una rama muy superior de geometría.
Vermeer nunca pidió a sus muchachas que fueran manzanas. Al contrario, insistió en que fueran muchachas hasta el límite, pero siempre con la advertencia de que se abstuvieran de comportarse como tales. Podían sentarse o estar tranquilamente de pie, pero no reírse, ni sentirse azoradas, ni rezar o languidecer por novios ausentes, ni charlar, ni mirar con envidia a las criaturas de otras mujeres, ni coquetear, ni amar, odiar o trabajar. Al hacer cualquiera de estas cosas, serían sin duda más intensamente ellas mismas, pero dejarían, por esta misma razón, de manifestar, su divino No-mismo esencial. Según la frase de Blake, las puertas de la percepción estaban entonces sólo parcialmente purificadas. Un solo panel se había hecho casi perfectamente transparente: el resto de la puerta seguía lleno de barro. El No-mismo esencial podía ser percibido muy claramente en las cosas y en los seres vivos a este lado del bien y del mal.
En los seres humanos, solo era visible cuando estaban en reposo, con el ánimo sereno, con los cuerpo inmóviles. En estas circunstancias, Vermeer podía ver la Identidad en toda su celestial belleza: podía verla y, en cierta modesta medida, expresarla en sutil y suntuosa naturaleza muerta. Pero ha habido otros; por ejemplo, los contemporáneos franceses de Vermeer, los hermanos Le Nain. Supongo que se lanzaron a ser pintores de genre, pero lo que produjeron en realidad fue una serie de naturalezas muertas humanas, en las que su purificada percepción del significado infinito de todas las cosas queda expresada, no, como Vermeer, por un sutil enriquecimiento del color y la contextura, sino por una claridad realzada, por una obsesiva rotundidad de formas, dentro de una tonalidad austera, casi monocromática. En nuestros propios días, hemos tenido a Vuillard, el pintor, en sus mejores momentos, "de cuadros inolvidablemente espléndidos del Dharma-Cuerpo manifestado en un dormitorio burgués, de lo Absoluto resplandeciendo en medio de una familia de agente de bolsa tomando el té en un jardín suburbano".

Ce qui fait que l'ancien bandagiste renie
Le comptoir dont le faste alléchait les passants
Cést son jardin d'Auteuil, oú, veufs de tout encens,
Les Zinnias ont l'air d'etre en tóle vernie.

Para Laurent Taillade, el espectáculo era meramente obsceno. Pero, si el retirado comerciante en artículos de goma permanecía en su asiento lo bastante quieto, Vuillard veía en él únicamente el Dharma-Cuerpo y hubiera pintado, en las zinnias, en el estanque de las carpas, en la torre morisca y los faroles chinos de la villa, un rincón del Edén antes de la Caída.
Pero, entretanto, mi pregunta quedaba sin contestar. ¿Cómo esta percepción purificada podía conciliarse con el debido interés por las relaciones humanas, con los necesarios quehaceres, para no hablar de la caridad y la compasión práctica? Se renovaba el muy viejo debate entre los activos y los contemplativos; se renovaba, en lo que a mi se refería, con una acerbidad nunca sentida. Porque hasta esta mañana, había conocido la contemplación únicamente en sus formas más humildes y ordinarias, como un pensar discursivo; como el trance creador en poesía, pintura o música; como una paciente espera de esa inspiración sin la que ni el más prosaico escritor puede aspirar a realizar nada; como ocasionales vislumbres al estilo de ese "algo mucho más profundamente interpuesto" de Wordsworth; como un sistemático silencio que lleva a veces al atisbo de un "oscuro conocimiento". Pero ahora conocía la contemplación en sus cumbres. En sus cumbres, pero no en su plenitud. Porque, en su plenitud, el camino de María incluye el camino de Marta y lo eleva, por decirlo así, a su propio poder superior. La mezcalina abre el camino de María, pero cierra la puerta del camino de Marta. Procura acceso a la contemplación, pero a una contemplación que es compatible con la acción y hasta con la voluntad de actuar, con la misma idea de actuar. En los intervalos entre sus revelaciones, el tomador de mezcalina se inclina a la impresión de que, si bien en cierto aspecto todo es supremamente como debe ser, en otro hay algo que anda mal.
Su problema es esencialmente el mismo que afrontan el quietismo, el arhat y, en otro nivel, el paisajista y el pintor de naturaleza muerta humana. La mezcalina no puede resolver nunca este problema; solo puede plantearlo, de modo apocalíptico, a aquellos que nunca se habían visto ante él. La solución completa y final sólo puede se hallada por quienes están dispuestos a aplicar la buena clase de Weltanschauung mediante la buena clase de comportamiento y la buena clase de vigilancia constante y espontánea. Por encima del quietista está el contemplativo-activo, el santo, el hombre que, según la frase de Eckhart, está dispuesta a bajar del séptimo cielo para llevar un vaso de agua a su hermano enfermo. Por encima del arhat, que se retira de las apariencias a un Nirvana totalmente trascendental, está el Bodhisattva, para quien la Identidad y el mundo de las contingencias son una cosa y para cuya compasión sin límites cada una de estas contingencias son una misma, es una ocasión, no solamente de contemplación transfiguradora, sino también de la caridad más práctica. Y en el universo del arte, por encima de Vermeer y los otros pintores de naturalezas muertas humanas, por encima de los maestros paisajistas chinos y japoneses, por encima de Constable y Turner, de Sisley, Cézanne, está el arte que todo lo incluye de Rembrandt. Son nombres enormes, eminencias inaccesibles. En cuanto a mí, en esta memorable mañana de mayo, no podía menos que estar agradecido a una experiencia que me había mostrado, más claramente que nunca antes, la naturaleza última del problema y su solución completamente liberadora.
Permítaseme añadir, antes de dejar este tema, que no hay forma de contemplación, incluida la más quietista, que no posea valores éticos. La mitad por lo menos de toda moral es negativa y consiste en no hacer nada malo. El padrenuestro apenas tiene cincuenta palabras y seis de ellas están dedicadas a pedir a Dios que no nos deje caer en la tentación. El contemplativo unilateral deja sin hacer muchas cosas que debería hacer, pero compensa esto absteniéndose de multitud de cosas que estarían mal hechas. Pascal observó que la suma mal disminuiría mucho si los hombres aprendieran a quedarse sentados en sus habitaciones. El contemplativo cuya percepción ha sido purificada no necesita quedarse en su habitación. Puede dedicarse a sus cosas, tan completamente satisfecho de ver el divino Orden de Cosas y de participar en él que no sentirá en ningún momento la tentación de aceptar lo que Traheme llamó "las sucias Dádivas del mundo".
Cuando nos sentimos los únicos herederos del universo, cuando "por nuestras venas el mar discurre... y nuestras joyas son las estrellas", cuando cuanto percibimos es infinito y santo, ¿qué razones podemos tener para la codicia o la ambición, para buscar el poder o formas de placer más funestas? No es probable que los contemplativos se conviertan en fulleros, alcahuetes o borrachos; por regla general, no predican la intolerancia ni hacen la guerra; no juzgan necesario robar, estafar o explotar a los pobres. Y a estas enormes virtudes negativas podemos añadir otra que, aunque de definición difícil, es positiva e importante.
Cabe que el arhat y el quietista no practiquen la contemplación en su plenitud, pero, si la practican de algún modo, pueden traer informes esclarecedores de otro y trascendente campo del espíritu y, si la practican en la cumbre; se convertirán en conductos por los que puede llegar desde ese campo cierta benéfica influencia a un mundo de ofuscados sí mismos, que se están crónicamente muriendo por falta de ella.
Entretanto, yo había pasado, a pedido del investigador, del retrato de Cézanne a lo que estaba ocurriendo, dentro de mi cabeza, cuando cerraba los ojos. Esta vez el paisaje interior fue, de manera curiosa, muy poco remunerador. El campo visual estaba lleno de estructuras, como de material plástico o de estaño esmaltado, de brillantes colores y en cambio constante.
-Barato -comenté-. Trivial. Como lo de un comercio de baratijas. Y todas estas cosas berretas existían en un universo cerrado y apretado.
-Es como si se estuviera bajo los puentes en barco -dije-. En un barco infinito.
Y mientras miraba, advertí claramente que este barco infinito estaba en cierto modo relacionando con las pretensiones humanas. Este sofocante interior de un barco infinito era mi propio personal sí mismo; estas baratijas móviles de hojalata y plástico eran mis contribuciones personales al universo.
Juzgué la lección saludable, pero lamenté, ello no obstante, que hubiera sido administrada en este momento y en esta forma. Por regla general, el tomador de mezcalina descubre un mundo interior tan manifiestamente una premisa, tan evidentemente infinito y santo, como ese transfigurado mundo exterior que yo había visto con mis ojos abiertos. Desde el principio, mi propio caso había sido diferente. La mezcalina me había procurado temporalmente la facultad de ver cosas con los ojos cerrados, pero no pudo -por lo menos, no lo hizo en esta ocasión- revelar un paisaje interior que fuera ni remotamente comparable a mis flores, mi silla o mis pantalones de "allí afuera". Lo que me había permitido percibir dentro no era el Dharma-Cuerpo en imágenes, sino mi propia mente; no la Arquetípica Identidad sino una serie de símbolos. En otros términos, un sustitutivo de fabricación casera para la Identidad.
La mayoría de los imaginativos se transforman con la mezcalina en visionarios. Algunos de ellos -y son tal vez más numerosos de lo que generalmente se supone- no necesitan transformación; son visionarios todo el tiempo. La especie mental a la que Blake pertenecía está muy difundida, hasta en las sociedades urbanas-industriales de nuestros días. El carácter único del poeta-artista no consiste en el hecho -para citar su Catálogo Descriptivo- de que veía realmente "esos maravillosos originales llamados el Querubín en las Sagradas Escrituras". No consiste en el hecho de que "estos maravillosos originales percibidos en mis visiones eran a veces de cien pies de estatura... todos con un significado mitológico y recóndito". Consiste únicamente en la capacidad de este hombre para expresar, en palabras o, de manera algo menos lograda, en línea y color, alguna indicación por lo menos de una experiencia no extraordinariamente desusada. El visionario sin talento puede percibir una realidad interior no menos tremenda, hermosa y significativa que el mundo contemplado por Blake, pero carece totalmente de la capacidad de expresar, en símbolos literarios o plásticos, lo que ha visto.
Resulta manifiesto de las constancias religiosas y de los momentos sobrevivientes de la poesía y las artes plásticas que, en la mayoría de los tiempo y lugares, los hombres han atribuido más importancia al paisaje interior que a las experiencias objetivas y han atribuido a lo que veían con los ojos cerrados una significación espiritualmente más alta que a lo que veían con los ojos abiertos. ¿La razón? La familiaridad engendra el desdén y el cómo sobrevivir es un problema cuya urgencia va de lo crónicamente tedioso al auténtico tormento. El mundo exterior es aquello a lo que nos despertamos cada mañana de nuestras vidas, es el lugar donde; nos guste o no, tenemos que esforzamos por vivir. En el mundo interior no hay en cambio ni trabajo ni monotonía. Lo visitarnos únicamente en sueños o en la meditación, y su maravilla es tal que nunca encontramos el mismo mundo en dos sucesivas ocasiones. ¿Cómo puede extrañar entonces que los seres humanos, en su busca de lo divino, hayan preferido generalmente mirar hacia adentro? Generalmente pero no siempre. En su arte del mismo modo que en su religión, los taoístas y los budistas Zen miraban, más allá de las visiones, al Vacío y, a través del Vacío, a las diez mil cosas de la realidad objetiva. A causa de su doctrina del Verbo hecho carne, los cristianos hubieran debido ser capaces, desde el principio, de adoptar una actitud análoga frente al universo que los rodeaba. Pero, como consecuencia de la doctrina del Pecado, les resultaba ortodoxa y comprensible una expresión de total negación del mundo y hasta de su condenación. "Nada nos debe asombrar en la Naturaleza, con la sola excepción de la Encarnación de Cristo." En el siglo XVII la frase de Lallemant parecía tener sentido. Hoy, suena a locura.
La elevación de la pintura de paisajes al rango de forma de arte mayor se produjo en China hace unos mil años, en Japón hace un seiscientos años y en Europa hace unos trescientos. La ecuación del Dharma-Cuerpo con el seto fue formada por esos Maestros Zen que unieron el naturalismo taoísta con el trascendentalismo budista. Fue, por tanto, únicamente en el Lejano Oriente donde los paisajistas consideraron conscientemente su arte como religioso. En Occidente, la pintura religiosa consistía en retratar a santos personajes, en ilustrar textos sagrados. Los paisajistas se consideraban a sí mismos artistas del siglo. Hoy reconocemos en Seurat a uno de los supremos maestros de lo que podría ser llamada pintura mística de paisajes. Y sin embargo, este hombre que fue capaz, más efectivamente que cualquier otro, de expresar lo Uno en los muchos, se indignaba cuando alguien le alababa por la "poesía" de su trabajo. "Yo me limito a aplicar el Sistema", protestaba. En otros términos, era meramente un pointilliste y, a sus propios ojos, nada más. Se cuenta una anécdota análoga de John Constable. Hacia el fin de su vida, Blake conoció a Constable en Hampstead y contempló uno de los bocetos del joven artista. A pesar de su desdén por el arte naturista, el anciano visionario advertía algo bueno cuando lo veía, salvo desde luego, si se trataba de Rubens. Esto no es dibujo; esto es inspiración", exclamó. `Yo he tratado de que sea dibujo" fue la característica respuesta de Constable. Los dos hombres tenían razón. Era dibujo, preciso y veraz, y era al mismo tiempo inspiración, inspiración de un orden tan alto por lo menos como la de Blake. Los pinos del Heath habían sido vistos verdaderamente como identificados con el Dharma-Cuerpo. El boceto era una expresión, necesariamente impresionante, de lo que una percepción purificada había revelado a los ojos abiertos de un gran pintor.
De una contemplación según la tradición de Wordsworth y Whitman, del Dharma-Cuerpo como seto y de visiones, como las de Blake, de los "originales maravillosos" dentro del espíritu, los poetas contemporáneos se han retirado a una investigación de lo subconsciente personal -como opuesto a lo más que personal-, y a una expresión, en términos sumamente abstractos, no del hecho dado objetivos, sino de meras nociones científicas y teológicas. Y algo parecido ha sucedido en el campo de la pintura. Aquí hemos presentado un abandono general del paisaje, la forma artística predominante en el siglo XIX. Este abandono del paisaje no ha sido para pasar a eso otro, Dato divino interior, a que se han dedicado la mayoría de las escuelas tradicionales de lo pasado; a ese Mundo Arquetípico donde los hombres han hallado siempre las materias primeras del mito y de la religión. No, ha sido un paso, del Dato exterior a lo subconsciente personal, a un mundo mental más escuálido y más herméticamente cerrado que inclusive el mundo de la personalidad consciente. ¿Dónde había visto yo antes estas baratas chucherías de hojalata y materias plásticas? En cualquiera de las galerías que exponen lo último en arte no representativo.
Y ahora alguien trajo un fonógrafo y puso un disco en la placa giratoria. Escuché con placer, pero no experimenté nada comparable a las apocalipsis de flores y franela que había visto. ¿Podrá oír un músico naturalmente dotado las revelaciones que fueron para mí exclusivamente visuales? Sería interesante hacer el experimento. Pero, aunque no transfigurado, aunque reteniendo su cualidad y su intensidad normales, la música contribuyó no poco a mi comprensión de lo que me había sucedido y de los grandes problemas que los sucesos habían planteado.
De modo curioso, la música instrumental me dejaba frío. El Concierto para Piano en Do Menor de Mozart fue interrumpido después del primer movimiento y reemplazado por los discos de unos madrigales de Gesualdo.
- Esas voces... -comenté con agrado-. Esas voces... Son una especie de puente que devuelve al mundo humano.
Y continuaron siendo un puente hasta cantando la más alarmantemente cromática de las composiciones del príncipe loco. A lo largo de las desiguales frases de los madrigales, la música siguió su curso, sin atenerse a la misma clave en dos compases seguidos. En Gesualdo, ese fantástico personaje de un melodrama de Webster, la desintegración psicológica había exagerado y llevado al extremo una tendencia inherente a la música modal, como opuesta a la plenamente tónica: las obras resultantes sonaban como si hubieran sido escritas por el posterior Schoenberg.
- Y sin embargo... -me sentí obligado a decir, mientras escuchaba estos extraños productos de una psicosis de la Contrarreforma trabajando sobre una tardía forma artística medieval. Sin embargo, no importa que esté totalmente en pedazos. Todo está desorganizado. Pero cada fragmento individual está en orden, es un representante de un Orden Superior. El Orden Superior prevalece hasta en la desintegración. La totalidad está presente hasta en los pedazos rotos. Más claramente presente tal vez que en una obra completamente coherente. Por lo menos, no se nos crea una sensación de falsa seguridad con un orden meramente humano, meramente fabricado. Por ello, en cierto sentido, la desintegración puede tener sus ventajas. Aunque, desde luego, es peligroso, terriblemente peligroso...
De los madrigales de Gesualdo pasamos, en un salto de tres siglos, a Alban Berg y la Serie Lírica.
-Esto va a ser un infierno- anuncié.
Pero, según se vio, me equivoqué. En realidad, la música parecía casi cómica. Sacada del fondo del subconsciente personal, la angustia sucedió a la angustia de doce tonos, pero lo que me impresionaba era únicamente la esencial incongruencia entre una desintegración psicológica todavía más completa que la de Gesualdo y los prodigiosos recursos, en talento y técnica, empleados para su expresión.
-¡Qué pena se está dando a sí mismo! -comenté, con una burlona falta de simpatía-, Katzenmusik, una Katzenmusik erudita. Y finalmente, después de unos cuantos minutos más de zozobra:
-¿A quién le importa lo que se siente? ¿Por qué no se dedica a otra cosa?
Como crítica de lo que indudablemente era una obra muy notable, mis palabras resultaban injustas e impropias, pero no, a mi juicio, ajenas al asunto. Las cito en lo que valen y porque es así como reaccione, en un estado de pura contemplación, ante la Serie Lírica.
Cuando terminó la música, el investigador propuso un paseo por el jardín. Acepté y, aunque mi cuerpo parecía haberse disociado casi completamente de mi mente -o, para ser más exacto, aunque mi conciencia del transfigurado mundo exterior no estaba ya acompañada por una conciencia de mi organismo físico-, conseguí levantarme, abrir la puerta ventana y salir con sólo un mínimo de vacilación. Era curioso, desde luego, -sentir que "Yo" no era el mismo que estos brazos y piernas de "ahí afuera", que todo este conjunto objetivo de tronco, cuello y hasta cabeza. Era curioso, pero pronto se quedaba acostumbrado a ello. Y, de uno u otro modo, el cuerpo parecía perfectamente capaz de mirar por sí mismo. Claro está que, en realidad, siempre sabe cuidarse.
Todo lo que el ego consciente puede hacer es formular deseos, realizados luego por fuerzas a las que apenas gobierna y a las que no comprende en absoluto. Cuando hace algo más -cuando, por ejemplo, se empeña en algo, se preocupa, siente aprensión por lo futuro-, disminuye la efectividad de estas fuerzas y hasta puede ser causa de que el desvitalizado cuerpo caiga enfermo. En mi estado presente, la conciencia no se refería a un ego; estaba, por decirlo así, en sí misma. Esto significaba que la inteligencia fisiológica que gobierna el organismo también se sentía autónoma. Por el momento, el neurótico entremetido que, en las horas de vigilia, trata de dirigir el espectáculo quedaba, por suerte, al margen.
Desde la puerta ventana me dirigí a una especie de pérgola cubierta en parte por un rosal trepador y en parte por listones de una pulgada de ancho, con media pulgada de espacio entre ellos. Brillaba el sol y las sombras de los listones formaban un dibujo de cebra en el piso y en el asiento y el respaldo de la silla de jardín que se hallaba al fondo de la pérgola. Esta silla... ¿La olvidaré alguna vez? Allí donde las sombras caían sobre la lona de la tapicería, las franjas de un añil a la vez profundo y brillante alternaban con otras de una incandescencia tan intensa que era difícil creer que no estuvieran hechas de fuego azul. Durante un lapso que pareció inmensamente largo, miré sin saber, inclusive sin desear saber, lo que tenía delante. En cualquier otro momento hubiera visto una silla con alternadas franjas de luz y de sombra. Hoy, el precepto se había tragado al concepto. Yo estaba tan completamente absorbido por el mirar, tan fulminado por lo que realmente veía, tan fulminado por lo que realmente veía, que no podía darme cuenta de ninguna otra cosa. Muebles de jardín, listones, luz de sol, sombras... Todas estas cosas no eran mas que nombres y nociones, meras verbalizaciones, para propósitos utilitarios y científicos, después del suceso. El suceso era esta sucesión de bocas de azulados hornos, separadas por golfos de insondable gencíana. Era algo indescriptiblemente maravilloso, hasta el punto de ser casi aterrador. Y de pronto tuve una vislumbre de lo que se debe sentir cuando se está loco.
La esquizofrenia tiene sus paraísos, del mismo modo que sus infiernos y sus purgatorios, y recuerdo lo que un viejo amigo, muerto años ha, me dijo acerca de su mujer loca. Un día, en las primeras fases de la enfermedad, cuando la desgraciada tenía todavía intervalos lúcidos, mi amigo había ido al hospital para hablarle de los hijos. Ella lo escuchó un rato, pero lo interrumpió de golpe. ¿Cómo podía perder el tiempo hablando de un par de chiquillos ausentes cuando todo lo que realmente importaba, aquí y ahora, era la indescriptible belleza de los dibujos que formaba, en su chaqueta de mezclilla de color castaño, cada vez que movía los brazos? Pero, ay, no iba a durar este paraíso de percepción purificada, de contemplación unilateral sin mácula. Las bienaventuradas treguas se hicieron cada vez más raras y breves, hasta que finalmente desaparecieron y sólo quedó el horror.
La mayoría de los tomadores de mezcalina experimentan únicamente la parte celestial de la esquizofrenia. La droga sólo procura infierno y purgatorio a quienes han padecido recientemente una ictericia o son víctimas de depresiones periódicas o ansiedad crónica. Sí, como las otras drogas de poder remotamente comparable, la mezcalina fuera notoriamente tóxica, tomarla sería suficiente, por sí mismo, para causar ansiedad. Pero la persona razonablemente sana sabe por adelantado que, en lo que a ella se refiere, la mezcalina es completamente inocua, que sus efectos pasan al cabo de ocho o diez horas, sin dejar rastros y, por consiguiente, siente deseos de renovar la dosis. Fortificado por este conocimiento, se embarca en el experimento sin miedo, es decir, sin ninguna predisposición a convertir una experiencia excepcionalmente extraña y poco humana en algo espantoso, en algo verdaderamente diabólico.
Ante una silla que parecía el Juicio Final o, -para ser más exactos, ante un Juicio Final que, al cabo de mucho tiempo y con seria dificultad, reconocí como una silla, me vi de pronto en los lindes del pánico. Tuve bruscamente la impresión de que el asunto estaba yendo demasiado lejos. Demasiado lejos, aunque fuera una ida hacia una belleza más intensa, hacia un significado más profundo: el miedo, según lo advierto al analizarlo en retrospectiva, era a quedar aplastado, a desintegrarme bajo la presión de una realidad más poderosa de la que una inteligencia, hecha a vivir la mayor parte del tiempo en el cómodo mundo de los símbolos, podía soportar. La literatura de la experiencia religiosa abunda en referencias a aflicciones y terrores que abruman a quienes se han visto, demasiado bruscamente, ante alguna manifestación del Mysterium tremendum. En lenguaje teológico, este miedo es debido a la incompatibilidad entre el egotismo del hombre y la divina pureza, entre el apartamiento autogravado del hombre y la infinitud de Dios. Con Boehme y William Law, podríamos decir que, para las almas no regeneradas, la divina Luz en todo su esplendor sólo puede ser sentida como un fuego quemante, de purgatorio. Se halla una doctrina casi idéntica en El Libro Tibetano de los Muertos, donde se describe el alma del difunto como huyendo angustiada de la Clara Luz del Vacío y hasta de Luces menores y mitigadas, para lanzarse de cabeza a la confortadora oscuridad del sí mismo, como ser humano renacido o hasta como animal, infeliz espectro o habitante del infierno. Cualquier cosa antes que el brillo abrasador de la Realidad sin mitigaciones ¡Cualquier cosa!.
El esquizofrénico es un alma, no solamente no regenerada, sino además desesperadamente enferma. Su enfermedad consiste en su incapacidad para escapar de la realidad interior y exterior y, refugiarse -como lo hace habitualmente la persona sana- en el universo de fabricación casera del sentido común, en el mundo estrictamente humano de las nociones útiles, los símbolos compartidos y las convenciones socialmente aceptables. El esquizofrénico es como un hombre que está permanentemente bajo la influencia de la mezcalina y que, por tanto, no puede rechazar la experiencia de una realidad con la que no puede convivir porque no es lo bastante santo, que no puede explicar porque se trata del más innegable y porfiado de los hechos primarios y que, al no permitirle nunca mirar al mundo con ojos meramente humanos, le asusta hasta el punto de hacerle interpretar su inflexible esquivez, su abrasadora intensidad de significado, como manifestaciones de malevolencia humana o hasta cósmica, de malevolencia que reclama las más desesperadas reacciones, desde la violencia asesina, en un extremo de la escala, hasta la catatonia, o suicidio psicológico, en el otro. Y una vez que nos lanzamos por la infernal cuesta abajo, ya no hay modo de que nos detengamos. Esto resultaba ahora evidentísimo.
-Si se emprendiera la marcha por el mal camino -dije, contestando a las preguntas del investigador-, cuanto sucediera sería una prueba de la conspiración de que se es víctima. Todo se justificaría a sí mismo. No se podría suspirar sin saberlo parte de la conspiración.
-Entonces, ¿usted cree saber dónde se encuentra la locura?
Contesté con un "sí" rotundo y muy sentido.
- ¿Y no podría usted dominarla?
-No, no podría dominarla. Si se empieza con el miedo y el odio como premisa mayor, hay que ir hasta la conclusión.
- ¿No podrías -me preguntó mi mujer- fijar tu atención en lo que El Libro Tibetano de los Muertos llama la Clara Luz?
Vacilé. ¿Mantendrías alejado al mal, si pudieras fijarla? ¿0 es que no podrías fijarla?
Medité un rato sobre la pregunta.
-Tal ves pudiera fijarla -contesté finalmente-, pero únicamente si hubiera alguien que me hablara de la Clara Luz. No habría modo de hacerlo por sí mismo. Ese es el sentido, supongo, del ritual tibetano: alguien que esté ahí sentado todo el tiempo y diciéndonos qué es qué.
Después de escuchar las grabaciones de esta parte del experimento, tomé mi ejemplar de la edición Evans-Wentz de El Libro Tibetano de los Muertos y lo abrí al azar. "Oh, tú, de alta cuna, no permitas que tu mente se perturbe!" Ese era el problema: permanecer sereno. No dejarse perturbar por el recuerdo de los pecados cometidos, por el placer imaginado, por el amargo dejo de antiguos errores y humillaciones, por todos los miedos, odios y ansias que ordinariamente eclipsan la luz. ¿No podría hacer el moderno psiquiatra por los locos lo que aquellos monjes budistas hacían por los moribundos y los muertos? Que haya una voz que les asegure, de día y hasta cuando estén durmiendo, que, a pesar de todo el terror, de todas las perplejidades y confusiones, la Realidad última sigue siendo inmutablemente ella misma y es de la misma sustancia que la luz interior de la mente más cruelmente atormentada. Por medio de discos, conmutadores con mecanismos de relojería, sistemas de alocuciones colectivas y discursos de cabecera sería muy fácil mantener constantemente al tanto de este hecho primordial a los enfermos de inclusive una institución con escaso personal. Cabe que unas cuantas de estas almas perdidas pudieran así conquistar cierto dominio sobre el universo -a un mismo tiempo hermoso y aterrador, pero siempre no humano, siempre totalmente incomprensible- en el que se ven condenadas a vivir.
No demasiado pronto, desde luego, fui apartado de los inquietantes esplendores de mi silla de jardín. En verdes parábolas que bajaban del seto, las hiedras brillaban con una especie de radiación cristalina, parecida al jade. Un momento después, un grupo de Kniphofia uvaria rojas, en plena floración, hizo explosión ante mis. ojos. Estaban tan apasionadamente vivas que se hubiera dicho que iban a hablar, a pronunciarse, con las flores lanzadas derechamente hacia lo azul. Como la silla bajo los listones protestaban demasiado. Bajé la vista hacia las hojas y descubrí un cavernoso embrollo de las más delicadas luces y sombras verdes, latientes de indescifrable misterio.
Rosas:
Las flores son fáciles de pintar;
Difíciles las hojas.
El haiku de Shiki -que cito con la traducción de F. H. Blyth- expresa, de manera indirecta, exactamente lo que yo entonces sentía: la excesiva y demasiado evidente gloria de las flores, en contraste con el milagro más sutil de su follaje.
Salimos a la calle. Se hallaba junto a la vereda un gran automóvil de color azul pálido. Al verlo, me sentí repentinamente movido a risa. !Qué complacencia y qué absurdo engreimiento irradiaban las combadas superficies de lustrosísimo esmalte! El hombre había creado la cosa a su propia imagen o, mejor dicho, a la imagen de su personaje favorito en la novela. Me reí hasta tener lágrimas por mis mejillas.
Volvimos a la casa. Se había preparado una colación. Alguien, que no era todavía idéntico conmigo, cayó sobre ella con voraz apetito. Desde lejos y sin mucho interés, miré.
Terminada la colación, subimos al coche para dar un paseo. Los efectos de la mezcalina estaban ya en declinación, pero las flores de los jardines se hallaban todavía en los lindes de lo sobrenatural y los pimenteros y algarrobos de las calles laterales pertenecían de modo manifiesto a alguna sagrada arboleda. El Edén alternaba con Dodona, Iggdrasil con la Rosa mística. Y en esto, bruscamente, nos vimos en una intersección, a la espera de cruzar el Bulevar de Poniente. Delante de nosotros, los coches desfilaban en una corriente continua; eran miles, todos brillantes y relucientes como sueño de anunciante y cada uno de ellos más ridículo que el anterior. De nuevo me desternillé de risa.
El Mar Rojo del tránsito se abrió finalmente y lo cruzamos para pasar a otro oasis de árboles, céspedes y rosas. A los pocos minutos estábamos en un punto ventajoso de las alturas y teníamos a la ciudad extendida a nuestros pies. Resultaba decepcionante, pues se parecía mucho a la ciudad que había visto en otras ocasiones. En lo que a mí se refería, la transfiguración era proporcional a la distancia. Cuanto más cercana la cosa, más divinamente otra. Este vasto y confuso panorama, apenas era diferente de sí mismo.
Seguimos el paseo en automóvil y, mientras permanecimos en las alturas, con una vista distante sucediendo a otra vista distante, el significado estuvo al nivel de todos los días, muy por debajo del punto de transfiguración. La magia comenzó a actuar de nuevo cuando bajamos, entramos en otro suburbio y desfilamos entre dos hileras de casas. Aquí, a pesar de la peculiar fealdad de la arquitectura, había reanudaciones de la alteración trascendental, indicios del paraíso matutino. Las chimeneas de ladrillo y los verdes tejados de compuestas tejas brillaban al sol como fragmentos de la Nueva Jerusalén. Y vi de pronto lo que Guardi había visto y expresado tantas veces -con qué incomparable maestría! - en sus cuadros: una pared de estuco con una sombra al sesgo; una pared sin adorno alguno, pero inolvidablemente hermosa; vacía, pero cargada con todo el significado y el misterio de la existencia. La Revelación alboreó y se fue de nuevo en la fracción de un segundo. El automóvil había continuado su marcha; el tiempo estaba descubriendo otra manifestación de la eterna Identidad. "Dentro de la igualdad hay diferencia. Pero que la diferencia sea diferente de la igualdad no es en modo alguno la intención de todos los Budas. Su intención es tanto la totalidad como la diferenciación." Este macizo de geranios rojos y blancos, por ejemplo, era totalmente distinto de la pared. de estuco que quedaba cien metros cuesta arriba. Pero la "ser-encia" de las dos cosas era la misma; la eterna cualidad de su transitoriedad era la misma.
Una hora después, con diez millas más y la visita a la Droguería Mayor del Mundo a salvo detrás de nosotros, estábamos de nuevo en casa y yo había vuelto a ese tranquilizador aunque muy poco satisfactorio estado que conocemos como "estar en sus cabales".
Parece muy improbable que la humanidad en libertad pueda alguna vez dispensarse de los Paraísos Artificiales. La mayoría de los hombres y mujeres llevan vidas tan penosas en el peor de los casos y tan monótonas, pobres y limitadas en el mejor, que el afán de escapar, el ansia de trascender de sí mismo aunque sólo sea por breves momentos es y ha sido siempre uno de los principales apetitos del alma. El arte y la religión, los carnavales y las saturnales, el baile y el escuchar la oratoria son cosas que han servido, para emplear la frase de H. G. Wells, de Puertas en el Muro. Y para el uso privado y cotidiano, siempre ha habido los tóxicos químicos. Los sedantes y narcóticos vegetales, los eufóricos que crecen en los árboles y los alucinógenos que maduran en las bayas o pueden ser exprimidos de las raíces han sido conocidos y utilizados sistemáticamente, todos sin excepción, por los seres humanos desde tiempo inmemorial. Y a estos modificadores naturales de la conciencia, la ciencia moderna ha añadido su cuota de sintéticos: por ejemplo, el cloral, la bencedrina, los bromuros y los barbitúricos.
La mayoría de estos modificadores de conciencia no pueden ser tomados actualmente si no es por orden del médico o ilegalmente y con grave riesgo. Occidente sólo permite el uso sin trabas del alcohol y del tabaco. Las demás Puertas químicas en el Muro se califican de tóxicos y quienes las toman sin autorización son Viciosos.
Gastamos actualmente en bebidas y tabaco más de lo que gastamos en educación. Esto, desde luego, no es sorprendente. El afán de escapar de sí mismo y del ambiente se halla en la mayoría de nosotros casi todo el tiempo. El deseo de hacer algo por los niños es fuerte únicamente en los padres y sólo durante los pocos años en que sus hijos van a la escuela. Tampoco puede sorprender la actitud corriente frente al alcohol y el tabaco. A pesar del creciente ejército de los alcohólicos sin remedio, a pesar de los cientos de miles de personas muertas o incapacitadas cada año por conductores borrachos, los comediantes siguen haciéndonos reír con sus bromas acerca de los aficionados a empinar el codo. Y a pesar de las pruebas que relacionan el cigarrillo con el cáncer del pulmón, prácticamente apenas hay personas que no consideren que el fumar es casi tan normal como el comer. Desde el punto de vista del racionalista utilitario esto puede parecer extraño. Para el historiador es exactamente lo que cabía esperar. La firme convicción de la realidad material del Infierno nunca impidió a los cristianos medievales hacer lo que su ambición, su lujuria o su codicia les reclamaba. El cáncer del pulmón, los accidentes del tránsito y los millones de alcohólicos miserables y transmisores de miseria son hechos todavía más ciertos de lo que era en tiempos de Dante el hecho del infierno. Pero todos ellos son hechos remotos e insustanciales al lado del hecho próximo y muy sentido del ansia, aquí, ahora, de un alivio, de un sedante, de un trago o un cigarrillo.
Nuestra edad es la edad, entre otras cosas del automóvil y de la población en impresionante aumento. El alcohol es incompatible con la seguridad en las carreteras y su producción, como la del tabaco, condena a virtual esterilidad a millones de hectáreas del suelo más fértil. Los problemas planteados por el alcohol y el tabaco no pueden ser resueltos, sobra decirlo, por la prohibición. El afán universal y permanente de autotrascendencia no puede ser abolido cerrando de golpe las más populares Puertas del Muro. La única acción razonables es abrir puertas Mejores, con la esperanza de que hombres y mujeres cambien sus viejas malas costumbres por hábitos nuevos y menos dañosos. Algunas de estas puertas mejores podrán ser de naturaleza social y tecnológica, otras religiosas o psicológicas, y otras más dietéticas, educativas o atléticas. Pero subsistirá indudablemente la necesidad de tomarse frecuentes vacaciones químicas del intolerable sí mismo y del repulsivo ambiente. Lo que hace falta es una nueva droga que alivie y consuele a nuestra doliente especie sin hacer a la larga más daño del bien que hace a la corta. Una droga así tiene que ser poderosa en muy pequeñas dosis y sintetizable. Si no posee estas cualidades, su producción, como la del vino, la cerveza, los licores y el tabaco, dificultará el cultivo de los alimentos y fibras indispensables. Debe ser menos tóxica que el opio o la cocaína, tener menos probabilidades que el alcohol o los barbitúricos de producir consecuencias sociales desagradables y hacer menos daño al corazón y los pulmones que los alquitranes y la nicotina del tabaco. Y en el lado positivo, debe producir cambios en la conciencia que sean más interesantes e intrínsecamente valiosos que el mero alivio o la mera ensoñación, que ilusiones de omnipotencia o escapes a la inhibición.
Para la mayoría, la mezcalina es casi completamente inocua. En contraste con el alcohol, no lleva a quien la toma a esa especie de acción sin trabas que se traduce en riñas, crímenes de violencia y accidentes de tránsito. Un hombre bajo la influencia de la mezcalina se dedica tranquilamente a sus propios asuntos. Además, los asuntos que le interesan, constituyen una experiencia de lo más instructiva, que no debe ser pagada luego -esto es muy importante- por secuelas compensadoras. De las consecuencias a la larga para quien toma regularmente mezcalina, sabemos muy poco. Los indios que consumen capullos de peyotl no parecen física o moralmente degradados por el hábito. Sin embargo, las pruebas de que disponemos son escasas e incompletas.
Aunque evidentemente superior a la cocaína, el opio, el alcohol y el tabaco, la mezcalina no es todavía la droga ideal. Junto a la felizmente transfigurada mayoría de tomadores de mezcalina, hay una minoría para la que la droga representa únicamente un infierno o un purgatorio. Además, como droga que, del mismo modo que el alcohol, debe ser de consumo general, sus efectos duran demasiado tiempo. Pero la química y la fisiología son prácticamente en nuestros días capaces de cualquier cosa. Si los psicólogos y sociólogos definen el ideal, tengamos la seguridad de que neurólogos y farmacólogos descubrirán el modo de que alcancemos este ideal o, por lo menos -porque es posible que este ideal, por su misma naturaleza, no pueda ser nunca plenamente realizado-, nos acerquemos a él más que con beber vino como en tiempos pasados y beber whisky, fumar marihuana o tomar barbitúricos como ahora.
El afán de trascender del autoconsciente sí mismo, es, como he dicho, un principal apetito del alma. Cuando, por una razón cualquiera, los hombres y las mujeres no logran trascender de sí mismos por medio del culto, las buenas obras y los ejercicios espirituales, se sienten inclinados a recurrir a los sustitutivos químicos de la religión: el alcohol y las "píldoras" en el moderno Occidente, el alcohol y el opio en el Este, el hachís en el mundo mahometano, el alcohol y la marihuana en América Central, el alcohol y la coca en los Andes y el alcohol y los barbitúricos en las regiones más al día de la América del Sur. En Poisons Sacrés, ivresses Divines, Philippe de Félice ha escrito con detenimiento y mucha documentación acerca de la inmemorial relación entre la religión y la toma de drogas. He aquí, resumidas o en cita directa, sus conclusiones. El empleo para fines religiosos de sustancias tóxicas está "extraordinariamente difundido". "Las prácticas estudiadas en este volumen pueden ser observadas en todas las regiones del mundo, lo mismo entre los primitivos que entre los que han alcanzado un alto grado de civilización. Estamos, por tanto, no ante hechos excepcionales, que podrían con justificación ser pasados por alto, sino ante un fenómeno general y, en el más amplio sentido de la palabra, un fenómeno humano, la clase de fenómeno que no puede ser desdeñada por nadie que trate de descubrir lo que es la religión y las hondas necesidades que la religión debe satisfacer."
Idealmente, todos deberían ser capaces de hallar la autotrascendencia en alguna forma de religión pura o aplicada. En la práctica, parece muy improbable que esta esperada consumación pueda ser realizada alguna vez. Hay, y siempre indudablemente habrá, buenos hombres y buenas mujeres de iglesia para quienes, por desgracia, la piedad no es bastante. El extinto G.K. Chesterton, que escribía del beber tan líricamente por lo menos como de la devoción, puede servirles de muy elocuente vocero.
Las Iglesias modernas, con algunas excepciones entre las sectas protestantes, toleran el alcohol, pero ni la más tolerante ha intentado nunca convertir el estimulante al Cristianismo o en sacramentar su uso. El bebedor piadoso se ve obligado a poner su religión en un compartimiento y su sustitutivo de la religión en otro. Y tal vez sea esto inevitable. El beber no puede ser sacramentado, salvo en religiones que no dan valor al decoro. El culto de Dionisos o del dios celta de la cerveza era cosa grosera y desordenada. Los ritos del Cristianismo son incompatibles hasta con la embriaguez religiosa. Esto no daña a los viñateros y licoristas, pero es muy malo para el Cristianismo. Son innumerables las personas que desean la autotrascendencia y que se alegrarían de encontrarla en la Iglesia. Pero, ay, "las hambrientas ovejas levantan la vista y no son alimentadas". Participan en los ritos, escuchan los sermones y repiten las oraciones, pero su sed queda sin satisfacer. Decepcionadas, se vuelven hacia la botella. Durante un tiempo por lo menos, y en cierto modo, esto les da resultado. Cabe todavía asistir a la iglesia, pero esto no es más que el Banco Musical de Erewhon de Butler. Cabe todavía reconocer a Dios, pero es un Dios meramente verbal, un Dios estrictamente al estilo Pickwick. El objeto efectivo del culto es la botella y la única experiencia religiosa es-ese estado de euforia sin trabas y beligerante que sigue a la ingestión del tercer cóctel.
Vemos, pues, que el Cristianismo y el alcohol no se mezclan ni pueden mezclarse. El Cristianismo y la mezcalina parecen mucho más compatibles. Esto ha sido demostrado por muchas tribus de indios, desde Texas hasta tan al norte como Wisconsin. Entre estas tribus, hay grupos afiliados a la Iglesia Norteamericana Indígena, una secta cuyo rito principal es una especie de Ágape o Fiesta de Amor al estilo de los primeros cristianos, donde las rodajas de peyotl ocupan el lugar del pan y el vino sacramentales. Estos indígenas norteamericanos consideran al cacto un don especial de Dios a los indios y a sus efectos una equivalencia de la obra del divino Espíritu.
El profesor J. S. Slotkin -uno de los pocos blancos que han participado en los ritos de una congregación peyotlistas -dice al hablar de sus compañeros de secta: "Desde luego, no quedan pasmados o borrachos... Nunca pierden el compás o farfullan al hablar, como lo haría un hombre bebido o pasmado... Todos se muestran serenos, corteses y considerados con los demás. Yo no he visto un templo de blancos donde haya tanta religiosidad y tanto decoro" .¿Y podemos preguntar qué experimentan estos devotos y corteses peyotlistas? No esa muy mitigada sensación de virtud que sostiene por lo general al que va a la iglesia los domingos durante noventa minutos de aburrimiento. Tampoco esos altos sentimientos, inspirados por la meditación sobre el Creador y Redentor, sobre el Juez y Confortador, que animan a la persona realmente piadosa. Para estos indígenas norteamericanos, la experiencia religiosa es algo más directo e inspirador, más espontáneo, menos el producto casero de una mente superficial y falta de naturalidad. A veces -según los datos reunidos por el doctor Slotkin- tienen visiones, que pueden ser el mismo Cristo. A veces oyen la voz del Espíritu Santo. A veces tienen conciencia de la presencia de Dios y de esos defectos personales que deber ser corregidos, si ha de hacerse la divina voluntad. Las consecuencias prácticas de estas puertas químicas que se abren al Otro Mundo parecen ser totalmente buenas. El doctor Slotkin dice que los peyotlistas habituales son por lo general más despiertos, más moderados - algunos de ellos se abstienen por completo del alcohol- y más pacíficos que los peyotlistas. Un árbol con frutos tan satisfactorios no puede ser condenado a la ligera. Al sacramentar el uso del peyotI, los indios de la Iglesia Norteamericana Indígena han hecho una cosa que es psicológicamente acertada e históricamente respetable.
En los primeros siglos del Cristianismo fueron bautizados muchos ritos y fiestas paganos, es decir, se los puso al servicio de la Iglesia. Estos jolgorios no resultaban muy edificantes, pero calmaban una especie de hambre psicológica y, en lugar de empeñarse en suprimirlos, los primeros misioneros tuvieron el buen acuerdo de aceptarlos como lo que eran -expresiones gratas al alma de impulsos fundamentales-, y de incorporarlos a la contextura de la nueva religión. Lo que han hecho los indígenas norteamericanos es esencialmente análogo. Han tomado una costumbre pagana -una costumbre dicho sea de paso, mucho más noble e inspiradora que la mayoría de las brutales francachelas y mojigangas que fueron tomadas del paganismo europeo-, y le dieron una significación cristiana.
Aunque introducidos muy recientemente en los Estados Unidos septentrionales, el hábito de tomar peyotl y la religión basada en él se han convertido en importantes símbolos del derecho del Piel Roja a la independencia espiritual. Algunos indios han reaccionado ante la supremacía blanca norteamericanizándose y otros retirándose a un indigenismo tradicional. Pero otros más han intentado sacar el mejor partido posible de los dos mundos o, en realidad de todos los mundos: del Indigenismo, del Cristianismo y de esos Otros Mundos de experiencia trascendental, donde el alma se advierte a sí misma no condicionada y del mismo natural que lo divino. De esto ha surgido la Iglesia Norteamericana Indígena. En ella, dos grandes apetitos del alma -el afán de independencia y autodeterminación y el afán de autotrascendencia- se fusionaron con un tercero, a cuya luz fueron interpretados: el afán de adoración, de justificar los modos de Dios con el hombre, de explicar el universo por medio de una teología coherente.
Ved al indio mísero, cuya alma sin tutela por delante tan sólo le cubre con su tela. Pero, en realidad, somos nosotros, los ricos y muy educados blancos, los que andamos con el trasero al aire. Nos cubrimos por delante con alguna filosofía -cristiana, marxista, freudiana-física-, pero por detrás andamos al aire, a merced de los vientos de las circunstancias. El mísero indio, en cambio, ha tenido el ingenio de proteger su trasero complementando la hoja de parra de una teología con el taparrabos de la experiencia trascendental.
No soy tan insensato que equipare lo que sucede bajo la influencia de la mezcalina o de cualquier otra droga, preparada ya o que se prepare en lo futuro, con la realización del fin último y definitivo de la vida humana: el Esclarecimiento, la Visión Beatífica. Yo me limito a decir que la experiencia con la mezcalina es lo que los teólogos católicos llaman una "gracia gratuita", no necesaria para la salvación, pero que puede ayudar a ella y debe ser aceptada con agradecimiento, si es que llegarnos a recibirla. Ser arrancados de raíz de la percepción ordinaria y ver durante unas horas sin tiempo el mundo exterior e interior, no como aparece a un animal obsesionado por la supervivencia o a un ser humano obsesionado por palabras y nociones, sino como es percibido, directa e incondicionalmente, por la Inteligencia Libre, es un experiencia de inestimable valor para cualquiera y especialmente para el intelectual. Porque el intelectual es por definición el hombre para el que, según la frase de Goethe, "la palabra es esencialmente fecunda". Es el hombre que entiende que "lo que percibimos con los ojos nos es extraño como tal y no debe impresionarnos mucho". Y sin embargo, aunque él mismo un intelectual y uno de los supremos maestros del lenguaje, Goethe no se muestra siempre de acuerdo con sus propia valoración de la palabra. En la madurez de su vida, escribió:
"Hablamos demasiado. Deberíamos hablar menos y dibujar más."
A mí, personalmente, me gustaría renunciar totalmente a la palabra y, corno la Naturaleza orgánica, comunicar cuando tenga que decir por medio de dibujos. Esa higuera, esa lombriz, ese capullo en el alféizar de mi ventana a la serena espera de su futuro, son firmas trascendentales. Una persona capaz de descifrar bien su significado podría dispensarse totalmente de la palabra escrita o hablada. Cuanto más pienso en ello, más me convenzo de que hay algo inútil, mediocre y hasta -siento la tentación de decirlo- afectado en la palabra. En cambio, ¡cómo impresiona la gravedad y el silencio de la Naturaleza, cuando se está cara a cara con ella, sin nada que nos distraiga, ante unas desnudas alturas o la desolación de unos viejos montes!" No podremos nunca eximirnos del lenguaje o de los otros sistemas de símbolos; porque es gracias a ellos, solamente a ellos, corno hemos podido elevamos por encima de los brutos, al nivel de los seres humanos. Pero, así como somos sus beneficiarlos, podemos también muy fácilmente convertimos en sus víctimas. Debemos aprender a manejar con eficacia las palabras, pero, al mismo tiempo, debemos preservar y, en caso necesario, intensificar nuestra capacidad para mirar al mundo directamente y no a través del medio semiopaco de los conceptos, que deforman cualquier hecho determinado conocido de algún marbete genérico o alguna abstracción explicativa.
Literaria o científica, liberal o especializada, toda nuestra educación es predominantemente verbal y, en consecuencia, no cumple la función que teóricamente se le asigna. En lugar de transformar a los niños en adultos plenamente desarrollados, produce estudiantes de ciencias naturales que nada saben de la Naturaleza como hecho primordial de la experiencia e impone al mundo estudiantes de Humanidades que nada saben de humanidad, ni de la suya ni de la ajena.
Psicólogos gestaltistas, como Sarnuel Renshaw, han ideado métodos para ampliar el campo de la percepciones humanas y aumentar su agudeza. Pero ¿los aplican nuestros educadores? La respuesta es un No.
Los maestros en todos los campos de la psicofísica, desde la visión hasta el tenis, desde los volatines hasta la oración, han descubierto, por eliminación, las condiciones de funcionamiento óptimo dentro de sus respectivos campos, pero ¿se sabe que alguna de las grandes Fundaciones haya asignado fondos a cualquier proyecto de coordinación de estas comprobaciones empíricas en una teoría y una práctica generales de más altas posibilidades creadoras? De nuevo, que yo sepa, la contestación no es otra que un No.
Toda clase de sectadores y personajes raros enseñan las técnicas más diversas para alcanzar la salud, el contentamiento y la paz del alma. Y para muchos de sus seguidores, muchas de estas técnicas resultan manifiestamente efectivas. Pero, ¿vemos a psicólogos, filósofos o sacerdotes respetables bajar valientemente a estos extraños y a veces malolientes pozos, en cuyo fondo se ve obligada a sentarse con demasiada frecuencia la pobre Verdad? Una vez más la respuesta es un No.
Y veamos ahora la historia de la investigación de la mezcalina. Hace setenta años, hombres extraordinariamente capaces descubrieron las trascendentales experiencias de quienes, con buena salud, en las debidas condiciones y con el espíritu adecuado, toman la droga. ¿Cuántos filósofos, cuántos teólogos y cuántos educadores profesionales han tenido desde entonces la curiosidad de abrir esta Puerta en el Muro? La respuesta, a todos los efectos prácticos, es Ninguno.
En un mundo donde la educación es predominantemente verbal, las personas muy cultas hallan punto menos que imposible dedicar una seria atención a lo que no sea palabras y nociones. Siempre hay dinero y doctorados para la culta necedad de lo que constituye entre los eruditos el problemas más importante: ¿Quién influyó en quien para decir tal o cual cosa en tal o cual ocasión? Hasta en estos tiempos, de tecnología le rinde pleitesía a las Humanidades. En cambio, apenas se hace el menor caso a las humanidades no verbales, a las artes de percibir directamente los hechos concretos de nuestra existencia. Es completamente seguro que hallarán aprobación y ayuda financiera, un catálogo, una bibliografía, una edición definitiva de las ipsissima verba de un versificador de tercera clase, un estupendo índice que pone fin a todos los índices, cualquier proyecto genuinamente alejandrino.
Pero, si se trata de averiguar cómo usted y yo, nuestros hijos y nuestros nietos podemos hacernos más perceptivos, más intensamente conscientes de la realidad- interior y exterior, más abiertos al Espíritu, menos a caer, por nuestro vicios psicológicos, físicamente enfermos y más capaces de regular nuestro propio sistema nervioso autónomos; si se trata de cualquier forma de educación verbal que sea más fundamental -y con mas probabilidades de uso práctico- que la Gimnasia Sueca, ninguna persona respetable ni ninguna universidad o religión que se respete hará absolutamente nada. Los verbalistas temen a los no verbales; los racionalistas temen al hecho concreto no racional; los intelectuales entienden que "lo que percibimos con el Ojo (o de cualquier otro modo) nos es extraño como tal y no debe impresionamos mucho". Además, este asunto de la educación en las Humanidades no verbales no encaja en ninguno de los casilleros establecidos. No es religión, ni es neurología, ni es gimnasia, ni es moral, ni es civismo, ni es psicología experimental. Siendo esto así, el tema, a los efectos académicos y eclesiásticos, no existe y puede ser tranquilamente pasado por alto o dejado, con una sonrisa de superioridad, a quienes son llamados farsantes, curanderos, charlatanes y aficionados ineptos por los fariseos de la ortodoxia verbal.
Blake escribió con mucha amargura:
"Siempre he advertido que los Ángeles tienen la vanidad de hablar de sí mismos como de los únicos sabios. Hacen esto con una confiada insolencia que brota del razonamiento sistemático."
El razonamiento sistemático es algo de lo que tal vez no podamos prescindir ni como especie ni como individuos. Pero tampoco podemos prescindir, si hemos de permanecer sanos, de la percepción directa, cuanto menos sistemática mejor, de los mundos interior y exterior en los que hemos nacido. Esta realidad es un infinito que está más allá de toda comprensión y, sin embargo, puede ser percibida directamente, y desde cierto punto de vista, de modo total. Es una trascendencia que pertenece a un orden distinto del humano y que, sin embargo, puede estar presente en nosotros como una inmanencia sentida, como una participación experimentada. Saber es darse cuenta, siempre, de la realidad total en su diferenciación inmanente; darse cuenta de ello y, aun así, permanecer en condiciones de sobrevivir como animal, de pensar y sentir como ser humano, de recurrir cuando convenga al razonamiento sistemático. Nuestra finalidad es descubrir que siempre hemos estado donde deberíamos estar.
Por desdicha, nos hacemos muy difícil esta tarea. Pero, entretanto, hay gracias gratuitas en la forma de realizaciones parciales y fugaces. Bajo un sistema de educación más realista y menos exclusivamente verbal que el nuestro, todo Ángel -en el sentido que Blake de a la palabra- tendría autorización para un banquete sabático, sería inducido y hasta, en caso necesario, obligado a hacer de cuando en cuando, por medio de alguna Puerta Química en el Muro, un viaje al mundo de la experiencia trascendental. Si esto le aterrara, sería una desdicha, sin duda, pero probablemente saludable. Si le procurara una iluminación breve, pero sin tiempo, tanto mejor. En cualquiera de los casos, el Ángel perdería algo de la confiada insolencia que brota del razonamiento sistemático y de la conciencia de haber leído todos los libros.
Cerca ya del fin de su vida, Aquino experimentó la Contemplación Infusa. Después de esto, se negó a trabajar de nuevo en su libro no terminado. Comparado con esto, cuando había leído, discutido y escrito -Aristóteles y las Sentencias, las Cuestiones, las Proporciones, las majestuosas Summas-. no era más que broza o paja. Para la mayoría de los intelectuales, una huelga de brazos cruzados así sería una equivocación y algo moralmente malo. Pero el Doctor Angélico había hecho más razonamiento sistemático que doce Ángeles ordinarios juntos y estaba ya maduro para la muerte.- Había conquistado el derecho, en esos últimos meses de su mortalidad, a pasar de la broza o paja meramente simbólica al plan del Hecho real y sustancial. Para Ángeles de un orden menor y con mejores perspectivas de longevidad, conviene que haya un retorno a la broza. Pero el hombre que regresa por la Puerta en el Muro ya no será nunca el mismo que salió por ella. Será más instruido y menos engreído, estará más contento y menos satisfecho de sí mismo, reconocerá su ignorancia más humildemente pero, al mismo tiempo, equipado para comprender la relación de las palabras con las cosas, del razonamiento sistemático con el insondable Misterio que trata, por siempre jamás, vanamente, de comprender. //

El Profeta -1923-

Almustafá, el elegido y bienamado, el que era un amanecer en su propio día, había esperado doce años en la ciudad de Orfalese la vuelta del barco que debía devolverlo a su isla natal.
A los doce años, en el séptimo día de Yeleol, el mes de las cosechas, subió a la colina, más allá de los muros de la ciudad, y contempló él mar. Y vio su barco llegando con la bruma.
Se abrieron, entonces, de par en par las puertas de su corazón y su alegría voló sobre el océano. Cerró los ojos y oró en los silencios de su alma.
Sin embargo, al descender de la colina, cayó sobre él una profunda tristeza, y pensó así, en su corazón. ¿Cómo podría partir en paz y sin pena? No; no abandonaré esta ciudad sin una herida en el alma.
Largos fueron los días de dolor que pasé entre sus muros y largas fueron las noches de soledad y, ¿quién puede separarse sin pena de su soledad y su dolor?
Demasiados fragmentos de mi espíritu he esparcido por estas calles y son muchos los hijos de mi anhelo que marchan desnudos entre las colinas. No puedo abandonarlos sin aflicción y sin pena.
No es una túnica la que me quito hoy, sino mi propia piel, que desgarro con mis propias manos.
Y no es un pensamiento el que dejo, sino un corazón, endulzado por el hambre y la sed.
Pero, no puedo detenerme más.
El mar, que llama todas las cosas a su seno, me llama y debo embarcarme.
Porque el quedarse, aunque las horas ardan en la noche, es congelarse y cristalizarse y ser ceñido por un molde. Desearía llevar conmigo todo lo de aquí, pero, ¿cómo lo haré?
Una voz no puede llevarse la lengua y los labios que le dieron alas. Sola debe buscar el éter.
Y sola, sin su nido, volará el águila cruzando el sol. Entonces, cuando llegó al pie de la colina, miró al mar otra vez y vio a su barco acercándose al puerto y, sobre la proa, los marineros, los hombres de su propia tierra.
Y su alma los llamó, diciendo:
Hijos de mi anciana madre, jinetes de las mareas; ¡cuántas veces habéis surcado mis sueños! Y ahora llegáis en mi vigilia, que es mi sueño más profundo.
Estoy listo a partir y mis ansias, con las velas desplegadas,, esperan el viento.
Respiraré otra vez más este aire calmo, contemplaré otra vez tan sólo hacia atrás, amorosamente.
Y luego estaré con vosotros, marino entre marinos. Y tú, inmenso mar, madre sin sueño.
Tú que eres la paz y la libertad para el río y el arroyo. Permite un rodeo más a esta corriente, un murmullo más a esta cañada.
Y luego iré hacia ti, como gota sin límites a un océano sin límites.

Y, caminando, vio a lo lejos cómo hombres abandonaban sus campos y sus viñas y se encaminaban apresuradamente hacia las puertas de la ciudad.
Y oyó sus voces llamando su nombre y gritando de lugar a lugar, contándose el uno al otro de la llegada de su barco. Y se dijo a sí mismo:
¿Será el día de la partida el día del encuentro? ¿Y será mi crepúsculo, realmente, mi amanecer?
¿Y, qué daré a aquel que dejó su arado en la mitad del surco, o a aquel que ha detenido la rueda de su lagar?
¿Se convertirá mi corazón en un árbol cargado de frutos que yo recoja para entregárselos?
¿Fluirán mis deseos como una fuente para llenar sus copas?
¿Será un arpa bajo los dedos del Poderoso o una flauta a través de la cual pase su aliento?
Buscador de silencios soy ¿qué tesoros he hallado en ellos que pueda ofrecer confiadamente?
Si es este mi día de cosecha ¿en qué campos sembré la semilla y en qué estaciones, sin memoria?
Si esta es, en verdad, la hora en que levante mi lámpara, no es mi llama la que arderá en ella.
Oscura y vacía levantaré mi lámpara.
Y el guardián de la noche la llenará de aceite y la encenderá.
En palabras decía estas cosas. Pero mucho quedaba sin decir en su corazón. Porque él no podía expresar, su más profundo secreto.
Y, cuando entró en la ciudad, toda la gente vino a él, llamándolo a voces.
Y los viejos se adelantaron y dijeron:
No nos dejes.
Has sido un mediodía en nuestro crepúsculo y tu juventud nos ha dado motivos para soñar.
No eres un extraño entre nosotros; no eres un huésped, sino nuestro hijo bienamado.
Que no sufran aún nuestros ojos el hambre de su rostro.

Y los sacerdotes y las sacerdotisas le dijeron:
No dejes que las olas del mar nos separen ahora, ni que los años que has pasado aquí se conviertan en un recuerdo. Has caminado como un espíritu entre nosotros y tu sombra ha sido una luz sobre nuestros rostros.
Te hemos amado mucho. Nuestro amor no tuvo palabras y con velos ha estado cubierto.
Pero ahora clama en alta voz por ti y ante ti se descubre. Siempre ha sido verdad que él amor no conoce su hondura hasta la hora de la separación.
Y vinieron otros también a suplicarle. Pero él no les respondió. Inclinó la cabeza y aquellos que estaban a su lado vieron cómo las lágrimas caían sobre su pecho.
El y la gente se dirigieron, entonces, hacia la gran plaza ante el templo.

Y salió del santuario una mujer llamada Almitra. Era una profetisa.
Y él la miró con enorme ternura, porque fue la primera que lo buscó y creyó en él cuando tan sólo había estado un día en la ciudad.
Y ella lo saludó, diciendo:
Profeta de Dios, buscador de lo supremo; largamente has escudriñado las distancias buscando tu barco.
Y ahora tu barco ha llegado y debes irte.
Profundo es tu anhelo por la tierra de tus recuerdos y por el lugar de tus mayores deseos y nuestro amor no te atará, ni nuestras necesidades detendrán tu paso.
Pero sí te pedimos que antes de que nos dejes, nos hables y nos des tu verdad.
Y nosotros la daremos a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos, y así no perecerá.
En tu soledad has velado durante nuestros días y en tu vigilia has sido el llanto y la risa de nuestro sueño. Descúbrenos ahora ante nosotros mismos y dinos todo lo que existe entre el nacimiento y la muerte, como te ha sido mostrado.
Y él respondió:
Pueblo de Orfalese ¿de qué puedo yo hablar sino de lo que aún ahora se agita en vuestras almas?

El Amor

Dijo Almitra: Háblanos del Amor.

Y él levantó la cabeza, miró a la gente y una quietud descendió sobre todos. Entonces, dijo con gran voz:
Cuando el amor os llame, seguidlo.
Y cuando su camino sea duro y difícil.
Y cuando sus alas os envuelvan, entregaos. Aunque la espada entre ellas escondida os hiriera.
Y cuando os hable, creed en él. Aunque su voz destroce nuestros sueños, tal cómo el viento norte devasta los jardines.

Porque, así como el amor os corona, así os crucifica.
Así como os acrece, así os poda.
Así como asciende a lo más alto y acaricia vuestras más tiernas ramas, que se estremecen bajo el sol, así descenderá hasta vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.

Como trigo en gavillas él os une a vosotros mismos.
Os desgarra para desnudaros.
Os cierne, para libraros de vuestras coberturas.
Os pulveriza hasta volveros blancos.
Os amasa, hasta que estéis flexibles y dóciles.
Y os asigna luego a su fuego sagrado, para que podáis convertiros en sagrado pan para la fiesta sagrada de Dios.

Todo esto hará el amor en vosotros para que podáis conocer los secretos de vuestro corazón y convertiros, por ese conocimiento, en un fragmento del corazón de la Vida.

Pero si, en vuestro miedo, buscareis solamente la paz y el placer del amor, entonces, es mejor que cubráis vuestra desnudez y os alejéis de sus umbrales.
Hacia un mundo sin primaveras donde reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas.
El amor no da nada más a sí mismo y no toma nada más que de sí mismo.
El amor no posee ni es poseído.
Porque el amor es suficiente para el amor.

Cuando améis no debéis decir: "Dios está en mi corazón", sino más bien: "Yo estoy en el corazón de Dios."
Y pensad que no podéis dirigir el curso del amor porque él si os encuentra dignos, dirigirá vuestro curso.

El amor no tiene otro deseo que el de realizarse.
Pero, si amáis y debe la necesidad tener deseos, que vuestros deseos sean éstos:
Fundirse y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.
Saber del dolor de la demasiada ternura.
Ser herido por nuestro propio conocimiento del amor. Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertarse al amanecer con un alado corazón y dar gracias por otro día de amor.
Descansar al mediodía y meditar el éxtasis de amar. Volver al hogar con gratitud en el atardecer.
Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción de alabanza en los labios.

El Matrimonio

Entonces, Almitra habló otra vez: ¿Qué nos diréis sobre el Matrimonio, Maestro?

Y él respondió, diciendo:

Nacisteis juntos y juntos para siempre.
Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días.
Sí; estaréis juntos aun en la memoria silenciosa de Dios. Pero dejad que haya espacios en vuestra cercanía.
Y dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros. Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una atadura.
Que sea, más bien, un mar movible entre las costas de vuestras almas.
Llenaos uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa.
Daos el uno al otro de vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.
Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros sea independiente.
Las cuerdas de un laúd están solas, aunque tiemblen con la misma música.
Dad vuestro corazón, pero no para que vuestro compañero lo tenga.
Porque sólo la mano de la Vida puede contener los corazones.
Y estad juntos, pero no demasiado juntos. Porque los pilares del templo están aparte.
Y, ni el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del roble.

Los niños

Y una mujer que sostenía un niño contra su seno pidió: Háblanos de los niños.

Y él dijo:

Vuestros hijos no son hijos vuestros.
Son los hijos y las hijas de la Vida, deseosa de sí misma. Vienen a través vuestro, pero no vienen de vosotros.
Y, aunque están con vosotros, no os pertenecen.

Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos.
Porque ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos, pero no sus almas.
Porque sus almas habitan en la casa del mañana que vosotros no podéis visitar, ni siquiera en sueños.
Podéis esforzaros en ser como ellos, pero no busquéis el hacerlos como vosotros.
Porque la vida no retrocede ni se entretiene con el ayer. Vosotros sois el arco desde el que vuestros hijos, como flechas vivientes, son impulsados hacia delante.
El Arquero ve el blanco en la senda del infinito y os doblega con Su poder para que Su flecha vaya veloz y lejana. Dejad, alegremente, que la mano del Arquero os doblegue. Porque, así como El ama la flecha que vuela, así ama también el arco, que es estable.

El dar

Entonces, un hombre rico dijo: Háblanos del dar.

Y él contestó:

Dais muy poca cosa cuando dais de lo que poseéis.
Cuando dais algo de vosotros mismos es cuando realmente dais.
¿Qué son vuestras posesiones sino cosas que atesoráis por miedo a necesitarlas mañana?
Y mañana, ¿qué traerá el mañana al perro que, demasiado previsor, entierra huesos en la arena sin huellas mientras sigue a los peregrinos hacia la ciudad santa? ¿Y qué es el miedo a la necesidad sino la necesidad misma?
¿No es, en realidad, el miedo a la sed, cuando el manantial está lleno, la sed inextinguible?

Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan buscando el reconocimiento y su deseo oculto malogra sus regalos.
Y hay quienes tienen poco y lo dan todo.
Son éstos los creyentes en la vida y en la magnificencia de la vida y su cofre nunca está vacío.

Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio.
Y hay quiénes dan con dolor y ese dolor es su bautismo.
Y hay quienes dan y no saben del dolor de dar, ni buscan la alegría de dar, ni dan conscientes de la virtud de dar.
Dan como, en el hondo valle, da el mirto su fragancia al espacio.
A través de las manos de los que como esos son, Dios habla y, desde el fondo de sus ojos, El sonríe sobre la tierra.

Es bueno dar algo cuando ha sido pedido, pero es mejor dar sin demanda, comprendiendo.
Y, para la mano abierta, la búsqueda de aquel que recibirá es mayor goce que el dar mismo.
¿Y hay algo, acaso, que podáis guardar? Todo lo que tenéis será dado algún día.
Dad, pues, ahora que la estación de dar es vuestra y no de vuestros herederos.

Decís a menudo: "Daría, pero sólo al que lo mereciera." Los árboles en vuestro huerto no dicen así, ni lo dicen los rebaños en vuestra pradera.
Ellos dan para vivir, ya que guardar es perecer.
Todo aquel que merece recibir sus días y sus noches, merece, seguramente, de vosotros todo lo demás.
Y aquel que mereció beber el océano de la vida, merece llenar su copa en vuestro pequeño arroyo.
¿Y cuál será mérito mayor que el de aquel que da el valor y la confianza -no la caridad- del recibir?
¿Y quiénes sois vosotros para que los hombres os muestren su seno y os descubran su orgullo para que así veáis sus merecimientos desnudos y su orgullo sin confusión?
Mirad primero si vosotros mismos merecéis dar y ser un instrumento del dar.
Porque, a la verdad, es la vida la que da a la vida, mientras que vosotros, que os creéis dadores, no sois sino testigos.

Y vosotros, los que recibís -y todos vosotros sois de ellos- no asumáis el peso de la gratitud, si no queréis colocar un yugo sobre vosotros y sobre quien os da.
Elevaos, más bien, con el dador en su dar como en unas alas.
Porque exagerar vuestra deuda es dudar de su generosidad, que tiene el libre corazón de la tierra como madre y a Dios como padre.

El comer y el beber

Entonces, un viejo que tenía una posada dijo: Háblanos del comer y del beber.

Y él respondió:

Ojalá pudierais vivir de la fragancia de la tierra y, como planta del aire, ser alimentados por la luz.
Pero, ya que debéis matar para comer y robar al recién nacido la leche de su madre para apagar vuestra sed, haced de ello un acto de adoración.
Y haced que vuestra mesa sea un altar en el que lo puro y lo inocente, el buque y la pradera sean sacrificados a aquello que es más puro y aún inocente que el hombre.
Cuando matéis un animal, decidle en vuestro corazón: "El mismo poder que te sacrifica, me sacrifica también; yo seré también destruido.
La misma ley que te entrega en mis manos me entregará a mí en manos más poderosas.
Tu sangre y mi sangre no son otra cosa que la savia que alimenta el árbol del cielo."

Y, cuando mordáis una manzana, decidle en vuestro corazón:
"Tus semillas vivirán en mi cuerpo.
Y los botones de tu mañana florecerán en mi corazón. Y tu fragancia será mi aliento.
Y gozaremos juntos a través de todas las estaciones."
Y, en el otoño, cuando reunáis las uvas de vuestras vides para el lagar, decid en vuestro corazón:
"Yo soy también una vid y mi fruto será llevado al lagar. Y, como vino nuevo será guardado en vasos eternos."
Y, en el invierno, cuando sorbáis el vino, que haya en vuestro corazón un canto para cada copa.
Y que haya en ese canto un recuerdo para los días otoñales y para la vid y para el lagar.

El trabajo

Entonces, dijo el labrador: Háblanos del trabajo.

Y él respondió, diciendo:

Trabajáis para seguir el ritmo de la tierra y del alma de la tierra.

Porque estar ocioso es convertirse en un extraño en medio de las estaciones -y salirse de la procesión de la vida, que marcha en amistad y sumisión orgullosa hacia el infinito.

Cuando trabajáis, sois una flauta a través de cuyo corazón el murmullo de las horas se convierte en música.
¿Cuál de vosotros querrá ser una caña silenciosa y muda cuando todo canta al unísono?

Se os ha dicho siempre que el trabajo es una maldición y la labor una desgracia.
Pero yo os digo que, cuando trabajáis, realizáis una parte del más lejano sueño de la tierra, asignada a vosotros cuando ese sueño fue nacido.
Y, trabajando, estáis, en realidad, amando a la vida.
Y amarla, a través del trabajo, es estar muy cerca del más recóndito secreto de la vida.
Pero si, en vuestro dolor, llamáis al nacer una aflicción y al soportar la carne una maldición escrita en vuestra frente, yo os responderé que nada más que el sudor de vuestra frente lavará lo que está escrito.

Se os ha dicho también que la vida es oscuridad y, en vuestra fatiga, os hacéis eco de la voz del fatigado.
Y yo os digo que la vida es, en verdad, oscuridad cuando no hay un impulso.
Y todo impulso es ciego cuando no hay conocimiento. Y todo saber es vano cuando no hay trabajo.
Y todo trabajo es vacío cuando no hay amor.
Y cuando trabajáis con amor, os unís con vosotros mismos, y con los otros, y con Dios.
¿Y qué es trabajar con amor?
Es tejer la tela con hilos extraídos de vuestro corazón como si vuestro amado fuera a usar esa tela.
Es construir una casa con afecto, como si vuestro amado fuera a habitar en ella.
Es plantar semillas con ternura y cosechar con gozo, como si vuestro amado fuera a gozar del fruto.
Es infundir en todas las cosas que hacéis el -aliento de vuestro propio espíritu.
Y saber que todos los muertos benditos se hallan ante vosotros observando.

He oído a menudo decir, como si fuera en sueños: "El que trabaja en mármol y encuentra la forma de su propia alma en la piedra es más noble que el que labra la tierra."
"Aquel que se apodera del arco iris para colocarlo en una tela transformada en la imagen de un hombre es más que el que hace las sandalias para nuestros pies."
Pero, yo digo, no en sueños, sino en la vigilia del mediodía, que el viento no habla más dulcemente a los robles gigantes que a la menor de las hojas de la hierba.
Y solamente es grande el que cambia la voz del viento en una canción, hecha más dulce por-u propio amor.
El trabajo es el amor hecho visible.
Y si no podéis trabajar con amor, sino solamente con disgusto, es mejor que dejéis vuestra tarea y os sentéis a la puerta del templo y recibáis limosna de los que trabajan gozosamente.
Porque, si horneáis el pan con indiferencia estáis horneando un pan amargo que no calma más que a media el hambre del hombre.
Y si refunfuñáis al apretar las uvas, vuestro murmurar destila un veneno en el vino.
Y si cantáis, aunque fuera como los ángeles, y no amáis el cantar, estáis ensordeciendo los oídos de los hombres para las voces del día y las voces de la noche.

La Alegría y el Dolor

Entonces, dijo una mujer: Háblanos de la Alegría y del Dolor.

Y él respondió:

Vuestra alegría es vuestro dolor sin máscara.
Y la misma fuente de donde brota vuestra risa fue muchas veces llenada con vuestras lágrimas.
Y ¿cómo puede ser de otro modo?
Mientras más profundo cave el dolor en vuestro corazón, más alegría podréis contener.
¿No es la copa que guarda vuestro vino la misma copa que estuvo fundiéndose en el horno del alfarero?
¿Y' no es el laúd que apacigua vuestro espíritu la misma madera que fue tallada con cuchillos?
Cuando estéis contentos, mirad en el fondo de vuestro corazón y encontraréis que es solamente lo que os produjo dolor, lo que os da alegría.
Cuando estéis tristes, mirad de nuevo en vuestro corazón y veréis que estáis llorando, en verdad, por lo que fue vuestro deleite.

Algunos de vosotros decís: "La alegría es superior al dolor" y otros: "No, el dolor es más grande."
Pero yo os digo que son inseparables.
Vienen juntos y, cuando uno de ellos se sienta con vosotros a vuestra mesa, recordad que el otro está durmiendo en vuestro lecho.
En verdad, estáis suspensos, como fiel de balanza, entre vuestra alegría y vuestro dolor.
Sólo cuando vacíos estáis quietos y equilibrados.
Cuando el tesorero os levanta para pesar su oro y su plata, es necesario que vuestra alegría o vuestro dolor suban o bajen.

Las Casas

Un albañil, entonces, se adelantó y dijo: Háblanos de las Casas.

Y él respondió, diciendo:

Levantad con vuestra imaginación una enramada en el bosque antes que una casa dentro de las murallas de la ciudad.
Porque, así como tendréis huéspedes en vuestro crepúsculo, así el peregrino en vosotros tenderá siempre hacia la distancia y la soledad.
Vuestra casa es vuestro cuerpo grande.
Crece en el sol y duerme en la quietud de la noche, y sueña.
¿No es cierto que sueña? ¿Y que, al soñar, deja la ciudad por el bosque o la colina?

¡Cómo pudiera juntar vuestras casas en mi mano y, como un sembrador, esparcirlas por el bosque y la pradera!
Los valles serían vuestras calles y los senderos verdes las alamedas y os buscaríais el uno al otro a través de los viñedos, para volver con la fragancia de la tierra en las vestiduras.
Pero todo eso no puede ser aún.
En su miedo, vuestros antecesores os pusieron demasiado juntos. Y ese miedo durará aún un poco. Por un tiempo aún los muros de vuestra ciudad separarán vuestro corazón de vuestros campos.
Y, decidme, pueblo de Orfalese, ¿qué tenéis en esas casas? ¿Y qué guardáis con puertas y candados?
¿Tenéis paz, el quieto empuje que revela vuestro poder? ¿Tenéis remembranzas, los arcos lucientes que unen las cumbres del espíritu?
¿Tenéis belleza que guía el corazón desde las casas de madera y piedra hechas, hasta la montaña sagrada?
Decidme, ¿las tenéis en vuestras casas?
¿O tenéis solamente comodidad y el ansia de comodidad, esa cosa furtiva que entra a una casa como un huésped y luego se convierte en dueño y después en amo y señor?
¡Ay! y termina siendo un domador y, con látigo y garfio juega con vuestros mayores deseos.

Aunque sus manos sean sedosas, su corazón es férreo. Arrúa vuestro sueño solamente para colocarse al lado de vuestro lecho y escarnecer la dignidad del cuerpo.
Hace mofa de vuestros sentidos y los echa en el cardal como frágiles vasos.
En verdad os digo que el ansia de comodidad mata la pasión del alma y luego camina haciendo muecas y risas el funeral. Pero vosotros, criaturas del espacio, vosotros, inquietos en la quietud, no seréis atrapados o domados.
Vuestra casa no será un ancla, sino un mástil.
No será la cinta brillante que cubre una herida, sino el párpado que protege el ojo.
No plegaréis vuestras alas para poder pasar por sus puertas, ni agacharéis la cabeza para que no toque su techo, ni temeréis respirar por miedo a que sus paredes se rajen o derrumben.
No viviréis en tumbas hechas por los muertos para los vivos y, aunque magnificente y esplendorosa, vuestra casa no se adueñará de vuestro secreto, ni encerará vuestro anhelo.
Porque lo que en vosotros es ilimitado habita en la mansión del cielo, cuya puerta es la niebla de la mañana , y cuyas ventanas son las canciones y los silencios de la noche.

El Vestír

Y un tejedor dijo: Háblanos del vestir.

Y él respondió, diciendo:

Vuestra ropa esconde mucho de vuestra belleza y, sin embargo, no cubre lo que no es bello.
Y aunque buscáis en el vestir el sentiros libres en vuestra intimidad, podéis hallar en él un arnés y una cadena.
¡Cómo pudierais enfrentar al sol y al viento con más de vuestra piel y menos de vuestro ropaje!
Porque el aliento de la vida está en la luz del sol y 'la mano de la vida en el viento.
Algunos de vosotros decís: "Es el viento del norte el que ha tejido las ropas que usamos."
Y yo digo: ¡Ay! Fue el viento del norte.
Pero fue la vergüenza su telar y la debilidad de carácter dio sus hilos.
Y, cuando terminó su trabajo, rió en el bosque.

No os olvidéis que el pudor no es protección contra los ojos del impuro.
Y, cuando el impuro no exista más ¿qué será el pudor sino los grillos y la impureza de la mente?
Y no olvidéis que la tierra goza al sentir vuestros pies desnudos y los vientos anhelan jugar con vuestros cabellos.

El Comprar y el Vender

Y un mercader dijo: Háblanos del Comprar y el Vender.

Y él respondió:

La tierra os entrega sus frutos y vosotros no conoceréis necesidad si sabéis solamente cómo llenaros las manos.
Es en el intercambio de los dones de la tierra donde encontraréis abundancia y seréis satisfechos.
Pero, a menos que ese intercambio sea hecho con amor y bondadosa justicia, llevará a algunos a la codicia y a otros al hambre.
Cuando, en el mercado, vosotros, trabajadores del mar y los campos y los viñedos, encontréis a los tejedores y alfareros y vendedores de especies, invocad al espíritu guía de la tierra para que vaya en medio de vosotros y santifique las medidas y para que pese al valor de acuerdo con el valor.
Y no permitáis que el de las manos estériles, el que quiere venderos sus palabras al precio de vuestra labor, intervenga en vuestras transacciones.
A ese hombre deberéis decirle:
"Ven con nosotros a los campos o ve con nuestros hermanos a la mar y arroja tu red:
Que la tierra y el mar serán espléndidos para ti como lo son para nosotros."

Y, si vienen los cantores y los bailarines y los tañedores de caramillo, comprad de sus dones.
Porque ellos son también cosechadores de frutos e incienso y lo que ellos traen, aunque hecho de sueño, es ropaje y alimento para vuestro espíritu.
Y, antes de abandonar el mercado, ved que nadie se marche con las manos vacías.
Porque el espíritu señor de la tierra no dormirá en paz sobre los vientos hasta que las necesidades del 'ultimo de vosotros sean satisfechas.

El Crimen y el Castigo

Entonces, uno de los jueces de la ciudad se adelantó y dijo: Háblanos del Crimen y el Castigo.

Y él respondió, diciendo:

Es cuando vuestro espíritu va vagando en el viento.
Que vosotros, solos y sin guarda, cometéis una falta para con los demás y, por lo tanto, para con vosotros mismos.
Y, por tal falta cometida, debéis llamar a la puerta del bienaventurado y esperar por un momento.

Como el océano es vuestro dios personal.

No conoce los caminos del topo ni busca los agujeros de la serpiente.
Pero vuestro dios personal no habita sólo en vuestro ser;
mucho en vosotros es aún hombre, y mucho en vosotros no es hombre todavía, sino un pigmeo informe que camina dormido en la niebla, en busca de su propio despertar.
Y del hombre en vosotros quiero yo hablar ahora.
Porque es él y no vuestro dios personal ni el pigmeo en la niebla el que conoce el crimen y el castigo del crimen.
A menudo os he oído hablar de aquel que comete una falta como si no fuera uno de vosotros, sino un extraño y un intruso en vuestro mundo.
Pero yo os digo que, así como el santo y el justo no pueden elevarse más allá de lo más alto que existe en cada uno de vosotros.
Así„el débil y el malvado no pueden caer más bajo que lo más bajo que está también en vosotros.
Y, así como una sola hoja no se vuelve amarilla sino con el silencioso conocimiento del árbol todo.
Así, el que falta no puede hacerlo sin la voluntad oculta de todos vosotros.
Como una procesión marcháis juntos hacia vuestro dios personal.
Sois el camino y sois los caminantes.
Y, cuando uno de vosotros cae, cae para que los que le siguen no: tropiecen en la misma piedra.
¡Ay! Y cae por los que le precedieron, por aquellos que, siendo de paso más rápido y seguro, no removieron, sin embargo, la piedra del camino.

Y esto aún, aunque las palabras pesen duramente sobre vuestros corazones.
El asesinado no es irresponsable de su propia muerte. Y el robado no es libre de culpa al ser robado.
El justo no es inocente de los hechos del malvado.
Y el de las manos blancas no está limpio de lo que el Felón hace.
Sí; el reo es, muchas veces, la víctima del injuriado. Y, aún más a menudo, el condenado es el que lleva la carga del sin culpa.
No podéis separar el justo del injusto ni el bueno del malvado.
Porque ellos se hallan juntos ante la faz del sol, así como el hilo blanco y el negro están tejidos juntos.
Y, cuando el hilo negro se rompe, el tejedor debe examinar toda la tela y examinar también el telar.

Si alguno de vosotros trajera a juicio a la mujer infiel, haced que pesen también el corazón de su marido en la balanza y midan su alma con medidas.
Y haced que aquél que azotaría al ofensor mire en el espíritu del ofendido.
Y, si alguno de vosotros castigara en nombre de la justicia y descargara el hacha en el árbol malo, haced que mire las raíces.
Y encontrará, en verdad, las raíces de lo bueno y lo malo, lo fructífero y lo estéril juntos y entrelazados en el silente corazón de la tierra.
Y, vosotros, jueces, que debéis ser justos,
¿Qué juicio pronunciaríais sobre aquél que, aunque honesto en la carne, fuera un ladrón en espíritu?
¿Qué pena impondríais al que destruye la carne y es, él mismo destruido en el espíritu?
Y ¿cómo juzgaríais a aquel que es, en acción, un opresor y un falso
Pero que es, sin embargo, también agraviado y ultrajado?

¿Y cómo castigaríais a aquéllos cuyo remordimiento es ya mayor que su falta?
¿No es el remordimiento -la justicia administrada por la ley misma que desearíais servir?
Sin embargo, no podréis cargar al inocente de remordimiento, ni librar de él el corazón del culpable.
Vendrá el remordimiento espontáneamente en la noche para que los hombres se despierten y se contemplen a ellos mismos.

Y vosotros, que pretendéis entender de justicia, ¿cómo podréis hacerlo si no miráis todos los hechos en la plenitud de la luz?
Sólo así sabréis que el erecto y el caído no son sino un solo hombre, de pie en el crepúsculo, entre la noche de su yo pigmeo y el día de su dios personal.
Y que la coronación del templo no es más alta que la piedra más baja de sus cimientos.

Las Leyes

Dijo, entonces, un abogado. Pero, ¿qué nos decís de nuestras Leyes, maestro?

Y él respondió:

Os deleitáis dictando leyes.
Y, no obstante, gozáis más violándolas.
Como los niños que juegan a la orilla del océano y levantan, con constancia, torres de arena y, con risas, las destruyen luego.
Pero, mientras construís vuestras torres, el océano trae más arena a la playa.
Y, cuando las destruís, el océano ríe con vosotros. En verdad, el océano ríe siempre con el inocente.
Pero, ¿aquellos para quienes la vida no es un océano y las leyes de los hombres no son castillos de arena.
Sino para quienes la vida es una roca y la ley un cincel con el que la tallarían a su gusto?
¿Qué del lisiado que odia a los que danzan?
¿Qué del buey que ama su yugo y juzga al alce y al ciervo bosque como descarriados y vagabundos?
¿Y la vieja serpiente que no puede librarse de su piel y llama a todos los demás desnudos y desvergonzados?
¿Y de aquél que llegó temprano a la fiesta de bodas y, cuando está cansado y harto, se aleja diciendo que todas las fiestas son inmorales y los concurrentes violadores de la ley?
¿Qué diré de ellos sino que están también a la luz del sol, pero dando al sol la espalda?
Ven sólo sus sombras y sus sombras son sus leyes.
¿Y qué es el sol para ellos, sino algo que produce sombras? ¿Y qué es el reconocer las leyes, sino el encorvarse y rastrear sus sombras sobre la tierra?
Pero a vosotros, que camináis mirando al sol, ¿qué imágenes dibujadas en la tierra pueden conteneros?
Y si vosotros viajáis con el viento, ¿qué veleta dirigirá vuestro andar?
¿Qué ley humana os atará si rompéis vuestro yugo lejos de la puerta de las prisiones de los hombres?
¿Y quién es el que os llevará a juicio si desgarráis vuestro vestido, pero no lo dejáis en el camino?
Pueblo de Orfalese, podéis cubrir el tambor y podéis aflojar las cuerdas de la lira, pero ¿quién ordenará a la alondra del cielo que no cante?

La Libertad

Y un orador dijo: Háblanos de la Libertad.

Y él respondió:
A las puertas de la ciudad y a la lumbre de vuestro hogar yo os he visto postraros y adorar vuestra propia libertad.
Así como los esclavos se humillan ante un tirano y lo alaban aun cuando los mata.
¡Ay! En el jardín del templo y a la sombra de la ciudadela he visto a los más libres de vosotros usar su libertad como un yugo y un dogal.
Y mi corazón sangró en mi pecho: porque sólo podéis ser libres cuando el deseo de perseguir la libertad sea un arnés para vosotros y cuando dejéis de hablar de la libertad como una meta y una realización.
Seréis, en verdad, libres, no cuando vuestros días estén libres de cuidado ni vuestras noches de necesidad y pena. Sino, más bien, cuando esas cosas rodeen vuestra vida y, sin embargo, os elevéis sobre ellas desnudos y sin ataduras. Y, ¿cómo os elevaréis más allá de vuestros días y vuestras noches a menos que rompáis las cadenas que, en el amanecer de vuestro entendimiento, atasteis alrededor de vuestro mediodía?
En verdad, eso que llamáis libertad es la más fuerte de esas cadenas, a pesar de que sus eslabones brillen al sol y deslumbren vuestros ojos.

¿Y qué sino fragmentos de vuestro propio yo desecharéis para poder ser libres?
Si es una ley injusta la que deseáis abolir, esa ley fue escrita con vuestra propia mano sobre vuestra propia frente.
No podéis borrarla quemando vuestros Códigos ni lavando la frente de vuestros jueces, aunque vaciéis el mar sobre ella.
Y, si es un déspota el que queréis destronar, ved primero que su trono, erigido dentro de vosotros, sea destruido.
Porque, ¿cómo puede un tirano mandar a los libres y a los dignos sino a través de una tiranía en su propia libertad y una vergüenza en su propio orgullo?
Y si es una pena lo que queréis desechar, esa pena fue escogida por vosotros más que impuesta a vosotros.
Y si es un miedo el que queréis disipar, la sede de ese miedo está en vuestro corazón y no en la mano del ser temido. En verdad, todas las cosas se mueven en vosotros como luces y sombras apareadas.
Y, cuando la sombra se desvanece y no existe más, la luz que queda se convierte en sombra en otra luz.
Y, así, vuestra libertad, cuando pierde sus grillos, se convierte ella misma en el grillo de una libertad mayor.

La Razón y la Pasión

Y la sacerdotisa habló de nuevo: Háblanos de la Razón y la Pasión.

Y él respondió, diciendo:

Vuestra alma es, a veces, un campo de batalla sobre el que vuestra razón y vuestro juicio combaten contra vuestra pasión y vuestro apetito.
Desearía poder ser el pacificador de vuestra alma y cambiar la discordia y la rivalidad de vuestros elementos en 'unidad y melodía. Pero, ¿cómo lo haré a menos que vosotros mismos seáis también los pacificadores, no, los amigos, de todos vuestros elementos?
Vuestra razón y vuestra pasión son el timón y las velas de vuestra alma viajera.
Si vuestras velas o vuestro timón se rompieran, no podríais más que agitaros e ir a la deriva o permanecer inmóviles en medio del mar. Porque la razón, gobernando sola, es una fuerza limitadora y la pasión, desgobernada, es una llama que se quema hasta su propia destrucción.
Por, lo tanto, haced que vuestra alma exalte a vuestra razón a la altura de la pasión, para que cante.
Y dirigid vuestra pasión con el razonamiento, para que ella pueda vivir a través de su diaria resurrección y, como el ave fénix, se eleve de sus propias cenizas.

Desearía que consideraseis vuestro propio juicio y vuestro apetito como dos queridos huéspedes.
No honraríais, con seguridad, a uno más que al otro; porque quien es más atento con uno de ellos pierde el amor y la fe de ambos.

Entre las colinas, cuando os sentéis a la sombra fresca de los álamos, compartiendo la paz y la serenidad de los campos y praderas distantes, dejad que vuestro corazón diga en silencio: "Dios descansa en la razón."
Y, cuando llegue la tormenta y el viento poderoso sacuda el bosque y los truenos y relámpagos proclamen la majestad del cielo, dejad a vuestro corazón decir sobrecogido: "Dios se mueve en la pasión."
Y, ya que sois un soplo en la esfera de Dios y una hoja en el bosque de Dios, deberíais descansar en la razón y moveros en la pasión.

El Dolor

Y una mujer pidió: Háblanos del Dolor.

Y él dijo:

Vuestro dolor es la ruptura de la celda que encierra vuestra comprensión.
Así como la semilla de la fruta debe romperse para que su corazón se muestre al sol, así debéis vosotros conocer el dolor.
Y, si pudierais mantener vuestro corazón maravillado ante los diarios milagros de la vida, vuestro dolor no os pareciera menos prodigioso que vuestra alegría.
Y aceptaríais las estaciones de vuestro corazón así como habéis aceptado siempre las estaciones que pasan sobre vuestros campos.
Y esperaríais con serenidad a través de los inviernos de vuestra pena.

Mucho de vuestro dolor es elegido por vosotros mismos. Es la porción amarga con la que el médico que hay dentro de vosotros cura vuestro ser enfermo.
Por tanto, confiad en el médico, y bebed el remedio en silencio y tranquilidad;
Porque su mano, aunque dura y pesada, guiada está por la tierna mano del Invisible.
Y el vaso con que brinda, aunque queme vuestros labios, ha sido moldeado de la arcilla que el Alfarero ha humedecido con sus propias lágrimas sagradas.

El Conocimiento

Y un hombre dijo, entonces: Háblanos del Conocimiento propio.

Y él respondió:

Vuestros corazones saben, en silencio, los secretos de los días y las noches.
Pero vuestros oídos padecen por el sonido del conocimiento de vuestro corazón.
Querríais saber, en palabras, lo que siempre supisteis en pensamiento;
Querríais tocar con vuestras manos el cuerpo desnudo de vuestros sueños.
Y es bueno que lo hicierais.
El manantial escondido de vuestra alma necesita brotar y correr murmurando hacia el mar;
Y el tesoro de vuestros infinitos arcanos sería revelado a vuestros ojos.
Pero no pongáis balanzas para pesar vuestro tesoro desconocido.
Y no- registréis los arcanos de vuestro conocimiento con palos ni sondas.
Porque el yo es un mar inconmensurable.

No digáis: "He hallado la verdad" sino más bien. "He hallado una verdad".
No digáis: "He encontrado el alma caminando en mi senda."
Porque el alma camina sobre todas las sendas.

El alma no camina en línea recta, ni crece como un bambú.
El alma se despliega como un loto de innumerables pétalos.

El Enseñar

Dijo, entonces, un maestro: Háblanos del Enseñar.

Y él respondió;

Nadie puede revelarnos más de lo que reposa ya dormido a medias en el alba de nuestro conocimiento.
El maestro que camina a la sombra del templo, en medio de sus discípulos, no les da de su sabiduría, sino, más bien, de su fe-y de su afecto.
Si él es sabio de verdad, no os pedirá que entréis en la casa de su, sabiduría, sino que os guiará, más bien, hasta el umbral de vuestro propio espíritu.
El astrónomo puede hablaros de su comprensión del espacio, pero no puede daros ese conocimiento.
El músico puede cantaros el ritmo que existe en todo ámbito, pero no puede daros el oído que detiene el ritmo ni la voz que le hace eco. Y el que es versado en la ciencia de los números puede hablaros de las regiones del peso y la medida, pero no puede conduciros a ellas. Porque la visión de un hombre no, presta sus alas a- otro hombre.
Y, así como cada uno de vosotros se halla solo ante el conocimiento de Dios, así debe cada uno de vosotros estar solo en su comprensión de Dios y en su conocimiento de la tierra.

La Amistad

Un joven dijo: Háblanos de la Amistad.

Y él respondió:

Vuestro amigo es la respuesta a vuestras necesidades.
El es el campo que plantáis con amor y cosecháis con agradecimiento.
-Y él es vuestra mesa y vuestro hogar.
Porque vosotros, vais hacia él con vuestro hambre y lo buscáis con sed de paz.

Cuando vuestro amigo os hable francamente, no temáis vuestro propio "no", ni detengáis el "sí".
Y cuando él esté callado, que no cese vuestro corazón de oír su corazón;
Porque, sin palabras, en amistad, todos los pensamientos, todos los deseos, todas las esperanzas nacen y se comparten en espontánea alegría.
Cuando os separéis de un amigo, no sufráis;
Porque lo que más amáis en él se aclarará en su ausencia, como la montaña es más clara desde el llano para el montañés.

Y no permitáis más propósito en la amistad que el ahondamiento del espíritu.
Porque el amor que no busca más que la aclaración de su propio misterio, no es amor sino una red lanzada; y solamente lo inútil es cogido.
Y haced que lo mejor de vosotros sea para vuestro amigo. Si él ha de conocer el menguante de vuestra marea, que conozca también su creciente.
Porque ¿qué amigo es el que buscaréis para matar las horas?
Buscadlo siempre para vivir las horas.
Porque él está para llenar vuestra necesidad, no vuestro vacío.
Y en la dulzura de la amistad, dejad que haya risas y placeres compartidos.
Porque en el rocío de las cosas pequeñas el corazón encuentra su mañana y se refresca.

El Hablar

Y un erudito dijo: Dinos del Hablar.

Y él respondió:

Habláis cuando cesáis de estar en paz con vuestros pensamientos;
Y, cuando no podéis morar más en la soledad de vuestro corazón, vivís en vuestros labios y el sonido es una diversión y un pasatiempo.
Y en mucho de vuestro hablar el pensamiento es a medias asesinado,
Porque el pensamiento es un pájaro del espacio que, en una jaula de palabras, puede, en verdad, abrir las alas, pero no puede volar.
Algunos hay entre vosotros que buscan al hablador por miedo a estar solos.
El silencio de la soledad revela ante sus ojos su yo desnudo y desean escapar.
Y hay quienes hablan y, sin conocimiento ni premeditación, revelan una verdad que no comprenden ellos mismos.
Y hay quienes tienen la verdad, pero no la dicen en palabras.

Cuando encontréis a vuestro amigo a la vera del camino o en el mercado, dejad que el espíritu en vosotros mueva vuestros labios y dirija vuestra lengua.
Que la voz en vuestra voz hable al oído en su oído: Porque su alma guardará la verdad de vuestro corazón, como el sabor del vino es recordado.
Cuando el dolor se olvidó y el vaso ya no existe.

El Tiempo

Y un astrónomo dijo: Maestro, ¿y el Tiempo?

Y él respondió:

Mediríais el tiempo, lo inconmensurable.
Ajustaríais vuestra conducta y aun dirigiríais la ruta de vuestro espíritu de acuerdo con las horas y las estaciones. Del tiempo haríais una corriente a cuya orilla os sentaríais a observarla rodar.
Sin embargo, lo eterno en vosotros es consciente de la eternidad de la vida. .
Y saber que el ayer es sólo la memoria del hoy y el mañana es el ensueño del hoy.
Y que aquello que canta y medita en vosotros mora aún en los límites de aquel primer momento que esparció las estrellas en el espacio.
¿Quién de entre vosotros no siente que su capacidad de amar es ilimitada?
Y, a pesar de ello, ¿quién no siente ese mismo amor, aunque sin límites, rodeado en el centro de su ser y no moviéndose sino de un pensamiento de amor a otro pensamiento de amor, ni de un acto de amor a otro acto de amor? ¿Y no es el tiempo, como es el amor, indivisible y sin etapas?
Pero si, en vuestro pensamiento, debéis medir el tiempo en estaciones; que cada estación encierre todas las otras estaciones.
Y que el hoy abrace al pasado con remembranza y al futuro con ansia.

Lo Bueno y lo Malo

Y uno de los más viejos de la ciudad dijo: Háblanos de lo Bueno y de lo Malo.

Y él respondió:

Puedo hablar de lo bueno en vosotros, no de lo- malo. Porque, ¿qué es lo malo sino lo bueno torturado por su propia hambre y su propia sed?
En verdad, cuando lo bueno está hambriento, busca alimento aun en cavernas obscuras y, cuando está sediento, bebe hasta dé las aguas muertas.
Sois buenos cuando sois uno con vosotros mismos. Sin embargo; cuando no lo sois, no sois malos.
Porque una casa desunida no es un antro de ladrones; es sólo una casa desunida.
Y un barco sin timón puede vagar sin rumbo entre islotes peligrosos y no hundirse hasta el fondo.
Sois buenos cuando os esforzáis en dar de vosotros mismos. Sin embargo, no sois malos cuando buscáis ganar para vosotros.
Porque, cuando lucháis por obtener, no sois más que una raíz que se prende a la tierra y succiona su seno. Seguramente la fruta no puede decir a la raíz: "Sé como yo, madura y plena y dando siempre de tu abundancia." Porque para la fruta el dar es una necesidad, como el recibir es una necesidad para la raíz.

Sois buenos cuando estáis completamente despiertos en vuestro discurso.
Sin embargo, no sois malos cuando dormís mientras vuestra lengua titubea sin propósito.
Y hasta un vacilante hablar puede fortalecer una lengua débil.

Sois buenos cuando camináis hacia vuestra meta firmemente y con pasos audaces.
No sois, empero, malos cuando vais hacia ella cojeando. Aun aquellos que cojean no retroceden.
Pero vosotros que sois fuertes Y veloces, cuidaos de no cojear delante del lisiado, imaginando que eso es bondad.

Sois buenos en incontables modos y no sois malos cuando no sois buenos.
Sois solamente indolentes y haraganes.

Es una lástima que los ciervos no puedan enseñar velocidad a las tortugas.

En vuestro anhelo por vuestro yo gigante reposa vuestra grandeza y ese anhelo se encuentra en todos vosotros.
Pero en algunos de vosotros esa ansia es un torrente que corre con fuerza hacia el mar llevando los secretos de las colinas y las canciones de los bosques.

Y en otros es un hilo de agua que se pierde en ángulos y curvas y se consume antes de alcanzar la playa.
Pero, no dejemos que el que mucho anhela le diga al que anhela poco: "¿Por qué eres tan lento y te detienes tanto?" Porque el que es verdaderamente bueno no pregunta al desnudo "¿dónde están tus vestidos?" ni al desamparado " ¿qué ha ocurrido con tu casa?"

La Oración

Entonces, una sacerdotisa dijo: Háblanos de la Oración.

Y él respondió:

Oráis en vuestra pena y en vuestra necesidad; deberíais también hacerlo en la plenitud de vuestra alegría y en vuestros días de abundancia.
Porque ¿qué es la oración sino el expandirse de vuestro ser en el éter viviente?
Y si es para vuestra paz que volcáis vuestra oscuridad en el espacio, es también para vuestro deleite el derramar el amanecer de vuestro corazón.
Y, si no podéis sino llorar cuando vuestra alma os llama a la oración, ella os enjugará una vez y otra aún llorando hasta gire encontréis la risa.
Cuando oráis, os eleváis para hallar en lo alto a los que en ese mismo momento están orando y a quienes no encontraríais sino en la oración.
Por lo tanto, que vuestra visita a ese invisible templo no sea más que éxtasis y dulce comunión.
Porque, si entrarais al templo solamente a pedir, no recibiréis:
Y si entrarais aun a pedir por el bien de los otros, no seréis oídos.
Es suficiente que entréis en el templo invisible.

No puedo enseñaros cómo orar con palabras.
Dios no oye vuestras palabras sino cuando El Mismo las pronuncia a través de vuestros labios.
Y yo no puedo enseñaros la oración de los mares y los bosques y las montañas.
Pero vosotros, nacidos de las montañas, los bosques y los mares, podéis hallar su plegaria en vuestro corazón.
Y si solamente escucháis en la quietud de la noche, les oiréis diciendo, en silencio:
"Nuestro Señor, que eres nuestro ser alado, es Tu voluntad la que quiere en nosotros.
Es Tu deseo, en nosotros, el que desea.
Es Tu impulso el que, en nosotros, cambia nuestras noches, que son Tuyas, en días, que son Tuyos también.
No podemos pedirte nada porque Tú conoces nuestras necesidades antes de que nazcan en nuestro ser:
Tú eres nuestra necesidad y dándonos más de Ti, nos lo das todo."

El Placer

Entonces, un ermitaño, que visitaba la ciudad anualmente, se adelantó y dijo: Háblanos del Placer.

Y él respondió, diciendo:

El placer es una canción de libertad, pero no es libertad. Es el florecer de vuestros deseos, pero no su fruto.
Es una llamada de la profundidad a la altura pero no es lo profundo ni lo alto.
Es lo enjaulado que toma alas, pero no es el espacio confinado.
¡Ay! en verdad verdadera, el placer es una canción de libertad.
Y yo desearía que la cantarais con plenitud de corazón, pero no que perdierais el corazón en el canto.

Algunos jóvenes entre vosotros buscan el placer como si lo fuese todo y son juzgados por ello y censurados.
Yo no los juzgaría ni censuraría. Los dejaría buscarlo. Porque encontrarán el placer pero no lo encontrarán solo; Siete son sus hermanas y la peor de ellas es más hermosa que el placer.
¿No habéis oído del hombre que escarbaba la tierra buscando raíces y encontró un tesoro?
Y algunos mayores entre vosotros recuerdan los placeres con arrepentimiento, como faltas cometidas en embriaguez. Pero el arrepentimiento es el nublarse de la mente y no su castigo.
Deberían ellos recordar los placeres con gratitud, como lo harían de la cosecha de un verano.
Sin embargo, si los conforta el arrepentirse, dejad que se arrepientan.

Y algunos hay, entre vosotros, que no son ni jóvenes para buscar, ni viejos para recordar.
Y, en su miedo a buscar y recordar, huyen de todos los placeres para no olvidar el espíritu u ofenderlo.
Pero esa renuncia misma es su placer.
Y, así, ellos también encuentran un tesoro, escarbando con manos temblorosas para buscar raíces.

Pero, decidme, ¿quién es el que puede ofender al espíritu?
¿Ofende el ruiseñor la quietud de la noche o la luciérnaga ofende a las estrellas?
Y ¿molestan al viento vuestro fuego o vuestro humo? ¿Creéis que es el espíritu un estanque quieto que podéis enturbiar con un bastón?

A menudo, al negaros placer, no hacéis otra cosa que guardar el deseo en los recesos de vuestro ser.
¿Quién no sabe que lo que parece omitido, aguarda el mañana?
Aun vuestro cuerpo sabe de su herencia y su justa necesidad y no será engañado.
Y vuestro cuerpo es el arpa de vuestra alma.
Y sois vosotros los que podéis sacar de él dulce música o confusos sonidos.

Y ahora vosotros preguntáis en vuestro corazón: " ¿Cómo distinguiremos lo que es bueno de lo que no es bueno en el placer?"
Id a vuestros campos y a vuestros jardines y aprenderéis que el placer de la abeja es reunir miel de las flores.
Pero es también el placer de la flor el ceder su miel a la abeja.
Porque, parada abeja, una flor es fuente de vida.
Y, para la flor, una abeja es un mensajero de amor, Y para ambos, abejas y flor, el dar y el recibir placer son una, necesidad y un éxtasis.
Pueblo de Orfalese, sed en vuestros placeres como las abejas y las flores.

La Belleza

Y un poeta dijo: Háblanos de la Belleza.

Y él respondió:

¿Dónde buscaréis la belleza y cómo haréis para encontrarla a menos que ella misma sea vuestro camino y vuestro guía? ¿Y cómo hablaréis de ella, a menos que ella misma teja vuestro hablar?

El agraviado y el injuriado dicen: "La belleza es gentil y buena.
Camina entre nosotros como una madre joven, casi avergonzada de su propia gloria."
Y el apasionado dice: "No, la belleza es cosa de poder y temor,
Como una tempestad sacude la tierra bajo nuestros pies y el cielo sobre nosotros."
El cansado y rendido dice: "La belleza es hecha de blandos murmullos. Habló en nuestro espíritu.
Su voz se rinde a nuestros silencios como una débil luz que se estremece de miedo a las sombras."
Pero el inquieto dice: "La hemos oído dar voces entre las montañas.
Y, con sus voces, se oyó rodar de cascos y batir de alas y rugir de leones."
Durante la noche, los serenos de la ciudad dicen: "La belleza vendrá del este, con el alba."
Y, al mediodía, los trabajadores y los viajeros dicen: "La hemos visto inclinarse sobre la tierra desde las ventanas del atardecer."

En el invierno, dice el que se halla entre la nieve: "Vendrá con la primavera, saltando sobre las colinas."
Y, en el calor del verano, los cosechadores dicen: "La vimos danzando con las hojas de otoño y tenía un torbellino de nieve en su pelo."

Todas estas cosas habéis dicho de la belleza.
Pero, en verdad, hablasteis, no de ella, sino de vuestras necesidades insatisfechas.
Y la belleza no es una necesidad, sino un éxtasis.
No es una sedienta boca, ni una vacía mano extendida.
Sino, más bien, un corazón ardiente y un alma encantada:
No es la imagen que veis ni la canción que oís.
Sino, más bien, una imagen que veis cerrando los ojos y una canción que oís tapándoos los oídos.
No es la savia que corre debajo de la rugosa corteza, ni el ala prendida a una garra.
Sino, más bien, un jardín eternamente en flor y una bandada de ángeles en vuelo eternamente.

Pueblo de Orfalese, la belleza es la vida, cuando la vida descubre su sagrado rostro.
Pero vosotros sois la vida y vosotros sois el velo.
La belleza es la eternidad que se contempla a sí misma en un espejo.
Pero vosotros sois la eternidad y vosotros sois el espejo.

La Religión

Y un viejo sacerdote dijo: Háblanos de la Religión.

Y él respondió:

¿Acaso he hablado hoy de otra cosa?
¿No son todos los actos y todas las reflexiones, religión? ¿Y aún aquello que no es acto ni pensamiento, sino un milagro y una sorpresa brotando siempre en el alma, aun cuando las manos pican la piedra o atienden el telar?
¿Quién puede separar su fe de sus acciones o sus creencias de sus ocupaciones?
¿Quién puede desplegar sus horas ante sí mismo diciendo: "Esto para Dios y esto para mí; esto para mi alma y esto para mi cuerpo?"
Todas nuestras horas son alas que baten a través del espacio de persona a persona.
El que usa su moralidad como su más bella vestidura mejor estaría desnudo.
El sol y el viento no desgarrarían su piel.
Y aquél que define su conducta por medio de normas, apresará su pájaro cantor en una jaula.
El canto más libre no sale detrás de alambres ni barrotes.
Y aquél para quien la adoración es una ventana que puede abrirse pero también cerrarse, no ha visitado aún la mansión de su espíritu cuyas ventanas se extienden desde el alba hasta el alba.
Vuestra vida de todos los días es vuestro templo y vuestra religión.
Cada vez que en él entréis llevad con vosotros todo lo que tenéis.
Llevad el arado y la fragua, el martillo y el laúd.
Las cosas que habéis hecho por gusto o por necesidad. Porque en recuerdos, no podéis elevaros por encima de vuestras obras ni caer más bajo que vuestros fracasos.
Y llevad con vosotros a todos los hombres.
-Porque, en la adoración, no podéis volar más álto;ue sus esperanzas ni humillaros más bajo que su desesperación.

Y si llegáis a conocer a Dios, no os convirtáis en aclaradores de enigmas.
Mirad más bien alrededor de vosotros y lo veréis jugandp con vuestros hijos.
Y mirad hacia el espacio; lo veréis caminando en la nube, desplegando sus brazos en el, rayo. y descendiendo en la lluvia. Lo veréis sonriendo en las flores y elevándose luego para agitar sus manos en los árboles.

La Muerte

Almitra, entonces, habló, diciendo: Os preguntaríamos ahora sobre la Muerte.

Y él respondió:

Desearíais saber el secretó de la muerte.
¿Pero cómo lo encontraréis á menos de buscarlo en el corazón de la vida?
El mochuelo, cuyos ojos atados a la noche son ciegos en el día, no puede descubrir el misterio de la luz.
Si, en verdad, queréis contemplar el espíritu de la muerte, abrid de par en par vuestro corazón en el cuerpo de la vida. Porque la vida y la muerte son una, así como el río y el mar son uno también.
En el arcano de vuestras esperanzas , y deseos reposa vuestro conocimiento silencioso del más allá:
Y., como las semillas soñando bajo la nieve, vuestro corazón sueña con la primavera.

Confiad en los sueños, porque en ellos el camino a la eternidad está escondido.
Vuestro miedo a la muerte no es más que el temblor del pastor cuando está en pie ante el rey, cuya mano va a posarse sobre él como un honor.
¿No está, acaso, contento el pastor, bajo su miedo de llevar la marca del rey?
¿No lo hace eso, sin embargo, más conciente de su temblor?
Porque, ¿qué es morir sino erguirse desnudo?
Y, ¿qué es dejar de respirar, sino el liberar el aliento de sus inquietos vaivenes para que pueda elevarse y expandirse y, ya sin trabas, buscar a Dios?

Sólo cuando bebáis el río del silencio cantaréis de verdad. Y, cuando hayáis alcanzado la cima de la montaña es cuando comenzaréis a ascender.
Y, cuando la tierra reclame vuestros miembros, es cuando bailaréis de verdad.

La Partida

Y era ya la noche.
Y Almitra, la profetisa, dijo: Sea bendecido este día y este lugar y tu espíritu que ha hablado.
Y él respondió, ¿Fui yo el que habló? ¿No fui también uno de los que escucharon?
Descendió, entonces, las gradas del Templo y todo el pueblo lo siguió. Y él llegó a su barco y se irguió sobre el puente.
Y, mirando de nuevo a la gente, alzó la voz y dijo: Pueblo de Orfalese: el viento me obliga a dejaros. No tengo la prisa del viento, pero debo irme.
Nosotros, los trotamundos, buscando siempre el camino más solitario, no comenzamos un día donde hemos terminado otro y no hay aurora que nos encuentre donde nos dejó el atardecer.
Viajamos aún cuando la tierra duerme.
Somos las semillas de una planta tenaz y es en nuestra madurez y plenitud de corazón que somos dados al viento y esparcidos por doquier.
Breves fueran mis días entre vosotros y aún más breves las palabras que he dicho.
Pero, si mi voz se hace débil en vuestros oídos y mi amor se desvanece en vuestra memoria, entonces, volveré.
Y, con un corazón más rico y unos labios más dóciles al espíritu, hablaré.
Sí, he de, Volver con la marea.
Y, aunque la muerte me esconda y el gran silencio me envuelva, buscaré, sin embargo, nuevamente vuestra comprensión.
Y mi búsqueda no será en vano:
Si algo de lo que he dicho es verdad, esa verdad se revelará en una voz más clara y en palabras más cercanas a vuestros pensamientos.

Me oy con el viento, pueblo de Orfalese, pero no hacia la nada;"
Y, si este día no es la realización plena de vuestras necesidades y mi amor, que sea una promesa hasta que otro día llegue.
Las necesidades del hombre cambian, pero no su amor, ni su deseo de que este amor satisfaga sus necesidades.
Sabed, pues, que desde el silencio más grande, volveré.
La niebla que se aleja en el alba, dejando solamente el rocío sobre los campos, se eleva y se hace nube para caer después en lluvia.
Y yo no he sido diferente dula niebla.
En la, quietud de la noche he caminado por vuestras calles y mi espíritu entró en vuestras casas,
Y los latidos de vuestro corazón estuvieron en mi corazón y vuestro aliento se posó en mi cara y yo os conozco a todos. Y, a menudo, fui entre vosotros como un lago entre montañas:
Reflejé vuestras cumbres y vuestras laderas y aun el pasar de vuestros pensamientos y vuestros deseos, en manadas.
Y vino a mi silencio el reír de vuestros niños en torrentes y los anhelos de vuestra juventud en ríos.
Y, cuando llegaron a lo más profundo de mí ser, los torrentes y los ríos no cesaron de cantar.
Pero algo más dulce aún que las risas y más grande que los anhelos llegó a mí.
Fue lo ilimitado en vosotros;
El hombre inmenso del que sois apenas las células y los nervios;
Aquél en cuyo canto todo vuestro cantar no es más que un latido sordo.
Es en el hombre inmenso, en el que sois inmensos. Y es al mirarlo que yo os vi y os amé.
Porque, ¿qué distancias puede alcanzar el amor que no estén en esa esfera inmensurable?
¿Qué visiones, qué presunciones pueden superar ese vuelo?
Como un roble gigante, cubierto de flores de manzano, es el hombre inmenso en vosotros.
Su poder os ata a la tierra, su fragancia os eleva en el espacio y, en su durabilidad, sois inmortales.
Se os ha dicho que, como una cadena, sois tan fuertes como vuestro más débil eslabón.
Eso es sólo una verdad a medias. Sois también tan fuertes como vuestro eslabón más fuerte.
Mediros por vuestra más pequeña acción es como calcular el poder del océano por la fragilidad de su espuma.
Juzgaros por vuestras fallas es como culpar a las estaciones por su inconstancia.
¡Ay! Sois como un océano.
Y, aunque barcos pesados esperan la marea en vuestras playas, como el océano, no podéis apurar vuestras mareas.
Y, sois también como las estaciones.
Y, aunque en vuestro invierno neguéis vuestra primavera, La primavera, reposando en vosotros, sonríe en su ensoñación y no se ofende.
No penséis que yo os hablo así para que vosotros os digáis el uno al otro: "Nos alabó. No ha visto más que lo bueno que hay en nosotros."
Sólo os digo yo en palabras lo que vosotros mismos sabéis en pensamiento.
Vuestros pensamientos y mis palabras son ondas de una memoria sellada que guarda el registro de nuestros ayeres.
Y de los antiguos días, cuando la tierra no nos conoció ni se conoció ella misma.
Y de las noches cuando la tierra estuvo atormentada en confusión.
Sabios vinieron a vosotros a daros de su sabiduría. Yo he venido a tomar de vuestra sabiduría.
Y he aquí que he hallado lo que es más grande que la sabiduría misma.
Es un espíritu ardiente en vosotros que junta cada vez más de él mismo.
Mientras vosotros, ausentes de su expansión, lloráis el marchitarse de vuestros días.
Es la vida en busca de vida en los cuerpos que temen la tumba.
No hay tumbas aquí.
Estas montañas y llanuras son una cuna y un peldaño. Cada vez que paséis cerca del campo donde dejasteis a vuestros antecesores reposando, mirad bien y os veréis vosotros mismos y veréis a vuestros hijos danzando de la mano. En verdad, os divertís a menudo sin saberlo.
Otros han venido a quienes, por doradas promesas hechas a vuestra fe, habéis dado riquezas y poder y gloria.
Menos que una promesa os he dado yo y, sin embargo, habéis sido más generosos conmigo.
Me habéis dado la sed más profunda para mi vida futura. No hay seguramente para un hombre regalo más grande que aquél que hace de todos sus anhelos unos sedientos labios y de toda su vida una fontana fresca.
Y allí mi honor y mi premio:
Que, cada vez que voy a la fuente a beber, encuentro el agua viviente sedienta ella misma;
Y ella me bebe mientras yo la bebo.
Algunos de vosotros me habéis juzgado orgulloso y exageradamente esquivo para recibir regalos.
Soy, en verdad, demasiado orgulloso para recibir salario, pero no regalos.
Y aunque he comido bayas entre las colinas, cuando hubierais querido sentarme a vuestra mesa.
Y dormido en el pórtico del templo cuando me hubierais acogido gozosamente,
¿No fue acaso vuestro cuidado amante de mis días y mis noches el que hizo la comida dulce a mi boca y ciñó con visiones mi sueño?
Yo os bendigo aún más por esto: Vosotros dais mucho y no sabéis qué dais. Verdaderamente, la bondad que se mis a sí misma en un espejo se convierte en piedra.
Y una buena acción que se llama a ella misma con nombres tiernos se transforma en pariente de una maldición. Y algunos de vosotros me habéis llamado solitario y embriagado en mi propio aislamiento.
Y habéis dicho: "Se consulta con los árboles del bosque, pero no con los hombres.
Se sienta, solitario en las cumbres de los montes y mira nuestra ciudad a sus pies."
¿Cómo podría haberos visto sino desde una gran altura o de una gran distancia?
¿Cómo se puede estar cerca de verdad, a menos que se esté lejos?

Y otros, entre vosotros, me han llamado sin palabras, diciendo:
"Extranjero, extranjero, amante de cumbres inalcanzables, ¿por qué habitas entre las cimas, donde las águilas hacen sus nidos?
¿Por qué buscas lo inobtenible?
¿Qué tormentas quieres atrapar en tu red? ¿Y qué vaporosos pájaros cazas en el cielo? Ven y sé uno de nosotros.
Desciende y , calma tu hambre con nuestro pan y apaga tu sed con nuestro vino."
En la soledad de sus almas decían esas cosas.
Pero, si su soledad hubiera sido más profunda, hubieran sabido que lo que yo buscaba era el secreto de vuestra alegría y vuestro dolor.
Y que cazaba solamente lo más grande de vuestro ser, que camina por el cielo.
Pero el cazador fue también el cazado.
Porque muchas de mis flechas dejaron mi arco solamente para buscar mi propio pecho.
Y el que volaba se arrastró también;
Porque, cuando mis alas se extendían al sol, su sombra sobre la tierra fue una tortuga.
Y el creyente fue también el escéptico;
Porque yo he puesto a menudo mi dedo en mi propia herida para poder creer más en vosotros y conoceros mejor. Y es con esa fe y ese conocimiento que os digo:
No estáis encerrados en vuestro cuerpo, ni confinados a vuestras casas o campos.
Aquello que en vosotros habita sobre las montañas y pasea con el viento.
No es esa cosa que se arrastra bajo el sol buscando calor o excava agujeros en la oscuridad, buscando refugio.
Sino algo libre, un espíritu que envuelve la tierra y se mueve en el éter.
Si éstas son palabras vagas, no busquéis aclararlas.
Vago y nebuloso es el principio de todas las cosas, pero no su fin.
Y yo desearía que me recordarais como un comienzo.
La vida, y todo lo que vive, son concebidos en la bruma y no en el cristal.
¿Y quién sabe si el cristal no es la decadencia de la bruma?
Yo desearía que recordarais esto al recordarme:
Aquello que parece más débil y turbado en vosotros es lo más fuerte y lo más determinado.
¿No es vuestro aliento el que ha erigido y endurecido la estructura de vuestros huesos?
¿Y no es un sueño, que ninguno de vosotros recuerda haber soñado, el que edificó vuestra ciudad e hizo todo lo que en ella hay?
Si pudierais ver las mareas de ese aliento, dejaríais de ver todo lo demás.
Y, si pudierais oír el murmullo del sueño, no oiríais ningún otro sonido.
Pero no veis ni oís, y eso está bien.
El velo que nubla vuestros ojos será levantado por las manos que lo hilaron.
Y la arcilla que llena vuestros oídos será horadada por aquellos dedos que la amasaron.
Y veréis.
Y oiréis.
Y no deploraréis, entonces, el haber conocido la ceguera, ni sentiréis haber estado sordos.
Porque ese día conoceréis el propósito escondido de todas las cosas.
Y bendeciréis la oscuridad como bendecíais la luz.

Estas cosas dichas, miró a su alrededor y vio al piloto de su barco de pie ante el timón y mirando, ora a las henchidas velas, ora a la distancia.
Y dijo:

Paciente, más que paciente, es el capitán de mi barco.
El viento sopla y las velas están inquietas. Aún el timón solicita una ruta.
Y, sin embargo, tranquilamente, mi capitán espera mi silencio.
Y esos mis marineros, que han oído el coro del inmenso mar, tienen también que oírme pacientemente.
Pero no esperarán ahora ya.
Estoy presto.
La corriente ha llegado al mar y, una vez más, la gran madre aprieta a su hijo contra su pecho.
Adiós, pueblo de Orfalese.
Este día ha terminado.
Se está cerrando sobre nosotros como un nenúfar se cierra sobre su propio mañana.
Guardamos lo que aquí nos ha sido dado,
Y, si no es suficiente, nos reuniremos de nuevo y juntos tenderemos nuestras manos hacia el dador.
No olvidéis que yo volveré hacia vosotros.
Un momento, no más, y mi anhelo reunirá espuma y polvo para otro cuerpo.
Un momento, un momento de descanso en el viento, y otra mujer me llevará consigo.

Adiós a vosotros y a la juventud que he pasado con vosotros.
Fue ayer que nos encontramos en mi sueño.
Habéis cantado para mí en mi soledad, y yo, de vuestras ansias, he edificado una torre en el cielo.
Pero ahora nuestro sueño se ha ido y ya no es la aurora. El mediodía está sobre nosotros y nuestra somnolencia se ha cambiado en día pleno, y debemos separarnos.
Si, en el crepúsculo del recuerdo, nos encontráramos una vez más hablaremos juntos de nuevo y me cantaréis una canción más honda.
Y, si nuestras manos se unieran en otro sueño, levantaremos otra torre en el cielo.
Diciendo así, hizo una seña a los hombres de mar e, inmediatamente, ellos levaron anclas, soltaron las amarras y se movieron hacia el este.
Y un grito nació de la gente, como de un solo corazón y se elevó en el crepúsculo y se arrastró sobre el mar como un sonar de trompetas.
Sólo Almitra estaba silenciosa, siguiendo al barco con los ojos hasta que se desvaneció en la niebla.
Y, cuando toda la gente se dispersó, ella estaba todavía -sola sobre el muro que da al mar, recordando en su corazón lo que él dijera:

"Un momento, un momento de descanso en el viento, y otra mujer me llevará consigo."

Tinta Limón Ediciones

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Anuncia la salida del libro

EZLN. El Fuego y la palabra.
de Gloria Muñoz Ramírez
Con prólogo del Subcomandante Marcos

El 17 de noviembre de 1983, hace 20 años, se fundó el EZLN, y como EZLN empezamos a caminar las montañas del sureste mexicano, cargando una pequeña bandera de fondo negro con una estrella roja de cinco puntas y las letras "EZLN", también en rojo, al pie de la estrella. Aún cargo esa bandera. Está llena de remiendos y maltratada, pero todavía ondea airosa en la Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. También nosotros llevamos remiendos en el alma, heridas que suponemos cicatrizadas, pero que se abren cuando menos lo esperamos.
Durante diez años nos preparamos para esos primeros minutos del año 1994. Allá se mira enero del 2004. Pronto serán diez años de guerra. Diez años de preparación y diez años de guerra, veinte años.

Subcomandante Insurgente Marcos







A modo de presentación



Con la edición argentina de EZLN: el fuego y la palabra ?libro escrito y concebido en las comunidades rebeldes de Chiapas? efectuamos una doble presentación. Por un lado, el trabajo a cargo de Gloria Muñoz Ramírez (que está siendo traducido a varias lenguas y publicado en decenas de países), en el que se reconstruyen, se recrean y rememoran dimensiones significativas de la experiencia zapatista, desde su surgimiento hace dos décadas hasta las iniciativas más recientes. A la vez, presentamos la colección Pensar en movimiento que así inicia una serie de publicaciones que intentan continuar en el terreno de los enunciados la politicidad de los desplazamientos ?subjetivos, conceptuales, territoriales? que los movimientos sociales y las experiencias militantes protagonizan.

Hay al menos tres cuestiones del zapatismo que actualizan su interés aquí y ahora y que, al mismo tiempo, han sido fundacionales de una nueva imagen de lo que significa pensar en movimiento.



En primer lugar: los ecos del zapatismo han reinventado la práctica revolucionaria a la vez que actualizaron la orientación de un pensamiento ?político? que se creía perdido. Un trabajo de construcción que este libro muestra en su minuciosidad, en su costado cotidiano y heroico, a través de entrevistas a miembros del EZLN y a pobladores de las comunidades en el período pre-insurreccional.

En segundo lugar, el zapatismo ha producido una relación original y activa con la palabra (y con los silencios, sin los cuales las palabras no se distinguirían). Un pensamiento sin modelos, que se revela en las sinuosidades y los esfuerzos del recorrido ?aquí trazado año por año? de cada iniciativa, de cada batalla. Esta materialidad de la experiencia vale de un modo particular en momentos en que las referencias a los sucesos del sur de Chiapas se han tornado más escasas. Esta preocupación nos decidió a incluir en esta edición ?a modo de anexo: Chiapas. La resistencia? un último texto de la autora sobre el nuevo mapa trazado por la conformación de los caracoles y las juntas de buen gobierno. Aquí se desarrolla una cuestión de evidente importancia: la profundización de la autonomía. O, podríamos decir, el pasaje ?complejo? desde la construcción de la autonomía respecto a aquello de lo cual se traza una distancia hacia una nueva práctica de autoorganización, donde se despliegan las actividades a partir de una autoreferencia comunitaria.

Dice Marcos, hacia el final del libro: ?Nosotros les decimos: a los que siguen el ejemplo (del zapatismo) que no lo sigan. Pensamos que cada quien tiene que construir su propia experiencia y no repetir modelos.? Percibimos en esta tercera insistencia, un punto fundamental: no es posible evitar ?por imitación? la labor de investigar las prácticas y el pensamiento que una experiencia radical exige en cada lugar y momento. Este libro nos entrega la trayectoria del EZLN como un recurso fundamental para esa tarea.

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